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El riesgo de un reflejo. - por Leosinprisa

El anciano encontró la llave en su lugar de siempre. La tanteó en su mano, comprobando su peso y ese verde herrumbroso que la cubría desde que la poseyó. Con un gesto triunfal se dirigió a su destino, golpeando como solo él sabía, en cualquier metal que en su presencia se encontrara.

Debían ser tres golpes más otros tres, para formar la primera parte. Un viejo dintel surgió de donde nada había, en apariencia podrido por el paso de los tiempos, pero eso no descorazonó al anciano.

Tres golpes más tres, y la puerta, de un aspecto tan destartalado como su dintel, apareció. Paso su mano llena de manchas, propias de la avanzada edad, por aquellas antiguas maderas. Pero aún necesitaba finalizarlo con un paso más.

Tres golpes más tres. Repicaron en esta ocasión como grandes campanas que se desplomaran con estrépito en el suelo, desde una elevada torre. El anciano se tuvo que cubrir, por un momento, sus delicados oídos ante aquel alboroto.

Más no se preocupó, pues sabía, como había sido siempre, ese ruido llegaría en su tercera tanda.

Vio con alegría, esbozada en una boca cuyos pocos dientes, que apenas le permitían comer algo de blanda consistencia, como el tercer elemento emergía: la propia cerradura de la puerta. Tan cubierta de herrumbre como la llave que su débil mano llevaba.

No importaba cuanto la limpiase, ella nunca perdía su pátina de suciedad que haría a cualquiera que la viese, desestimarla de inmediato.

Él conocía de su poder, aunque todo tenía un coste, por supuesto.
Armado de valor, se dispuso a penetrar el ojo de la cerradura con su mágica llave. Un pesado cerrojo, mucho más grande de cuanto se pudiera adivinar de esa simple estructura resonó, mientras se escuchaban en la lejanía, por detrás de la puerta, otros muchos abrirse.

Empujó la hoja que conformaba la vieja entrada y se encontró a si mismo, mirándose a través de un espejo de cuerpo entero.
Sabía que vendría a continuación.

—Estas dispuesto a pagar el precio —dijo su propia imagen.

—Siempre lo he estado —contestó el longevo hombre.

La imagen sonrió, aunque el anciano no lo hacía.

—Entonces, paga —dijo su reflejo mientras no dejaba de esbozar aquella terrible sonrisa.

El hombre mayor se inclinó hacia atrás y con dificultad, cogió dos grandes calderos llenos de un líquido oscuro y espeso. Aún estaban fríos, el congelador transmitió su helado beso a las asas incomodando al anciano, pero supo ignorar ese momentáneo malestar. Tenía mucho por ganar.

Arrojó el primer caldero hacia el espejo. Miles de cristales se embebieron con avidez, distorsionando la forma de su reflejo.
El sonido de su roce era harto desagradable, como un millar de mandíbulas que se cerraran sobre un cuerpo crujiente y lo despedazaran.

Obró igual con el segundo caldero. Ya casi había finalizado y esperaba paciente su merecida recompensa.

Otra vez tuvo que soportar ese áspero sonido de dientes que los cristales provocaban. Le ponía de los nervios, pero solo tenía que aguantar un poco más. El cristal del espejo volvió a recomponerse, esta vez le devolvió una imagen diferente.

Unos ojos le miraron directamente.

El hombre cerró la puerta de golpe y sacó la llave con rapidez. La puerta se deshizo como la arena, desapareciendo. Todo había concluido.

Salió del desván, aunque hubiera dado igual que hubiera convocado la puerta en el sótano o en medio de la calle. Ella siempre respondía a su llamada, si disponía de la llave adecuada.

La metió en una bolsita aterciopelada y por medio de un complicado movimiento de manos, la hizo desvanecerse. Solo él sabría donde se encontraba y nadie, jamás, podría conseguirla por casualidad.

Llevaba alimentando su torturada alma, su propia alma, cada cien años. Aunque la engañaba, pues sus supuestos sacrificios de sangre, no eran tales.

La había conseguido de trasfusiones a enfermos infecciosos, por un precio irrisorio. Nadie le preguntaba en esta era moderna para que la quería, ni les importaba. En un tiempo pasado, conseguirla fue harto dificultoso, pero eso formaba parte de otra historia.

Se acercó al espejo de su saloncito, donde se detuvo. Contempló con satisfacción a un muchacho joven, recién salido de la pubertad, igual al que había visto hacía un momento, su propio reflejo, antes de cerrar la puerta.

Haría una salida esa noche para celebrarlo y conocer alguna agradable muchacha. El anciano quedaría atrás, esperándole hasta dentro de otros cien años.

Johann Georg Faust, Fausto para sus amigos, el famoso alquimista, disfrutaba de la vida eterna.

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6 comentarios

  1. 1. Manoli VF dice:

    Hola Leo.

