El manuscrito - por Anastasio de la Torre

Como mi pasión por los manuscritos antiguos es de todos conocida, una vieja amiga me invitó a visitar el destartalado caserón que le correspondió en el reparto de la herencia de su tía abuela Hermengarda; la enorme biblioteca que ocupaba más de la mitad del edificio, había sido creada por Don Bernardo de Mendoza y Alcalá, conde de Marchidonia, un afrancesado de finales del XVIII que se dedicó a acoger en su mansión cualquier papel escrito que cayera en sus manos, en vista de que los tiempos no le permitían hacer otra cosa para mantener con vida sus ideas ilustradas.

Hurgando en los polvorientos anaqueles encontré, medio devorado por los roedores, el siguiente escrito, cuya transcripción al lenguaje actual acompaño.

ACERCA DEL ANCESTRAL DICHO DE QUE LA VENGANZA ES UN PLATO QUE SE SIRVE FRÍO.

Ya desde los antiguos tiempos en que la Hécuba cantada por Eurípides sacó los ojos al rey de Tracia, en venganza por el asesinato de su hijo Polidoro, los métodos para conseguir algo tan propio de la naturaleza humana como el castigo a quien nos ha ofendido, son algo tan buscado y a la vez tan perseguido por los que tienen a su cuidado el bien publico, que necesariamente deben ser secretos y al alcance de solo unos pocos escogidos, que sepan utilizarlos a su debido tiempo, con la consiguiente proporción y con la debida discreción. Así pues, ahí van una recetas para conseguir hacer pagar a quien nos ha injuriado y no ha sido castigado por la justicia del común, el mal que nos ha sido infligido.

PARA VENGARSE DE QUIEN NOS HAYA CAUSADO DAÑO O QUEBRANTO A UN ANIMAL DE NUESTRA PROPIEDAD.

Ahúmese la carne de un jabalí menor de tres años y que no supere las diez libras de peso, con la madera encendida de un roble que se habrá untado previamente con el jugo de la yerba llamada alberruche y trozos de la grasa del animal que haya sufrido el daño. Déjese reposar en sitio fresco durante al menos tres meses.
Cuando la persona que nos haya causado el mal pruebe este manjar, producirá durante el resto de su vida un pestilente olor cuando hable o abra su boca. Su aliento hederá de una forma tal que ningún ser se le acercará, con lo cual nuestra venganza quedará saciada.

PARA VENGARSE DE QUIEN NOS HAYA HECHO OBJETO DE UNA HUMILLACION PUBLICA.

En un caldero de regulares dimensiones elaboraremos un caldo con espárragos recién cogidos, berzas ya maduras y hojas de remolacha picadas por la mosca blanca. Lo filtraremos y añadiremos unas gotas del sudor recogido en el momento en que sufrimos el escarnio público. Lo enfriaremos añadiéndole trocitos de hielo de los neveros de la población.

Cuando la persona que nos haya causado el mal pruebe este manjar, comenzará su ojo derecho a titilar de tal forma y manera que será imposible pararlo durante el resto de su vida. Su movimiento sin fin causará miedo a cualquiera ser que se le acerque, con lo cual nuestra venganza quedará saciada.

PARA VENGARSE DE QUIEN HAYA DESPRECIADO NUESTROS REQUERIMIENTOS AMOROSOS.

Prepararemos una masa de bizcocho con harina de trigo candeal, no menos de media docena de huevos de gallina joven recogidos antes del alba, levadura y un pañuelo desmenuzado que haya estado en contacto con la persona que nos ha rechazado. El pastel que resulte lo recubriremos con confitura de manzana y arándanos y deberá reposar durante tres noches consecutivas a la luna llena.

Cuando la persona que nos haya causado el mal pruebe este manjar, notará una enorme desazón en todo su cuerpo que solo se le calmará ingiriendo grandes cantidades de miel y almíbar. No lo podrá remediar durante el resto de su vida. Su enorme gordura causará repulsión a cualquiera ser que se le acerque, con lo cual nuestra venganza quedará saciada.

PARA VENGARSE DE QUIEN NOS HAYA CAUSADO DAÑO FÍSICO TANTO CON ARMAS COMO SIN ELLAS

Pescaremos una trucha en un río que no diste más allá de diez leguas de nuestra población (si tal no hubiere habría que renunciar a esta receta). La prepararemos asándola en un espeto pero sin limpiarla de sus entrañas. Una vez dorada por fuera, la retiraremos del fuego y haremos láminas muy finas de su carne. Éstos los sazonaremos con sal marina, vinagre de uva blanca y gotas de sangre de los causados en nuestra afrenta.

Cuando la persona que nos haya….

Y hasta aquí llega lo que pude salvar del viejo pergamino.