Nemo - por Luisa Louvel

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Empecemos con la descripción del entorno: todo estaba oscuro oscuro. Tanto, que Nemo pensó que aun seguía con los ojos cerrados. A pesar de ello, podía escuchar al resto del grupo no muy lejos. Todos seguían desconcertados, aunque no tanto como al principio de esa extraña aventura, en la que además de desconcierto, sentían miedo, aparte de otros sentimientos que ya dependían de cada persona. Lo que sí estaba claro es que la novedad del peligro se iba desvaneciendo para dar paso a la desesperación, a la impaciencia de querer salir de ahí, o por lo menos, de saber qué pasaba.

-Escuchadme todos -Dijo Moritaka, uno de ellos- debemos mantenernos juntos, es la única manera de aumentar nuestras posibilidades. Hemos sido capaces de llegar hasta aquí, no sé cómo, pero estamos vivos. Acercaos a mi y cogeos de las manos para no separarnos. Aquí, estoy aquí.
Todos empezaron a acercarse a Moritaka y formaron una fila, encabezada por él mismo.

Nemo decidió separarse de ellos. Sabía lo que hacía, y aunque eran usurpadores de su recién creado mundo, tampoco tenían la culpa de nada, solo intentaban sobrevivir. “Ya me encargaré de ellos” pensó, “cuando sepa qué hacen aquí, qué está pasando en mi cabeza”.

Mientras se alejaba, pensó en si había hecho bien en irse sin decirles nada, cuando
vio una luz al fondo. Caía como un chorro, un foco iluminador. Nemo se acercó y se dio cuenta de que podía ser la rendija de una puerta, aunque desgraciadamente no era lo suficientemente alta para llegar al origen de ese haz.
-¿Hola? -Gritó, pero nada sucedió. -¡Ayuda! -Gritó aun más fuerte. De repente, la luz desapareció, y unos segundos después vio como alguien levantaba lo que parecía ser una tapa en el techo, dejando un círculo más grande de luz, cegando a Nemo. Una sombra se asomó:
-Por fin has llegado -Dijo la sombra, y extendió el brazo para que Nemo pudiese subir.
Lo hizo sin dificultad, y cuando sus ojos pudieron acostumbrarse a la luz, se dio cuenta de que estaba en un lugar igual al anterior, con la diferencia de que éste era blanco, todo blanco. Miró a la sombra, era el muchacho que había visto en sus últimas proyecciones. Vestía de negro, contrastando totalmente con el lugar.
-Tú eres el que ha estado manipulando mi realidad, ¿verdad? -dijo Nemo
-¿Quién sino? -Miraba a Nemo con una sonrisa burlona. Nemo tenia que levantar la cabeza para mirarle, pues era alto. -Vaya, creí que eras un chico, Nemo -Dijo mientras la miraba de arriba a abajo.
Nemo se miró a sí misma y vio que tenía exactamente la misma ropa que el chico, pero en blanco. La ropa estaba muy ceñida a su cuerpo, dejando ver sus curvas. “Cómo puede ver las formas de mi cuerpo, si mi traje se confunde con el fondo?” pensó para sí misma. “Esto me confunde cada ve más”.
-Entiendo que estés confundida, pero ya sabrás -Respondió el chico, quien pareció haber oído sus pensamientos. -Por fin alguien con la capacidad de imaginar. Empezaba a aburrirme.
-Si yo estoy imaginando esto, significa que tú estás en mi imaginación.
-Buena teoría. Ahora estás en el lado de mi imaginación, y aquí, yo mando.
-¿Cómo es posible?
-Porque yo sé manejar mi imaginación mejor que tú. El problema, Nemo, es que en este mundo no pueden haber dos como nosotros: uno tiene que irse.
-¿Qué quieres decir?
-Te pondré a prueba: si sobrevives en mi mundo, yo me iré.
-Necesito que me expliques…
-Ahora sientes la impotencia de no saber, como el grupo de personas que dejaste atrás.
-Pero…
-Si miras a tu derecha, verás mi orquesta. Es mi método favorito para contar el tiempo.
Nemo miró a su derecha y efectivamente, de repente había una gran orquesta.
-Si al cabo de la música logras encontrarme y no has muerto en el camino, te explicaré qué está pasando y asentaremos las bases de nuestro juego de supervivencia.
-Adelante -Dijo Nemo, desafiándolo con la mirada. Los tambores comenzaron a sonar.