    Sorprendente texto a lo Dorian Grey, bien llevado desde el comienzo. Enganchas al lector desde la primera frase, que por cierto es la misma que yo he elegido “en el lugar de siempre” (escena 131). La historia está bien estructurada y la lectura es ágil, y ahora voy con los mejorables, que algo he visto por ahí:

    -Te faltó un acento en: “Paso (pasó)su mano llena de manchas, propias de la edad”
    -“Tres golpes más tres. Repicaron en esta ocasión como grandes” Por: Tres golpes más tres repicaron” sobra el punto.
    -“El anciano se tuvo que cubrir, por un momento, sus delicados oídos ante aquel alboroto.” Si utilizas el “se” sobra el “sus”: “Se tuvo que cubrir los oídos.” O bien: “Tuvo que cubrirse los oídos.”
    -Si lees en voz alta esta frase, verás que está mal construida:”Más no se preocupó, pues sabía, como había sido siempre, ese ruido llegaría en su tercera tanda.” Creo que querías decir algo así: “Más no se preocupó, pues sabía, como había sabido siempre, que ese ruido llegaría…”
    -Pasa lo mismo con esta frase en la que el pronombre “que” pierde su función: “Vio con alegría, esbozada en una boca cuyos pocos dientes, que apenas le permitían comer algo de blanda consistencia” sobra el “que” y de todos modos yo pondría: “esbozada en una sonrisa” porque me parece que falta ser más explícito aquí.
    -“Él conocía de su poder” por: “Él conocía su poder” O bien: “Él sabía de su poder”
    -“Sabía que vendría a continuación” se aconseja en estilo poner el artículo: “sabía lo que vendría a continuación” aún así, si optas por suprimirlo has de ponerle acento: “Sabía qué vendría”

    Respecto al contenido, choca un poco la forma de guardar la llave: “por medio de un complicado movimiento de manos, la hizo desvanecerse. Solo él sabría donde se encontraba”

    Aunque tratándose de un alquimista todo puede ser. Precisamente la frase final en la que nos presentas al personaje también la veo demasiado explicativa, y creo que quedaría mejor algo más sucinta:
    “Johann Georg Faust, Fausto para sus amigos, disfrutaba de la vida eterna” suprimiendo lo de “el famoso alquimista” obtienes una frase más contundente y neutral en mi opinión.

    Es un muy buen relato llevado admirablemente, las correcciones son algo que puede parecer engorrosos, pero lo verdaderamente difícil a la hora de contar una historia es el contenido y la forma de llevarla, porque lo demás son detalles que tienen fácil arreglo. Te felicito y te sigo leyendo.

    Un saludo.

    Escrito el 19 junio 2016 a las 13:35
  2. 2. José Torma dice:

    Mi estimado Leosinprisa, que buen relato, ameno y ágil. Si bien es cierto que se prevé el final, eso no demerita el desarrollo ni el camino que hay que recorrer para llegar a él.

    Como siempre, un gusto leerte despacio, saboreando las letras.

    Saludos y felicidades.

    Escrito el 20 junio 2016 a las 23:53
  3. 3. Escritores Anónimos dice:

    Buenos días!!!!
    Siento no haberme podido pasar antes pero aquí estoy, soy tu compañera de arriba y desde luego no me esperaba esta historia. Me has sorprendido y estoy muy contenta de que lo hayas hecho.

    El texto se lee de una manera ágil, sin trabas, escribes muy bien con párrafos bien diferenciados y adjetivación justa. Además de todo lo que Manoli ya te ha reseñado me gustaría hacer hincapié en dos cosillas más.
    *LA frase “Más no se preocupó…” Serías “Mas no se preocupó..”, sin tilde.
    *”a sí mismo” con tilde.
    * “Estás” es con tilde, del verbo estar.
    *”La puerta, de un aspecto tan destartalado…” Quitaría el un para hacer la frase más sencilla y musical.

    En cuanto al contenido, tengo que decir que me ha encantado, en realidad nos has presentado una simple escena que resume toda la vida del alquimista, está bien conseguido el entorno, es original y te has alejado bastante de las historias realistas de “anciano mayor que se arrepiente de su pasado”.

    Buen trabajo, besos y ánimo!

    Escrito el 22 junio 2016 a las 10:38
  4. 4. Don Kendall dice:

    Hola Leosinprisa
    He leído el trabajo varias veces antes de pasar a los comentarios anteriores al mío.
    Estoy de acuerdo con lo que plantean en cuanto a las correcciones formales. Por mi parte, hay algún detalle que me llama la atención y te lo indico. En el párrafo : «Arrojó el primer caldero hacia el espejo. Miles de cristales se embebieron con avidez, distorsionando la forma de su reflejo.», tengo la impresión de que el verbo embeber no está bien utilizado en la forma reflexiva. Si arroja el caldero , el espejo se rompe, en tal caso puede suceder que:
    1 – Los trozos de cristal embeben al romperse (verbo intransitivo).
    2 – Los trozos embeben a otra cosa (al cubo, al líquido, a las dos cosas ) (verbo transitivo).
    Es una opinión desde luego, ya sabes que tan despreciable como cualquier otra ;-).
    En cuanto al relato, para mi guasto (leído en voz alta) hay alguna frase que resulta larga en exceso y frena el avance de lo relatado. El uso de adjetivos y oraciones subordinadas suele ser un riesgo, si no se controlan con mano dura. En mi opinión (etc..) sugeriría una relectura para hacer limpieza de flecos de ese tipo.
    En resumen, una historia original, aunque quizá ganase más sin ese guiño final que desmerece un tanto tu “versión” del mito de Faust. En ese sentido tal vez el Fausto renacido saldría a conocer a un agradable MUCHACHO, más que a una MUCHACHA ¿no? ;-)).
    Gracias por compartir tu trabajo
    Un abrazo

    Escrito el 22 junio 2016 a las 12:32
  5. 6. Otilia dice:

    Hola Leosinprisa,
    Tu relato me ha parecido muy bueno y se lee con fluidez.
    En cuanto a la forma, solo he visto pequeñeces que no estropean la narración.
    Ejemplo: En la frase,”Más no se preocupó, pues sabía,…”se te ha escapado un “que”. No me hagas mucho caso porque he llenado mi relato de “qués”, me lo han hecho saber los compañeros.
    Buen trabajo. Saludos

    Escrito el 24 junio 2016 a las 16:55

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