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Los cambios que da la vida - por Jennifer

Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte pero nunca pensé que me lo acabaría encontrando. No en estos momentos. No en ésta ciudad. Aún menos en éstas circunstancias.
Le miro. Me mira.
¿Cómo es posible que dos personas puedan parecerse tanto y ser tan diferentes?
Estamos en silencio.
Quiere matarme. Lo veo en su mirada… De hecho, casi lo logra. Pero, ¿por qué? ¿Por qué pienso que es distinto a mí?
Vuelvo a mirarle.
Es como si viera mi reflejo en un espejo. Es un hombre robusto, de mandíbula cuadrada y cabello oscuro. ¿Es posible que hasta tenga mi misma edad? Aparenta que sí.
No logro pensar con claridad.
Me percato de que Álber (mi hombre de confianza; mi mano derecha; mi mejor amigo) me observa en silencio apoyado en una esquina en silencio, seguramente preguntándose porqué aún no he acabado con la vida de éste hombre.
Yo también me lo pregunto.
Soy un hombre de pocas palabras. En otras ocasiones haría mucho tiempo que “mi gemelo” ya no respiraría.
No me gustan las complicaciones. Hace muchos años que descubrí que hacer preguntas (o sentir algún tipo de curiosidad) solo te trae problemas.
Pero éste hombre lo ha cambiado todo.
¿Por qué estaba en ésa casa? ¿Por qué me disparó en cuanto me vio? ¿Por qué me cuesta tanto arrebatarle la vida?
– ¿Qué piensas hacer conmigo? – Escucho decir.
Le miro. Sigo sin saberlo.
– ¿Por qué estabas en ésa casa? – Le pregunto.
El sonríe.
– Creo que lo sabes.
– ¿Para quién trabajas?
Sin respuesta.
– ¿Quién eres? – Apuntándole en la cabeza con una pistola.
El vuelve a sonreír.
– No me han pagado por matarte – Confiesa -. Me llamo Antón Harrison.
Y entonces recuerdo.
Cuando empecé en éste negocio (hace veinte años) el que fue mi jefe me ordenó que matase a una familia; los Harrison. Eran cuatro; los padres y dos adolescente… Recuerdo que fue para “dar una lección” al hijo mayor, que en esos momentos estaba en la universidad.
Comienzo a reírme.
¿Se supone que es una venganza? ¿Enserio?
Él me miro con estupor.
– Si quieres vengar la muerte de tu familia te has equivocado de hombre.
Se me acerca Álber y me dice al oído:
– Es policía. Debemos acabar con él lo antes posible, señor.
¿Policía? Quizás por esos estaba en esa casa. Habrán descubierto de alguna manera (desconocida de momento) que iba tras ellos.
Miro a Álber. Sé que debemos matarle y deshacernos del cuerpo lo antes posible (es muy probable que la policía, sus compañeros, estén muy cerca de nosotros), sin embargo, la curiosidad me puede.
Ahora que ha pasado un rato desde el tiroteo (y posterior secuestro) dejo de ver la maldad que divisaba en su mirada. Lo que ahora veo es dolor; un sentimiento bien conocido por mí.
– Déjanos – Ordeno a Álber.
– Pero señor…
– ¡Déjanos! – Le corto gritando.
Álber sale en silencio.
Cojo una de las sillas y me siento enfrente de Antón.
Acabo de comprender todo. El motivo real por el que no soy capaz de acabar con su vida.
No solo compartimos nuestro aspecto; nuestras vidas también son casi idénticas.
– Lo siento – Cuando pronuncio ésas palabras me suenan extrañas, como si hubiese sido otra persona las que las hubiera pronunciado.
Antón me mira extrañado.
– No maté a tu familia Antón. Estuve a punto, sí, pero no tuve el valor suficiente para hacerlo – Explico -. En ésos momentos era un aprendiz; lo hizo la mano derecha de mi jefe. Mi familia también murió por culpa de eso.
Me mira sopesando algo.
– ¿Por qué me lo cuentas?
– No lo sé – admito – , has hecho que algo cambie en mí.
Me río de pronto de lo que acabo de decir.
– Me parece increíble lo que nos parecemos y nos diferenciamos.
– Explícate.
– Tuvimos los mismos acontecimientos, la misma pérdida, en nuestras vidas. Tú escogiste ser policía, intentar cambiar las cosas; yo escogí convertirme en lo que más odio.
Saco mi móvil del bolsillo y me mando un mensaje a Álber; Marchaos. Después le quito las bridas a Antón.
– ¿Qué significa todo ésto? – Me pregunta.
Le miro.
– Te veo a contar con exactitud lo que le sucedió a tu familia. Y te vas a llevar una buena medalla de parte de la policía por haber arrestado a uno de los asesinos a sueldo más buscado de la última década.

