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Proyecto Leibowitz - por manuti

Web: http://masmanuti.wordpress.com/category/microrrelatos/

– Bienvenido a las instalaciones del proyecto Leibowitz.
Mientras bajaba en el ascensor, había comenzado a sonar por la megafonía una locución informativa. Una voz femenina, sintética y agradable.
– Ha sido seleccionado para formar parte del proyecto más importante de la humanidad.
El descenso estaba siendo más largo de lo que había imaginado.
– A su llegada, deposite sus pertenencias para su custodia y la seguridad del centro.
Una sala cuadrada, más espaciosa de lo que uno pudiese esperar encontrarse tras descender un pozo tan profundo. En un lateral, una bandeja iluminada mediante LED, me invitaba a desprenderme de lo que llevaba en los bolsillos.
– Avance y atraviese el círculo metálico para confirmar que se ha desprendido de todo.
Al cruzar el circulo, se abrió inmediatamente una puerta frente a mí. Tras ella una persona vestida como un monje, con una sudadera de capucha y bolsillo canguro con ambas manos dentro.
– Acompáñeme por favor.
Le seguí a través de una serie de pasillos, estrechos y altos, dando una sensación extraña, religiosa, ese lujo del espacio desperdiciado para demostrar poder.
Tras casi diez minutos de corredores, una puerta metálica de dos hojas se abrió al llegar.
Dentro una enorme biblioteca se extendía desde el suelo hasta casi perderse en un techo a más de 50 metros de altura. Una luminosidad tenue pero suficiente para ver todo y apreciar su grandeza. En el suelo, marcas con flechas e indicaciones. Letras sueltas junto a ramas completas del saber humano. Pasillos a izquierda y derecha repletos de libros. Todos brillando bajo los típicos envases al vacío que los protegían del deterioro. El monje sacó una navaja de su chaqueta y la introdujo entre la portada y el plástico que forraba el libro. Con cuidado y lentamente, pero sin darse cuenta de la barbaridad que estaba cometiendo abrió el envase. Metió la mando dentro y sacó el libro de papel con las manos desnudas. Lo abrió y fue tocando las páginas con los dedos.
– ¿Qué está haciendo? – le pregunté.
– Quería leerle un pasaje – con el dedo dentro del libro, lo giró con soltura para enseñarme el lomo – ¿Conoce «La Tierra permanece»?
– Pero no necesitaba abrir el libro, tocarlo, manosearlo. Podría haberme dicho el título y el pasaje y lo habría visto en digital.
¿Qué locos eran estos que en vez de custodiar los libros se permitían el lujo de estropearlos? Me miraba de arriba a abajo, con sorpresa o curiosidad. ¿Qué esperaba que hiciera? Soy un amante de los libros, un guardián en la sombra, soñando con conocer y ayudar en la instalaciones secretas más importantes… y llego aquí y me encuentro a este viejo loco, que maltrata lo más sagrado.
– ¡Qué tonto he sido! Me estoy haciendo mayor, perdona por mostrar esta falta de respeto ante un futuro monje. Si me permite voy a acompañarle a otra sala.
Al fondo de la biblioteca había una puerta, al llegar se abrió de forma automática.
– Usted primero – me dijo.
Y justo tras de mí la puerta se cerró bruscamente.
– Por favor, recoja sus pertenencias y vuelva a tomar el ascensor de salida. Ha sido un placer contar con su presencia. Lamentablemente no ha sido seleccionado para el proyecto. Puede que volvamos a contar con usted más adelante. No deje de amar, proteger y rescatar cualquier libro que encuentre.

– ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué no ha superado la prueba?
– Hermano no se ha dado cuenta de que los libros son para usarse, para leerse. Tenemos la sagrada misión de conservarlos, pero eso no significa que los veneremos hasta el punto de no querer tocarlos.
– Me lo imagino, se alteró mucho al ver como abrías uno.
– Sí, fue horrible ver ese pánico ¿Cómo pudimos estar tan equivocados con un candidato?
– No se preocupe hermano Lauro. El año que viene, tal vez.
– Eso espero, eso espero.

Había sido rechazado y ni siquiera habían tenido la decencia de decirme por qué. En el ascensor volví a contar el tiempo para estimar la profundidad. Pero no coincidió con el de bajada. Igualmente, tras taparme los ojos e introducirme en la zona de carga del vehículo conté giros, curvas, baches, todo. Nada coincidió con la ida. Otro fracaso de un agente del gobierno. Probablemente me expulsasen de la agencia. Sin embargo, no creo que haga falta destruir los libros, estos locos ya lo están haciendo por su cuenta.

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1 comentario

  1. 1. Enrique dice:

    Muy bueno, como siempre. El final da ganas de saber más de todos los personajes, creo que da para una historia larga.

    Escrito el 29 junio 2013 a las 18:09

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