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El cuaderno rojo - por Edmundo Dantés

Web: http://elfabulador1005.blogspot.com.es/

El cuaderno rojo

Otra vez salía llorando de la residencia donde estaba ingresada su abuela Inés. A Ana se le partía el corazón cada vez que iba a verla, aquella mujer que un día fue tan vital ahora se había convertido en casi un vegetal. Le dolía el alma cada vez que su abuela la miraba como a una extraña sin reconocerla. Últimamente apenas hablaba y muchas veces decía cosas inconexas. Ana había pasado un rato en aquel cuarto frío como una habitación de hospital, haciendo compañía a su abuela, que aquella tarde le había dado por recitar como una letanía
Ana, secándose las lágrimas se dirigió hacia el metro.

Aquella noche a Ana le costó dormirse, pero finalmente calló en un profundo sueño y su mente volvió a la infancia que es el tiempo de los sueños. Le encantaba cuando su madre la llevaba a casa de los abuelos, nada más entrar iba corriendo a dar un beso a su abuela que la más de las veces la encontraba en la cocina. Su Inés tenía buena mano para la cocina y sobre todo era un artista de la repostería. Siempre la sorprendía en medio de la preparación de algún pastel o alguna tarta con su toque especial, y siempre le quedaba todo delicioso.

Un día todas mis recetas secretas serán para ti – le decía cariñosamente su abuela.

Y parece ser que Inés se tomaba en serio este tema de la herencia gastronómica porque iba apuntando religiosamente todas sus recetas en un precioso cuaderno de tapa dura forrado de tela roja. A Ana le encantaba observar a su abuela escribiendo con aquella pulcra caligrafía, apuntando ingredientes, cantidades y procedimientos.

Sonó el despertador, otro lunes gris y sombrío, toca levantarse para ir a trabajar. Su marido todavía durmió un poco más. Cuando José, su marido, acabó por levantarse, ella ya llevaba un buen rato levantada, se había duchado, secado el pelo, hecho el desayuno y estaba dispuesta para salir, perfectamente vestida y maquillada. Cuando salieron juntos por la puerta, él llevaba como siempre su habitual aspecto desaliñado. Bajaron los dos en silencio en el ascensor porque no tenían nada que decirse.

¡ El cuaderno rojo! – recordó entonces Ana mientras reflexionaba sobre el sueño de aquella noche.

Al volver del trabajo se pasó por casa de su madre y le pidió las llaves del viejo piso de los abuelos.
Al entrar notó un fuerte olor, el piso llevaba mucho tiempo cerrado. Allí petrificados estaban los recuerdos de toda una vida. Estuvo rebuscando un buen rato y a final dio con él, allí tenía entre sus manos el cuaderno rojo de las recetas, aquel pequeño tesoro era suyo porque así se lo había dicho su abuela hace muchos años.

Aquella semana, Ana hizo acopio de harina, azúcar, huevos, leche, levadura, chocolate, naranjas y esencias varias, y en su poco tiempo libre estuvo practicando con aquellas recetas, estaba dispuesta a sorprender a su abuela con un buen pastel. Era su pequeña venganza contra la crueldad del olvido.

Al siguiente domingo, se presentó en la residencia con el pastel de chocolate y naranja, nada más verlo su Inés sonrió. Hacía mucho tiempo que no la veía sonreír, a Ana le dio un vuelco el corazón. Amorosamente cortó unas raciones para su abuela, su compañera de habitación y para ella misma. Las ancianas manos temblorosas cogieron el pedazo de pastel y con la glotonería de un niño empezó a comérselo. De pronto, la mirada de Ana se topo con los nítidos ojos azules de su abuela iluminados por un destello de lucidez, como si un trocito de aquella alma que un día habitó aquel decrépito cuerpo hubiera vuelto por un breve instante. Ana sintió un escalofrío de satisfacción.

Tanto dulce no les conviene – le regañó una de las cuidadoras.

Tanto dulce, no les conviene… que absurdo – pensó Ana

Aquel día, por primera vez, mientras abandonaba la residencia, Ana no lloró después de ver a su abuela.

Dijera, lo que dijera la cuidadora, pensaba volver el próximo domingo con otro pastel, podría probar con la receta de pastel de chocolate blanco y regaliz– decidió mientras caminaba con paso alegre hacía el metro.

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7 comentarios

  1. “Y parece ser que Inés se tomaba en serio este tema de la herencia gastronómica porque iba apuntando religiosamente todas sus recetas en un precioso cuaderno de tapa dura forrado de tela roja.” Yo le pondría una coma antes de “porque” y “forrado”. Se siente muy frenético el párrafo sin ponerle pausas.