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5 comentarios

  1. 1. M.L.Plaza dice:

    Hola.
    Soy M.L.Plaza, tu vecina del 46.
    Me ha gustado mucho tu texto, aunque me parece un poco inverosimil que un asesino a sueldo se entregue a la policía sin más. ¿Por qué se parece el policía al asesino?¿Se ha hecho la cirugía para poder encontrarlo?
    Sobre el estilo,a mí personalmente no me gusta que la información en un relato vaya entre paréntesis.
    Pero me ha parecido un relato muy interesante.

    Escrito el 17 noviembre 2016 a las 20:16
  2. 2. Anna dice:

    Hola! Soy Anna del 123

    Es un relato muy interesante, pero te voy a decir un error que cometí yo misma el mes pasado y es que los diálogos los escribiste mal, el dialogo tiene que estar pegado a la raya de inicio, y el verbo con el que indicas que está hablando tiene que ir en minúscula y también pegado a la raya. Me explico con un ejemplo: En principio hiciste esto:
    “– ¿Qué piensas hacer conmigo? – Escucho decir.”
    Pero lo correcto es:
    “–¿Qué piensas hacer conmigo? –escucho decir.”

    Otro ejemplo: “–¿Por qué estabas en ésa casa? –le pregunto.”

    Además lo que pusiste para identificar que es un dialogo fue el símbolo de resta o guión corto “-“, cuando en realidad es necesario el guion largo “—”

    Pero en general esta muy interesante el relato

    Escrito el 20 noviembre 2016 a las 17:19
  3. 3. Peter Walley dice:

    Hola Jennifer,

    Interesante relato, me ha recordado a películas como La isla o cara a cara. Hay algunos errores de ortografía, ten cuidado con eso. El contenido es interesante, aunque como dice M.L. podrías haber explicado por qué se parecen, ahora mismo no queda claro si es casualidad o si hay algo más.

    Saludos,
    Peter

    Escrito el 20 noviembre 2016 a las 19:41
  4. 4. PedroAntonio dice:

    Me parece un relato con buena estructura, aunque no ha habido espacio para desarrollarla, supongo que has tenido que recortar por la longitud máxima de las bases. Me gusta que insinúa la acción sin llegar a mostrarla y la violencia sin que sea ofensivo.
    Como punto mejorable, el texto está plagado de tildes aleatorias, de errores semánticos… creo que necesitaba una revisión antes de enviarlo.
    Del personaje protagonista, por un lado, se intenta hacer ver que sea un matón despiadado de gatillo fácil, pero por otro, en décimas de segundo cambia a un ser blando de corazón que se arrepiente de todo lo que ha hecho, sin pasos intermedios. Está contado en presente, y parece que pasa muy poco tiempo en toda la duración del relato, y dice en un punto que “Quiere matarme. Lo veo en su mirada…” para un poco de tiempo después decir “dejo de ver la maldad que divisaba en su mirada. Lo que ahora veo es dolor”
    Creo que con unas revisiones de forma y más espacio para contar todo lo que te pide el relato, puede quedar muy interesante.

    Escrito el 21 noviembre 2016 a las 10:11
  5. Hola, Jennifer:
    Relato imprevisible, con cierta tensión pero tal vez un poco plano en su estructura. En la forma algún que otro error. “Enserio” va separado, los guiones de diálogo van sin espacio que los separe del texto, “él me miro con estupor”, debería decir decir “mira”. Con respecto a Álber, primero el protagonista dice de él: “mi hombre de confianza; mi mano derecha; mi mejor amigo”, sin embargo él se dirige al asesino como “señor” y éste le grita como a un criado de cuarta categoría. La información entre paréntesis tal vez sea correcta, pero no se acostumbra a usarlos de esta manera.
    La escritura en general es ágil y se lee con facilidad, con ganas, no aburre, muy de guión cinematográfico. El contenido un poco inverosímil. La trama consiste en un sicario veterano y duro que no se sabe por qué razón se ablanda frente a su víctima, que es policía, hasta el punto de perdonarle la vida y entregarse. Un poco raro. Debe de existir algún vínculo desconocido que los une, el que ambos perdieran su familia, la del sicario no se sabe en qué circunstancias, no creo que sea suficiente motivo para un cambio tan radical y momentáneo. Como lector me pregunto, ¿será que eran hermanos y se refiere a la misma familia?, ¿será que eran hermanos de distinta madre? Son preguntas que no tienen respuesta y seguramente están mal planteadas. Veo el final de la historia un poco deshilvanado. De todas maneras el camino es el que todos transitamos: escribir, escribir y escribir. Sólo así se aprende. Felicidades por dedicarle horas a esa bella afición que aparece en uno sin saber ni cómo ni por qué. Todos estamos en lo mismo, unos avanzan más, otros avanzamos menos, pero el espíritu es el mismo. Nos seguimos leyendo. Estoy en el 52.

    Escrito el 22 noviembre 2016 a las 10:56

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