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El ataque - por Charlotte Eyre

Web: http://coleccionistadeletrascharlotte.blogspot.com/

Un desborde de alegría que parece interminable, como si fuera un trocito mínimo de paraíso, así me sentía al ver a mis niños mientras jugaban durante la hora de recreo en el patio de la pequeña escuela donde vengo dando clases desde hace tres años, aprovechaba unos minutos para escribir mis pensamientos en una pequeña libreta que siempre cargo, nada presagiaba lo que ocurriría.

De un momento a otro …

¡No había nadie en el patio!, volteé, miré en varias direcciones, ¿Dónde están los niños?, ¡Ni los maestros se encontraban!, me hallaba completamente sola, pero oía las voces de los niños, y las de los otros profesores, sin embargo, también oí una voz extraña, parecía que hablaba en alguna clase de lengua antigua. En ese momento, era como si mi mente se hubiese congelado, después temblé.

¡Niñoooos! ¿Me oyen? ¡Niñooooos!, llamé también a los profesores, pero nadie respondió a mis llamados. No podía ser, hace un rato podía verlos y ellos a mí y en cuestión de segundos sólo los oigo pero no los puedo ver, ni ellos a mí, tampoco me pueden oír.

Todo comenzó a temblar, aún podía ver los columpios, el sube y baja y el árbol que había en el patio vibrando, parecía que dejaría su lugar en cualquier momento y vi como pequeños seres, del tamaño de los niños surgieron de la tierra y apenas llegaban a la superficie comenzaron a saltar. ¿Por qué si podía ver a esas criaturas? ¿Me verán ellas a mí? Temblé, las piernas me flaqueaban, empezaba a sentir mareos, la idea de que esos seres de apariencia monstruosa me viesen, era aterradora.

Mi temor se hizo realidad, los monstruos me rodearon, observaban con gran atención hacia mi persona, parecía como si quisieran luchar, mi mayor altura no parecía intimidarlos, era de esperarse, si veían mi rostro presa del pánico. Yo sólo quería enrollarme en mi misma, rogué porque fuese una pesadilla, algo saltó y apretó mi cuello, era uno de ellos, tomé las pequeñas manos con todas mis fuerzas, los otros me rodeaban y parecían animar a mi atacante, por impulso le di una mordida y la criatura chilló mientras me soltó bruscamente, mi alivio duró unos segundos y se borró al ver los rostros enojados de los demás seres, luego se acercó otro y al igual que su compañero caído me apretó en el cuello pero tapó mi boca, forcejeamos, caímos al suelo, di con todo mi peso sobre él y lo pude derrotar, el miedo fue desplazado un poco y un ligero fragor de lucha se posó en mi, pensé en dar un rodillazo al cuello de mi oponente, pero se apareció un tercero, esta vez estaba un poco mejor preparada y lo recibí con un codazo, cayó al suelo, se levantó, le di un puñetazo en el estómago, una sustancia verde salió de su boca.

-Quieren pelea … entonces la tendrán- una voz desconocida salió dentro de mí, era yo, pero era como si hablara una parte de mi que nunca antes hubiera salido a la luz.

-Déjenla para mí- una voz de mujer, se oyó como si saliese de la nada, y ella salió de detrás del árbol.

Grande fue mi sorpresa al ver que era ¡igual a mí! … ¿Tenía una gemela perdida? …

Mis pequeños atacantes retrocedieron obedientes ante la orden de su señora, la cual caminó pausadamente y me miraba fijamente …

-Interfieres con mis planes – ni bien terminó de decirme eso me dio un puñetazo en el rostro y retrocedí adolorida, ahora sólo había silencio.

Ágilmente se acercó a mí y me derribó al suelo, mi espalda sentía el contacto con el césped y mi doble se hallaba encima de mí, me tomó ambas manos y se había sentado sobre mis muslos.
-… ¿Por qué haces esto? … – pregunté con voz queda y la palabra “Socorro” acudía a mi mente, como ansiaba gritarla y no podía.

-Éramos tan afines, te dejabas guiar, pero luego te revelaste contra mí, dejaste de amar nuestro caos, nuestra desidia, olvidaste la autocompasión, dejaste de evadirte ¿Dónde quedó tu resolución de suicidio? ¡Odio la vitalidad de la cual que gozas ahora!.-

Y en ese momento entendí quien era ella y el porqué era igual a mí, entonces el temor desapareció, sentí que recuperaba fuerza, aproveché un descuido y la empujé.

-¡Tú y yo lucharemos hasta las últimas consecuencias!- exclamé con firmeza.

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