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El desfile - por Martha Mari

—Mami, ¿cuándo va a comenzar?
—En cualquier momento cariño, cuando escuches el sonido de los tambores significa que ha iniciado —respondió Victoria a su hijo que estiraba el cuello para poder ver la calle por donde pasaría el desfile.

El calor era tanto que a Victoria le escurrían gotas de sudor por la frente. Los cientos de personas a su alrededor también sudaban, pero nadie parecía molesto.

Hacía cuatro meses que había llegado a vivir a — y aún no conocía a nadie. Quería hacer nuevos amigos, pero hacerlo significaba que sabrían quién era y temía que eso pudiese ayudar a Joan, su marido, para dar con ella y el niño. Albergaba la esperanza de que se hubiese dado por vencido con su búsqueda, aunque conocía demasiado bien a Joan para saber que no sería así.

—Mami…¡mami! ¿ya va a comenzar? —preguntó Nicolás, ansioso por la espera.

Victoria le observaba encantada. Estaba orgullosa de su hijo. Con tan solo cinco años había afrontado la huída sin miedo. Aunque ella había intentado que el pequeño no notase la situación con su marido, la última vez que la golpeó él había estado presente. Se había despertado al oir el ruido de platos que se rompían y había entrado en la cocina asustado. Cuando vió que su padre tenía las manos en el cuello de Victoria y ésta luchaba por liberarse, el niño había corrido hacia el y comenzado a patearlo, llorando. Pero Joan estaba tan borracho que había pateado a Nicolás en el estómago haciendo que se retorciera en el piso de dolor.

—Mami, ¿ya? —preguntó nuevamente Nicolás.
—Ya casi cielo, no debe faltar mucho. Pide permiso a las personas para pasar y siéntate en el filo de la acera así verás mejor. Yo me quedaré aquí detrás.

El pequeño se sentó alegre donde le había indicado su madre.

De pronto Victoria sintió una mano que se posó en su cadera. Una voz familiar llegó a su oído.

—Hola mi vida, ¿me extrañaste?

El corazón le dió un vuelco.

—¿No vas a recibirme como se debe? —dijo de nuevo la voz. Despedía aliento a alcohol.

Lentamente Victoria dió la vuelta para ponerse de frente a él y evitar que se fijase en Nicolás. Joan tenía un aspecto aterrador, llevaba una camisa blanca mal abotonada, unos jeans sin cinturón, el pelo enmarañado y una barba de varios días. Pero sonreía con esa sonrisa torcida que solía hacer temblar a Victoria.

Victoria lo miró a los ojos alzando la barbilla.

—Hola Joan —dijo desafiante— ¿qué haces aquí?
—He venido por ti y por Nico para ir a casa.
—Nosotros ya estamos en casa, y tu no eres bienvenido.
—No digas idioteces mujer y camina, que aquí hace un calor del demonio.

Victoria no se movió de su sitio.

—Joder, no me hagas enfadar —dijo jalándola por el brazo—. ¿Dónde esta Nico?
—Está en casa de unos amigos —mintió Victoria.
—¿Amigos de quién?
—Míos.
—Así que amigos ¿eh?
—Vete ya Joan, no tienes nada que hacer aquí —pidió ella.
—Respóndeme, ¿qué amigos? —gritó Joan.

Algunas personas comenzaban a voltear para ver que sucedía. Joan continuaba agarrando a Victoria del brazo.

—Nuestros vecinos —respondió al fin.
—¿Vecinos? —inquirió sonriente y soltó una carcajada—. Te estas acostando con el vecino ¿no? ¡Es eso! Me has abandonado para escapar con tu amante.
—Joan, por favor, no hagas…
—Eres una zorra —la interrumpió Joan—. Siempre lo has sido. Quería, solo, yo…—la lengua comenzaba a traicionarlo por culpa del alcohol—. ¡Tenía que educarte! para que fueras mejor.

Entonces sacó del bolsillo trasero de su pantalón una pistola y apuntó con ella a Victoria. La gente soltó un grito ahogado y se alejó unos pasos.

—Joan por favor. Hablemos.
—Yo solo quería que fueras mejor —repitió él—. Quería educarte.
—Vamos Joan, baja eso —suplicó.

