Recuerdos - por Ismael Tomas Perez

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Quizás uno de los recuerdos que tengo mas presente de mi juventud, que más me cautivó y que, sin duda, me aportó una experiencia extraordinaria de la que aún hoy estoy disfrutando, se trata sin duda del campamento de verano.
Aquel campamento de verano al que mis padres me enviaban con el fin de pasar las vacaciones estivales de una forma divertida, disciplinada y a la vez económica, ya que en aquella época, nuestros padres, al igual que la mayoría de los familiares de los compañeros de colegio, sufrían una carencia de recursos bastante acusada.
Esa época, en la que el país entero había sufrido un cambio social y político muy brusco, en el que la falta de trabajo había mermado en gran manera la economía de la mayoría de las familias, nuestros padres tenían que ingeniárselas para que pudiéramos disfrutar de vacaciones mientras ellos seguían trabajando. Afortunadamente el colegio al que yo asistía, de carácter religioso, organizaba todos los años unas jornadas veraniegas muy asequibles. Así seguíamos juntos casi todos los compañeros, veraneando al aire libre y bajo la tutela de los mismos profesores que nos daban las clases durante todo el curso
Al segundo año de asistir al campamento conocí a Ricardo, un personaje peculiar, bohemio, taciturno, intelectual, enormemente despistado y sobre todo poeta.
Un poeta difícil de entender, su poesía se componía de una serie de versos que, la mayoría de las veces, no rimaban de ninguna manera.
Ricardo tenía un don especial, en sus poesías no respetaba a nadie, a ningún sistema o institución. Totalmente autodidacta no admitía ningún tipo de crítica cuando recitaba sus trabajos, solamente si se alababa su talento atendía con gran interés cualquier tipo de comentario siempre, claro está, de carácter positivo. Su forma de actuar denotaba su carácter revolucionario, indómito y anárquico.
El carisma que tenía Ricardo arrastraba a multitud de fans dentro del mismo campamento. Los mismos monitores o profesores tenían por él una gran simpatía a lo que les correspondía recíprocamente, que aun permaneciendo totalmente ajeno al colegio nos visitaba todos los días, después de la misa matinal para hacernos compañía.
En los tres años que pude disfrutar de aquel campamento, situado al norte del país, en la comunidad de Cantabria, tuve unas experiencias extraordinarias, tanto a nivel de convivencia y aventuras como de mi educación como persona. Recibí en tan solo tres veranos una formación a nivel de supervivencia como poca gente haya podido recibir.
Gerardo uno de los profesores que había pertenecido en épocas anteriores a varios grupos juveniles entre ellos a los Boy Scout me enseñó, al igual que a todos mis compañeros, a sobrevivir en condiciones extremas, haciéndonos conocer plantas e insectos que en un momento de apuro se ofrecerían como capaces de mantener el mínimo de nutrición con su uso.
Hoy en día, veinticinco años después, todavía sigo disfrutando del campamento, afortunadamente sin problemas de recursos económicos y, lo mejor todavía, como promotor de varios campamentos juveniles, aunque sin carácter religioso, para gente con pocos recursos económicos, y por supuesto deseando que llegue el momento de poder disfrutar de nuevo las últimas poesías de Ricardo, ya un anciano que me veneraba un cariño tan especial como yo a él.
Cada vez que me vienen a la memoria estos recuerdos, no puedo evitar sentir una profunda paz interior y convertir ese día en una alegre añoranza.