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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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Dolor de barriga - por Jordi Lafuente

Web: https://jordilafuente.wordpress.com/

Las observaba mientras hacían la pócima del dolor de barriga. En sus tiempos, como mínimo le haría un ataque de tres días de tos con esputos o mejor todavía, uno de fiebres hemorrágicas acompañadas de temblores y sudores fríos o mejor aún, uno de pinchazos hepáticos con piedra en el riñón. Todo el mundo sabe que solo el parir es peor. Pero en lugar de eso dirigía su cansada mirada hacia las dos desde su mecedora, maldiciendo en silencio la debilidad de su hija, mientras depositaba sus esperanzas en su nieta, que miraba el interior del caldero encima de un taburete, luciendo sus preciosos zapatos de charol.

Le pidió a su hija que pasase la página del cuaderno de recetas para que no tuviese que parar de remover el líquido verde. La pequeña tuvo que ponerse de puntillas sobre sus zapatos negros y brillantes para poder hacerlo antes de volver a su sitio y clavar la mirada de nuevo en el preparado. Mientras removía y leía la nueva página del recetario, el olor nauseabundo de la pócima le recordó los viejos tiempos en los que era ella la que miraba fijamente los ungüentos que preparaba su madre, mucho antes de que la mecedora atrapase su cansancio en un chirriante vaivén infinito. Todo lo que había a su alrededor eran recuerdos: Los viejos pucheros; las sillas carcomidas; los manteles y tapetes tejidos a mano, verdes por el moho acumulado; El reloj oxidado y olvidado; los manuscritos de páginas arrugadas que contenían la historia y sabiduría familiar, las urnas con los restos de los antepasados que decoraban la repisa de la chimenea, las trampas para sapos de la ciénaga, la vieja mecedora que meció a su abuela antes que a su madre.

Estaba un poco cansada de toda esa historia que había conformado la suya porque aunque ella quería hacer las cosas de otra forma, allí estaba, preparando una pócima de dolor de barriga para el profesor de su hija por tener la desfachatez de expulsarla de clase de baile por llevar una rana. Le explicó a su hija, que aunque el cuaderno de la abuela tenía recetas peligrosas que no debería de usar nunca, algunas de ellas le podían hacer servicio si alguien la molestaba. Después la mandó a por ojos de tritón que necesitaba para completar el brebaje.

Le costó un poco reaccionar ya que estaba hipnotizada por las burbujas de plata que se hacían en la superficie de la sopa, acompañadas por el vaivén de la cuchara de madera de su madre, pero por fin saltó del taburete. Le encantaba ir a la húmeda y oscura despensa. Bajaba las escaleras de madera muy despacio para escuchar atentamente sus crujidos que parecían explicarle una historia. Deslizaba la mano por las estanterías llenas de limo y rozaba con los resbaladizos dedos, los botes de cristal multicolor que contenían toda clase de ingredientes inimaginables: Ojos de Rata, ojos de salamandra, ojos de tritón. El bote marrón estaba vacío.

—¡Mamaaaaa! ¡No quedan ojos de tritoooon!

—¡Pues sube un tritón enteroo!

De nuevo comenzó la búsqueda: Riñones de tigre, sesos de abeja, tritón entero. La obsesiva ordenación alfabética de su madre, le facilitaba el trabajo. Al coger el bote, el pequeño animal se movió. Seguramente su madre le habría impuesto algún hechizo al pobre bicho para que siguiese vivo dentro de su cristalina cárcel, con la única finalidad de disponer de tritón fresco cuando le hiciese falta. Sin pensarlo dos veces, cogió un baúl, lo acercó a uno de los ventanucos y liberó al tritón que ya casi había olvidado andar. Después rompió el frasco contra el suelo. Al llegar a arriba miró por un momento a su abuela meciéndose y a su madre cocinando antes de inventar en voz alta que se le resbaló el frasco de las manos y que el tritón escapó. Su abuela dejó de mecerse en señal de desaprobación y su madre, mirando a la abuela, se limitó a decir que tenía que tener cuidado porque el tritón era muy caro pero que no se preocupase, ya que si no ponían tritón, lo único que pasaría es que el dolor de barriga duraría dos días en lugar de cuatro. Ella aliviada por la falta de castigo pensó que para ser justos, al profesor debería de darle unos pinchazos hepáticos con piedra en el riñon.

Esa noche, la niña apuntaría en su cuaderno una nueva receta sin animales: Dolor de barriga.

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6 comentarios

  1. 1. SBMontero dice:

    Dejando a un lado alguna coma aquí, o allá, no creo que se pueda llamar relato, es más bien un entrante, una idea que podría convertirse en algo más redondo, pero relato no.

    Sé que es difícil apuntalar algo entre tan pocas palabras, pero si se puede en más, también se puede en menos, vamos, que menos es más.

    P.D.
    Me hubiese gustado leer algo sobre las tripas del profesor desparramadas por el suelo.

    Un saludo.

    Escrito el 17 octubre 2016 a las 18:35
  2. 2. DIASPORA dice:

    Hola, Jordi.
    Buen intento de crear una historia. Me da la sensación de que falta alto. ¿Serà màs intriga, màs conflicto? No obstante, se observa que eres un buen narrador. Adelante, entendiendo siempre que este blog es una escuela para todos.

    Escrito el 19 octubre 2016 a las 06:14
  3. 3. María Luisa Plaza dice:

    Hola, Jordi
    Sinceramente me he hecho un lío leyendo el relato.No acabo de enterarme de quién es la madre y quién, la abuela. Y la despensa se las trae.
    Me parece mucho despilfarro para conseguir solo un dolor de barriga. Estoy de acuerdo con SBMontero que la puesta en escena merece ver las tripas del profesor desparramadas por el suelo.
    Saludos, Marisa 117

    Escrito el 21 octubre 2016 a las 22:50
  4. 4. Osvaldo Mario Vela Sáenz dice:

    Hola Jordi, El escenario inicial que dibujas de tres personajes, me da una idea de que se trata de tres generaciones de brujas. l-a trama la vas construyendo con una descripción muy clara solo que a tu escrito le falta fuerza al llegar al final. pero me gusto tu havilidad descriptiva. Enhorabuena.

    Escrito el 23 octubre 2016 a las 23:39
  5. 5. Osvaldo Mario Vela Sáenz dice:

    Jordi, discúlpame por la havilidad que a veces me domina, espero que pronto surjan otras habilidades que puedan otorgar el perdón.

    Escrito el 29 octubre 2016 a las 00:49
  6. Gracias a todos por vuestros comentarios.

    Lo de las tripas por el suelo puede que sea el estilo de otros, pero no es el mio. A mi me gusta más hablar sobre el conflicto cotidiano, en este caso , el de tres generaciones de brujas, ofreciendo tres puntos de vista (que puede ser mucho en un relato tan corto, pero es lo que quería practicar).

    La verdad es que no es mi mejor relato. De nuevo gracias, espero que el siguiente esté un poco mejor 🙂

    Escrito el 11 noviembre 2016 a las 08:57

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