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Libros - por Sergiodammerung

El anciano encontró la llave en el bolsillo derecho de su chaqueta. ¿Dónde iba a estar si no? Cada vez estaba más chocho. Subió trabajosamente las escaleras hasta llegar a la segunda planta de su casa y abrió una puerta. Le encantaba ese lugar, se sentía maravillosamente bien, hasta creía sentirse más joven cada vez que entraba allí. La segunda planta era su biblioteca, su amada biblioteca. Todas las paredes estaban llenas de libros, desde el suelo al techo, libros viejos, nuevos, grandes, pequeños, nuevos, rotos, ediciones especiales, ejemplares firmados, libros en otros idiomas… le gustaba caminar despacio por las estanterías mientras pasaba suavemente sus viejos dedos por los lomos sus libros más queridos. A veces se paraba, sacaba uno en concreto, lo abría, se lo acercaba a la nariz con los ojos cerrados y lo olía, aspirando lentamente, recordando. Recordaba que de joven era capaz de reconocer un libro con los ojos cerrados solo por su olor. Sus amigos no se lo creían y de vez en cuando le retaban. A veces le engañaban con un libro nuevo. Pero él no caía en la trampa, decía simplemente que ese libro no era suyo. A sus hijos, como los llamaba, los conocía muy bien. De pequeño había tenido una infancia muy difícil. Nunca había encajado en ningún grupo, nunca jugaba con los demás niños en el recreo. No entendía a los demás, le parecía que no hacían cosas lógicas y entendibles y pasó épocas muy malas en las que no quería hablar. Lloraba amargado todas las noches. Tenía la sensación de estar encerrado en su propia mente y no podía salir para ser como los demás. Es su infancia no se llamaba ‘Síndrome de Asperger’, pero existía igualmente y siempre había existido. Yo era el niño raro, el que no hablaba con nadie, el diferente. Sin embargo todo cambió un verano en el que sus padres le compraron su primer libro. Nunca había leído un libro, y esa noche no pudo dormir. Se lo leyó entero, del tirón. El cansancio del día siguiente se vio compensado con creces con la agradable y nueva sensación que le invadía. Es como si no estuviera solo. El autor le hablaba a través de las palabras impresas. Los personajes le enseñaban cosas que le costaba entender en la vida real. Leyendo libros de divulgación aprendió más que en clase. Desde ese día no paró de devorar todos los libros que caían en sus manos. Cuando otros niños se gastaban la paga semanal saliendo con sus amigos, él se la gastaba en libros. Sus padres, al ver a su hijo por fin feliz, le permitieron esas “rarezas”. Recordaba con una sonrisa cómo su madre le regañaba cada vez que llegaba a casa con libros que se había encontrado tirados en la basura, tal era su ansiedad por leer. A él le daba igual que los libros fueran nuevos o viejos, de física, de terror o de ensayo, lo asimilaba todo. No entendía como podía haber gente que no leyera nunca, cuando él no era capaz de pasar un solo día de su vida sin leer. Sopesando en su vejez todo eso se dio cuenta de que los libros, y no las personas, eran los que le habían hecho ser como era. Desde entonces había tenido una vida plena, amigos, pareja, hijos, un gato, un perro, con sus altibajos y alegrías, pero plena. En definitiva había sido feliz. Se sintió inmensamente agradecido a aquellos volúmenes que llenaban su biblioteca.
El anciano cogió un libro que le gustaba especialmente, ‘El Sueño de Galileo’ de K. S. Robinson, puso en su equipo de audio algo de música clásica y se sentó en el cómodo sofá que tenía en el centro de la biblioteca. La luz de la tarde se filtraba benignamente a través del gran ventanal que iluminaba la estancia con luz natural, calentándole los viejos huesos. En ese momento sonaba la pieza ‘Chants d’Auvergne: II. Bailero’. Mientras leía, el dorado sol del atardecer le hizo cerrar los ojos. El anciano durmió plácidamente.

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6 comentarios

  1. 1. Toni Tosso dice:

    Me ha gustado mucho, me recordaba mi infancia, rodeado de mis libros, iba a librerías y bibliotecas, y recuerdo el olor de las páginas de los libros al abrirlos, la mezcla de papel y tinta… ciertamente no hay dos libros que huelan igual… me ha traído viejos y agradables recuerdos… Gracias

    Escrito el 17 junio 2016 a las 22:09
  2. 2. saulo dice:

    Precioso relato Sergio.
    Tan solo una cosilla. Me chirría un poco que en mitad del relato, que está en tercera persona, de repente aparezca el “Yo era el niño…” para luego seguir con la tercera otra vez.
    Como entenderás, lo primero que voy a hacer es buscar el libro y la canción que mencionas.
    Felicidades.

    Escrito el 21 junio 2016 a las 12:41
  3. 3. Paco Gijon dice:

    Hola Sergio. Tu relato me ha gustado, discurre sin sobresaltos desde el principio hasta el fin, que aunque es previsible, me parece coherente. Dos cosillas: una lo de cambiar de tercera a primera persona, que ya comenta Saulo. Y otra, en ocasiones el texto se reitera sin necesidad: “La luz de la tarde se filtraba benignamente a través del gran ventanal” esto sobraría: “…que iluminaba la estancia con luz natural.” Disculpa mis manías de sintetizar y abreviar.

    Escrito el 21 junio 2016 a las 18:25
  4. 4. ortzaize dice:

    me ha encantado
    lo has narrado con una delicadeza squisita, como si de alguien muy cercano hubiera pasado por esa experiencia.
    los detalles de la libreria casi las he tenido en mi mente y eel olorcillo de los libros , bueno me ha encantado tu forma y relato. gracias

    Escrito el 21 junio 2016 a las 20:44
  5. 5. Segiodammerung dice:

    Hola y gracias por vuestros comentarios. Lo de cambiar a primera persona en mitad del relato ha sido un fallo, lo se, me di cuenta cuanto había mandado el texto y ya no podía hacer nada. Y eso es lo que pasa por escribir el relato el último día a última hora y no tener tiempo de dejarlo reposar, de revisarlo pasados unos días. Pero bueno, ya iré mejorando. ¡Gracias a todos!

    Escrito el 26 junio 2016 a las 09:59
  6. Hola Sergio!!

    Cómo me gusta el olor de los libros!! Y cómo me gusta ver su paso del tiempo, con sus hojas de ese color amarillento que ni osas tocar por miedo a que se deshaga en pedazos…

    Tu historia me ha gustado mucho, y no veo nada a destacar en el aspecto formal.

    La frase escrita en primera persona, yo no la veo mal, pero debería estar entrecomillada, como si fuera un pensamiento del anciano.

    Espero seguir leyéndote!!

    Muchas gracias por tu comentario!!

    Un saludo

    Escrito el 30 junio 2016 a las 16:00

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