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La puerta cerrada - por Aaron Alessandro C.D.

Web: https://www.instagram.com/a2cd.pics/

El autor/a de este texto es menor de edad

El anciano encontró la llave en el piso debajo de su cama. Todas las mañanas la escondía y hacia la tarde se olvidaba donde la dejaba, cada día lo hacía en un lugar diferente en su inmensa mansión.
El hombre se pasea por las habitaciones en el orden de siempre dejando una habitación siempre cerrada. Les grita a sus empleados y él escucha sus respuestas temerosas que son casi susurros. Lee millones de libros que tratan sobre la muerte y cuando los ha acabado todos, los vuelve a leer. Hay cierto libro que nunca lee y no sabe por qué: “La divina comedia”. <<Debe ser divertida>>, piensa él.
Por unas horas toca el violín y cuando cree que la música no tendrá fin, se transporta al piano y sigue con su musical festín. En las noches, antes de buscar la llave se sienta a mirar a través de la ventana del comedor, donde abunda el hedor. A través de la niebla puede ver a un niño. ¿Quién es él? Era todo un misterio. Ese niño aparecía cada día sin falta en las afueras de su gran mansión. Y el viejo lo vigilaba con razón.
¿Será un ladrón? ¿Alguna vez se atreverá a tocar la puerta? Quién sabe. Todos los días parecen lo mismo. El anciano encuentra la llave en el piso debajo de las escaleras. Cada mañana al despertar la esconde y se olvida donde la deja, cada día lo hace en un lugar diferente en su mugrienta mansión.
Y entre tanta rutina, una cosa cambió: El niño que aparecía cada día afuera de la gran mansión se dignó a tocar la puerta. Y el viejo al no saber que hacer le gritó a uno de sus empleados, pero ninguno acudió a abrir la puerta. “Siempre debo hacer las cosas por mí mismo”, renegó el anciano y comenzó a caminar hacia la puerta, la abrió y se sorprendió ante el brillo que este niño presentaba entre toda la niebla.
“¿Quién eres?”, preguntó el anciano.
“Tú me conoces”, respondió el niño.
“¿Perdona?”
“Sí, por eso vengo” Y entonces el anciano comenzó a preguntarse si el niño era un demente.
“Necesitas el perdón. Primero debería perdonarte yo, pero no lo haré porque debes abrir esa maldita puerta que nunca te dignas a abrir. Cuando liberes lo que está ahí, y descubras cuál es tu asunto pendiente en esta Tierra podrás por fin dejar esta mugrienta pocilga”
“No sé quién te crees que eres”, se molestó el viejo, “pero, ¿Cómo sabes qué oculto en ese cuarto?”
“Yo soy tú, de niño, claro”, el viejo retrocedió al darse cuenta, “¿Te acuerdas que en nuestros sueños aparecía un viejo que escondía sus llaves? ¿Quién diría que al final nos estábamos temiendo y veíamos nuestro futuro?” El niño ríe. “En estos momentos estoy durmiendo, probablemente despierte en un rato. Mamá cumple años mañana. ¿Quieres que le diga algo?”
“Dile que la amo”, las lágrimas del viejo comenzaron a brotar. “Dile que voy a liberar mis pecados. La veré pronto”. El niño desapareció y cuando el anciano volteó la casa estaba menos horrible y un poco más iluminada.
El anciano caminó hacia la zona de las habitaciones y con la llave, que siempre escondía y siempre encontraba, abrió el cuarto que siempre estuvo cerrado.

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3 comentarios

  1. 1. Laura dice:

    Hola Aaron.
    Hermoso relato, muy cuidado en su escritura, con un toque dickensoniano, pero válido igualmente.
    Te felicito y te aliento a que sigas escribiendo.

    Escrito el 19 junio 2016 a las 12:19
  2. 2. Yoli dice:

    Hola Aaron.
    Gracias por pasarte por mi relato. Me ha gustado tu relato, es verdad que me ha recordado a Dickens. Ha sido bonito el final, con ese toque esperanzador. Saludos

    Escrito el 19 junio 2016 a las 12:40
  3. 3. saulo dice:

    Hola Aaron, me ha gustado tu relato. Hay que leerlo un par de veces porque me resulta extraño, pero, al final, queda un regusto bueno. No sé si las rimas son a propósito o no. Si no es así, debes vigilarlo.
    Un saludo,

    Escrito el 20 junio 2016 a las 07:44

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