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El agua llega siempre al río - por Morice Nipapaian

El agua llega siempre al río
María sabía que las líneas convexas en la cintura y sus lentes “fondo de botella”, no la hacían precisamente una chica atractiva. Al menos no para el nuevo vecinito, a quién desde su llegada al barrio unos meses atrás, no paraba de mirar. Por supuesto, muy discretamente y solo cuando su papá lo llevaba a la escuela en su flamante Ford Falcon modelo 75.
Sin embargo, la indiferencia de Luciano –conocía su nombre debido a las mentas de su madre- no se comparaba ni un ápice con el desdén que profesaba hacia su prima Matilde, compañera de aula en el colegio, quien se complacía en burlarse y desmerecerla a causa su silueta y poco agraciada figura. Aunque no le faltaban atributos a los quince años, el uniforme de pollera tableada a la altura de las rodillas, la miopía heredada de su madre y la dictadura moralista de las monjas, contribuían poco a la sensualidad. Sus buenas calificaciones eran cuestiones por las que este chico no se enamoraría de ella jamás. La frutilla del postre en toda esta retahíla de infortunios, la colocaba su “linda primita” –que a decir verdad, con sus bucles amarillos, ojos celestes y sonrisa despreocupada la colocaban en el top de su promoción-.
Inconscientemente anhelaba la ruina de Matilde, algo así como un resbalón en público, la traba de su lengua o cualquier “fatalidad” que provocase la risa de sus compañeros y el comentario de la gente; pero, pensaba, “que si la providencia no intervenía, era menester ayudar al destino”. Para ello, nada más apropiado que el conocimiento de sus puntos flacos, radicando allí tal vez, la clave del éxito. María sabía de antemano, por tía Lidia –hermana de su papá y mamá de su prima-, la obsesión que sometía a Matilde por cuidar su cuerpo, opuesta a la tentación que la arrastraba a comer los pasteles preparados por su madre, de profesión pastelera desde la juventud. Se devanaba “el seso” pensando en cual podría ser el hilo conductor qué, haciendo uso de aquellos precedentes, pudiesen dirigirla en forma segura a la deseada revancha.
Habían comenzado a destellar como flashes en su mente, las imágenes de un viejo cuaderno que reposaba señorialmente sobre la repisa inferior, situada sobre los lavabos de la cocina: hojas un poco amarillas cargando recetas anotadas por su madre desde hacia tiempo, escritas con letra cursiva, a veces con lapicera y otras a lápiz –según lo que hallara a mano en el momento-, dictadas un poco al paso por su cuñada Lidia, cuando pasaba por su casa. Tal cual el estratega planifica la batalla, intentando atraer al enemigo a la emboscada, María maquinaba como acoplar aquellos elementos a su favor. El nexo se podría lograr quizá, vinculando la vanidad de su prima –el pecado preferido del diablo- y su debilidad. Tendría todo el fin de semana para pensar antes del lunes.

Cuatro y media de la tarde; Matilde de pie frente al espejo en su habitación no alcanzaba a dar con la blusa que le quedara justa para la ocasión. Con la cabeza fija en cristal de su cómoda, por más giros que realizaba intentando hallar su mejor perfil, nada la conformaba. Pronto tendría que partir al colegio para los preparativos de la quermés de María Auxiliadora, Virgen patrona de su escuela Salesiana. Más allá de los motivos religiosos, significaba una ocasión especial para llamar la atención del chico de 4° A por la que todas las chicas del colegio suspiraban desde comienzo de año, por las que no parecía mostrar demasiado interés. Íntimamente pensaba que Luciano “no la había descubierto y era hora de sorprenderlo con su luz”.
Sin embargo, a diferencia de otras veces, la inseguridad la dominaba. Padecía cargo de conciencia sabiendo que los “kilitos” aumentados en los últimos días, podían jugarle en contra para la conquista. En las tardes anteriores, mientras asistía a los preparativos de la quermés en la escuela, no logró poner freno a los postres de almendra y chocolate que su prima María preparaba para vender durante las festividades.
Lo que Matilde no imaginaba siquiera, es que María se valía del arte de tía Lidia, y que por carácter transitivo aprovechaba las recetas de su mamá; la razón de su desazón no estaba tanto en su falta de voluntad tanto como en haber sucumbido a los planes de quien hasta entonces, había considerado una gordita cuatro ojos. Así, hasta "el pelo más delgado hace sombra en el suelo”.

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3 comentarios

  1. 1. CARMELILLA dice:

    Hola Morice:
    Buen relato, buena trama, avanza ágil… y por eso me he quedado algo “plof” con el final, esperaba algo más sorprendente, esperaba que la venganza del “patito feo” fuera contundente…esperaré a otro relato.
    Cuando escribimos pensamientos hay que hacerlo entre comillas latinas.
    Algún desliz insignificante como “a causa su silueta”, sería “a causa de su silueta”.
    —”que a decir verdad….·no se por qué has puesto esta frase entre guiones, que por cierto no aprecio si lo que usas es la raya del diálogo o guión corto, en todo caso, habría que utilizar la raya del diálogo.
    Te ha faltado el artículo “el” en la frase “en cristal de su cómoda”.
    Por cierto qué es ¿lapicera?
    Morice me parece un buen relato, hubiera mejorado el final.
    Nos seguimos leyendo.
    Saluditos.

    Escrito el 18 octubre 2016 a las 20:35
  2. 2. Ana dice:

    Hola Morice,

    Buen relato, muestra bien el caso de quien sufre por su sobrepeso, y sabe que para los muchachos lo que importa es el físico. No la inteligencia ni la simpatía. Y para colmo, la prima bonita que se burla.

    Muy ingeniosa la venganza a través del estomago de Matilde.

    Sugerencias para mejorar:

    Me parece oscuro “conoce el nombre de Luciano por las mentas de su madre”. No se si sea solo yo, pero no lo he entendido.

    Sobre los párrafos: Hacer mas, con menos lineas y dejar blancos entre ellos permite ir asimilando mejor la historia.

    Saludos y a seguir escribiendo, que nos gusta.

    Creo que suena mejor:
    “María sabía que las líneas convexas en su cintura y los lentes “fondo de botella”, no la hacían precisamente una chica atractiva”

    Escrito el 18 octubre 2016 a las 22:07
  3. 3. Ana De la Hoz dice:

    Hola Morice,

    Me gusta el relato. Refleja bien el problema de la chica con sobrepeso que sabe que al chico no lo va a atraer con sus calificaciones, sino con el físico. Y para colmo, la burlona de la prima en el mismo salón.

    Muy bien planteada la venganza a través del estómago de Matilde.

    Sugerencias para mejorar:

    Separar el texto en mayor número de párrafos para asimilar mejor la trama. Dejar lineas en blanco para separarlos.

    Y no me queda claro como es que conoce el nombre de Luciano debido a las mentas de su madre. No se si soy yo, pero lo lo entiendo.

    Te mando un saludos y mi deseo de que sigas escribiendo.

    Escrito el 18 octubre 2016 a las 22:15

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