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Alma lastrada - por Silver

El anciano encontró la llave en la parte superior del viejo estante que flanqueaba el chaflán izquierdo de la cocina. «Ajá» exclamó satisfecho hacia sus adentros. Cuidadosamente bajó de la silla de respaldo orbicular en la que se había enfilado, sacudiendo las pelusas que se enredaban entre los gruesos dedos de sus arrugadas y callosas manos tras tantear la polvorienta superficie. Cruzó el recibidor bañado en la suave luz que penetraba por las amplias y diáfanas cristaleras, dejando entrever las diminutas motas de polvo que danzaban de forma ascendente entre el haz. Atravesó el pasillo, privado de cualquier ventana y oscuro en contraste, en las paredes del cual reposaban cuadros y fotografías enmarcadas de distinta índole. La de una pareja en el altar, la de un niño pequeño que junto a su perro y un hombre joven posaban sentados en un columpio de madera, una representación a carboncillo que mostraba la imagen de un coyote aullando a la luna sobre una roca del desierto, y alguna pintura más. Ya en el salón se dirigió sin pausa alguna frente al televisor, se inclinó para encararse con el mueble que lo sostenía e introdujo la llave en la cerradura que custodiaba sus portezuelas, cesando así el escollo que se interponía entre él y lo que aguardaba en el interior del mismo. Introdujo las manos, y con afán de escrudiño, apartaba revistas, diferentes juegos de tablero ya en desuso y demás trastos. De pronto una sonrisa afloró en su rostro mal afeitado, curvando caprichosamente los surcos que recorrían su atezada y curtida piel. «Sabía que este no sería capaz de tirarlo», adujo triunfal para sí mientras retiraba la botella de elaborado diseño de su injusto confinamiento. Aferrándola por el cuello se dejó caer, cansado, sobre el sofá ubicado cara al frontispicio del aparato. Habiendo tomado asiento, el hombre procedió a llenar la copa a su vera con el licor de áureas y cobrizas tonalidades; expiró acongojado, y acercándosela a sus labios procuró el primer trago. Cuando la primera copa se hallaba ya vacía, repitió el proceso, añadiendo esta vez un cigarro que sacó de un cartoncillo en el bolsillo de su camisa. Bebió en soledad, mientras el humo y los recuerdos se arremolinaban entorno suyo y la sobriedad le abandonaba una vez más. El mismo tiempo jugueteaba con él, regodeándose en el decremento de su correr cuanto más pesaba sobre sus hombros y acelerando su marcha en aquellos momentos en los que pudo gozar de la felicidad, aquellos efímeros y ya lejanos tramos en su camino en los que todavía tenía algo que perder, algo por lo que luchar. Y es que, con los años, y muy a su pesar por lo apesadumbrado de la misma, una lección había calado en el fondo de su ser: «La vida consiste en la pérdida y su asimilación. Continuamente, y para seguir adelante, acontecerán esas pérdidas. Algunas más banales, otras como si de un pedazo de tu propia alma, de tu mismísima esencia se tratasen. Perderás la salud, perderás la juventud, perderás el pelo, perderás personas, perderás un motivo por el que seguir adelante… y aun así, deberás seguir, aceptándolo, asimilándolo, viviendo con ello». Luego, estaban los errores…aquellos lastres de distintas denominaciones que todavía arrastraba irremediablemente. «No debí comportarme así», «me equivoqué»…Una serie de penitencias en forma de arrepentimientos y fallos del pasado que brotaban en su mente con renovadas energías cuando bebía, pero a su vez, sólo podía silenciar cuando seguía bebiendo. Y eso hacía, a pesar de los esfuerzos de su hermano menor por tirarla (o esconderla en este caso) en sus exiguas visitas.

El graznido de la criatura que ejercía como su único acompañante retumbó por la abovedada sala, sacándolo del recurrente y ebrio ensimismamiento melancólico.

— ¡Calla Merry! —espetó furioso con una distinguible dificultad en la pronunciación.

El loro reiteró con provocador y chulesco reclamo mientras mordisqueaba sonoramente los barrotes.

—No seas cansino —repuso tambaleándose con un tono conciliador y más calmado—. Sabes que te aprecio amigo per…—La frase quedó inacabada ante la interrupción reincidente del ave.

Borracho, hacía ademán de erguirse mientras esgrimiendo la botella vacía en el aire vociferaba improperios contra su emplumado compañero, cuando un nuevo sonido turbó su arranque de cólera; era el teléfono. Lo aferró dubitativo para escuchar la voz de su hermano. Una de sus contriciones, su hijo mayor, con el que se mantenía en enemistad desde hacía años, había muerto; y lo que le dejó aún más confuso y perplejo, la policía quería verle.

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6 comentarios

  1. 1. GAIA dice:

    Hi-yo Silver! Me ha gustado tu relato aunque pienso puedes decir lo mismo, acortándolo un poco. El loro forma parte importante de la trama, qué bien!

    Me puedes leer más abajo en el 202

    Escrito el 18 junio 2016 a las 13:04
  2. 2. Anna Trejo M dice:

    Silver
    Aunque tu idea es muy buena, creo que sería mejor formulada en una extensión muchísimo más corta.

    Animo y a seguir escribiendo, que lo haces muy bien.

    Escrito el 20 junio 2016 a las 19:10
  3. 3. Sergiodammerung dice:

    Creo que este relato le falta algo de claridad, orden y “reposo”. Aunque la idea es buena, creo que no está bien ejecutada y debería ser algo más corta. Si fuera más corta te obligaría a quitar palabras innecesarias y el efecto sería más efectivo. Te animo a escribir el próximo relato el primero día del plazo del taller, y el último o penúltimo día leerlo. Seguro que quitas cosas y cambias otras y queda mejor. ¡A mí me pasa!
    ¡Nos leemos, sigue así!

    Escrito el 21 junio 2016 a las 10:02
  4. 4. Yolanda Tovar dice:

    Hola, Silver:

    La idea del relato es buena y he de decir que no he podido dejar de leer hasta saber en qué acababa todo. Aún y así, la lectura se ha visto algo entorpecida por un exceso de adjetivos. Además, el final necesita un arreglo para ser impactante. Debería ser el resultado o la consecuencia de algo que se mencione con anterioridad y aquí el hermano aparece de la nada. Y, ¿cómo llega el anciano a la conclusión de que es su hermano?
    A seguir trabajando, que para eso estamos aquí.
    Nos leemos.

    Un saludo

    Escrito el 23 junio 2016 a las 07:55
  5. 5. beba dice:

    Hola,Silver:
    Coincido en que tu cuento tiene poca tela para ser tan extenso. También en que usas demasiados adjetivos;agrego que casi siempre los colocas delante de los sustantivos,lo que vuelve monótono el discurso.
    Revísalo y,seguramente,se leerá con más gusto.
    Saĺudos.
    (203)

    Escrito el 23 junio 2016 a las 23:12
  6. 6. Silver dice:

    Gracias a todos por los comentarios, siempre vienen bien opiniones ajenas. Dicho esto, la verdad es que este relato está directamente relacionado con el del taller anterior, y entiendo lo que decís de que parezca que no concluya en nada concreto. Y bueno, sabe que es su hermano porque lo conoce y le ha llamado.

    Saludos.

    Escrito el 29 junio 2016 a las 22:44

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