    “Al volver del trabajo se pasó por casa de su madre”. Me da la sensación de que ese “se” sobra.

    “Aquel día, por primera vez, mientras abandonaba la residencia, Ana no lloró después de ver a su abuela.” Mucho añadido en esta parte, siento que sobra el “mientras abandonaba la residencia” ya que suena redundante.

    La historia me recuerda a mi abuelo porque él también sufrió el alzheimer, tal vez por eso me haya gustado más, pero igualmente es una historia muy bonita con una venganza distinta a las que se te podrían haber venido a la cabeza cuando leíste las bases del reto.

    Aunque me gusta la manera en la que has resuelto el reto, cambiaría la frase “Era su pequeña venganza contra la crueldad del olvido” por “hoy le había ganado una batalla al olvido.” después de “Ana no lloró después de ver a su abuela”. No se notaría tan forzado el querer demostrar al lector en qué se había superado el reto del mes.

    Suerte y espero que juntos mejoremos en esto.
    Relato 9 :D!

    Escrito el 17 octubre 2016 a las 19:45
  2. 2. SBMontero dice:

    Entiendo a la perfección qué querías hacer con esl texto, pero lo has edulcorado de tal manera que es complicado tomarlo en serio.

    Una pregunta simple, si lees tu propio texto, sé sincero contigo mismo, ¿Crees que es necesario saber el nombre de la abuela?

    Un saludo.

    Escrito el 17 octubre 2016 a las 20:23
  3. 3. JL Quijano dice:

    Pienso que se nombra demasiado a la protagonista lo cual quita dinamismo a la lectura. Se sabe por defecto que el relato trata de Ana, no es necesario nombrarla a cada paso que ella hace.

    El personaje de su marido me parece que sobra. No pinta nada en el relato su presencia, peor aun el hecho de que sea desalinado.

    “Era su pequeña venganza contra la crueldad del olvido.” A mi juicio estas forzando la trama de tu relato al reto de la “venganza” cuando no es necesario. Se puede tranquilamente no incluir la venganza y el relato continuaria con mas fluidez.

    El texto es demasiado largo para lo que dice y eso en un relato corto no es conveniente en mi opinion.

    Saludos

    Escrito el 17 octubre 2016 a las 21:22
  4. 4. Robles dice:

    Gracias por pasarte por mi relato. Acabo de terminar tu texto y, dentro de lo que cabe, he notado realismo en la historia. Hay que pulir algún que otro detalle pero, en general, una buena lectura. Para el próximo relato, te reto a que dejes boquiabierto a más de uno. Estoy seguro de que eres capaz de hacerlo. Un saludo.

    Escrito el 19 octubre 2016 a las 08:47
  5. 5. campanula dice:

    Hola Edmundo, tu historia me ha dado un aire de nostalgia tremendo, es preciosa, su abuela me la he imaginado con sus lindos ojos azules y sus destellos de lucides, me ha gustado mucho el nombre del titulo, el rojo es un lugar que atrae, creo que no importa si lo ves o solo lo lees.

    El personaje y la escena del marido sobran, creo que no son relevantes dentro de la historia, es una historia que pertenece a ellas dos, abuela y nieta, amé la venganza, amé que fuera una venganza mucho más allá de las instintivas, tu texto me gusto mucho, aunque estoy de acuerdo con los demás en que lo has saturado de cosas que no eran necesarias.

    Estoy en el 189 por si quieres pasarte por allí, nos estaremos leyendo

    Escrito el 21 octubre 2016 a las 14:35
  6. 6. Gama dice:

    Saludos!
    Creo que hay un abuso de pronombres demostrativos en la primera parte del texto, además hay algunas correcciones ortográficas por hacer.
    La historia me parece conmovedora, es muy difícil cuando la degeneración cognitiva ataca a una persona querida. Me ha gustado, me hace reflexionar.
    Sigue escribiendo !

    Escrito el 21 octubre 2016 a las 23:05
  7. 7. Larahan dice:

    Una historia conmovedora y que tranquilamente puede sucederle a cualquiera. Una idea muy buena.

    No tengo nada que añadir a lo que ya te comentaron salvo que la falta de el “—” al inicio de los dialogos es algo que no me acaba de convecer. Y quizás, el pensamiento de Ana quedaría mejor entre comillas. Es mi opinión.

    Saludos.

    Escrito el 22 octubre 2016 a las 21:55

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