Cuando él bajó la vista al suelo debatiéndose en su interior Victoria volteó para ver que Nicolás siguiera en su lugar. Por suerte el pequeño observaba extasiado a los músicos que se alistaban para comenzar.

La gente formaba un círculo alrededor de Victoria y Joan.

Joan levantó la vista, alzó su pistola, y, justo en el momento en que el desfile iniciaba su marcha, el sonido de un disparo quedó ahogado entre la música y los gritos y aplusos de la gente, totalmente ajena a lo que sucedía aparte del desfile. Entonces todo fue quedando en silencio para Victoria, todo excepto los tambores del desfile. Éstos apensas comenzaban. Los tambores comenzaron a sonar.

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4 comentarios

  1. 1. KMarce dice:

    Saludos Marta,

    He llegado por casualidad, la compañera “Marta” me comento, pero hay tres y pensé leerlas a todas.

    Voy a desglozar mis comentarios en dos partes, los puntos de mejoras, y la opinión del relato general.
    *Algunos errores de dedo, hay un guión solitario en el párrafo tres (Hacia cuatro meses…), tiene apertura pero no cierre y no marca una narrativa, ya que todo el párrafo lo es. Y la palabra “apensas”, que debería ser apenas.
    *La repetición de la expresion de Joan al hacerle ver que queria educarla, pese a que está alcoholizado, con más justa razón deberia “embrutecer” sus palabras, decirlo hasta incoherente. No sé si me doy a entender.
    * Este párrafo, debe escribir así:
    —Hola mi vida, ¿me extrañaste? —el corazón le dió un vuelco—. ¿No vas a recibirme como se debe? —dijo de nuevo la voz. Despedía aliento a alcohol.

    La razón es que él continua su diálogo. Las personas puede confundirse pensando que es la interacción de dos personas, ya que para eso son los guiones.

    Mi opinion personal sobre el texto:
    has cuidado mucho la ortografía, esos deslices que señale son errores de dedo facilmente corregibles.
    Adicional, has hecho buen uso de la estructuración de los diálogos, (obviando el anunciado), con buen manejo de no cargar con detalles innecesarios el texto. Facilmente distingible quien es quien.

    La tematica, es uno de los flagelos que pese a ser ciudadanos del siglo XXI, sigue pasando alrededor del mundo. Has tocado un tema que vale la pena volver una y otra vez a detallar, para crear conciencia de las terribles situaciones que afrontan las mujeres victimas de violencia.

    Tu historia ha mostrado ese temor en la madre, el dominio del esposo, y la ingenuidad del pequeño. Es fuerte, cruel, pero penosamente real.

    Solo me resta felicitarte, porque es un relato que hace pensar y reflexionar.

    ¡Nos leemos!

    Escrito el 1 junio 2015 a las 07:06
  2. 2. Kmarce dice:

    Marta, tambien quiero destacar que un punto que me dejó pensando era la multitud de personas en el desfile… ahora que lo medito lo veo así:

    La indiferencia de la sociedad ante un hecho como este. Pueden quedarse viendo, pero no hacen nada, son testigos mudos, pero no quieren involucrarse: por temor, por comodidad, por su propio egoismo “mi vida es relajada y tranquila, para que complicarla”, como aquellos que ni siquiera se percataron de lo que ocurria.
    Un plus por este detalle. Te doy una estrellita.

    Escrito el 1 junio 2015 a las 07:12
  3. 3. beba dice:

    Hola, Marta:
    Me gustó mucho tu relato. También me impactó la indiferencia de la gente.
    Has creado una buena historia -en marco real- y tu relato, a pesar de la temática, resultó equilibrado y ameno.
    Yo no he notado problemas en la puntuación.Me parece que lo has manejado muy bien.
    Un saludo.

    Escrito el 1 junio 2015 a las 15:07
  4. 4. Leonardo Ossa dice:

    Martha Mari ¿cómo estás? Es la primera vez que te leo. Yo llevo poco tiempo participando en Literautas, pero me alegra conocer nuevas narraciones y a sus narradores. A mí me parece que tienes acá un buen trabajo. Espero que durante el tiempo que falta para la aparición de los microrrelatos de Julio, vengan muchos compañeros a comentar tu obra.
    ¡Saludos!

    Escrito el 10 junio 2015 a las 05:23

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