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Tormenta de verano (borrador) - por Raymond Carr

Las lluvias de verano en alta montaña son escandalosas. Por la tarde, sin apenas nublarse el cielo, empieza a descargar una tormenta eléctrica que estremece. La lluvia cae a intervalos irregulares y con fuerza. Y por eso, y a pesar de todo, es mágico contemplar a la vez el cielo en todo su esplendor azul junto al verde de los bosques y las nubes, que se mueven desafiantes. El arco iris es un fenómeno cotidiano.

Por la noche la tormenta podía continuar. Si estaba cerca, los rayos podían iluminar por un instante la habitación en la que dormía. Si lejos, tejían una corona de espinas en torno a la cordillera.

Yo tenía trece años y no sabía qué hacía en aquel campamento. No tenía del todo claro si mi estancia allí se debía a un premio o un castigo de mis padres. Tiempo después descubriría que el que yo estuviera allí no tenía nada que ver conmigo, sino con ellos. No sabían dónde meterme mientras organizaban su divorcio, su reconciliación o lo que quiera que decidiesen hacer con sus vidas.

Lo mejor del campamento de montaña habían eran las tormentas de verano. La mañana la teníamos ocupada en actividades dirigidas por monitores que nos ignoraban muy profesional y eficazmente. Alguien sugirió ir aquella tarde a la plaza del pueblo. «Todos los años traen atracciones infantiles, hay música, quioscos, y también baile los jueves».

La atracción principal eran los cochecitos multicolores, que se deslizaban por una pista de un color negro intenso y reluciente que a me atraía con fuerza. Era fenomenal estar resguardados de la tormenta bajo la cubierta, esperar sentados en unas gradas bastante incómodas y poder escuchar la música del momento. Había mucha animación. Grupos de chicos y chicas mayores que nosotros compraban fichas en la taquilla y corrían a ocupar los cochecitos libres antes de que sonara la sirena. Me parecía muy interesante estar allí sin hacer nada viendo como la gente se divertía. Se supone que yo también me divertía pero en realidad ya no me acuerdo.

Me dijeron que se llamaba Mireia, que era hermana de un chico que había estado en el mismo campamento que nosotros años atrás. Cruzó la pista con pasos ágiles, mientras no dejaba de sonreír ni un instante sus vaqueros desgastados esquivaron los obstáculos. Una melena color castaño desembocaba sobre la cazadora de cuero.

En la cena acordamos volver. Yo no entendía que nadie pensara en Mireia. A mí casi se me salía el corazón del pecho sólo de recordarla y temía que alguien lo descubriera.

Ya me había metido en la cama cuando oí ruidos en el pasillo. «Es un incendio, está ardiendo el bosque, han pedido voluntarios, yo voy a ir». Era uno de los chicos mayores que hablaba con el monitor. Desde la ventana de mi habitación se veía a lo lejos una mancha rojiza que parecía latir como un corazón. Si no podía ir a ayudar a apagar el fuego, cómo iba a presentarme al día siguiente delante de Mireia, qué podría contarle que le interesara.

Sin que nadie supiera por qué, al día siguiente fuimos a dar un paseo en bicicleta. Decidimos ir por un camino muy accidentado que se adentraba por la montaña. Al cabo de algunos minutos descubrimos algo que nos dejó atónitos. Allí, en una explanada junto a un río, probablemente el Segre, un grupo de chicas francesas de nuestra edad estaban levantando un campamento de verdad, con tiendas de campaña. Por su puesto que intentamos acercarnos pero nos cortaron el paso las responsables. No estuvieron desagradables ni antipáticas. Se limitaron a sonreír y a mirarnos con aire de suficiencia.

Iría yo solo. No estaba dispuesto a dar estúpidos paseos en bicicleta cuando sabía que en la pista de cochecitos la música rugía de lo lindo. Con las cien pesetas que tenía podía comprar una enormidad de fichas. Era jueves y los vecinos de los pueblos de alrededor acudían al baile. Era difícil pillar un cochecito, me hice con uno. Apareció Mireia que no conseguía encontrar uno libre. Cruzó por delante del que ocupaba yo, me puse de pie y le indiqué que subiera al mío. Sonó la sirena y no le quedó otra opción que aceptar mi invitación. Puso sus manos pequeñas en el volante, me miró y sonrió. Emitió un gritito y una soltó carcajada cuando alguien nos sacudió por detrás.

Estos recuerdos no me harán poeta pero cómo echo de menos el desconcierto de aquellos años.

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8 comentarios

  1. 1. Xerchio dice:

    Creo que si, tienes razón, es un borrador, supongo que no tuviste tiempo de revisarlo.

    la historia iba bien hasta que has metido lo del fuego, parecía fuera de lugar, y luego lo de las chicas francesas que también, después has retomado el tema de lo cochecitos y Mireia y entonces he pensado que no te habías olvidado de la historia, las veo como dos pequeñas anécdotas que no aportan mucho a la trama central, por lo que considero que sobran.

    Me ha recordado gratamente a mi infancia, yo tuve una Mireia en mente también y los coches de choque estaban en medio…

    Escrito el 17 diciembre 2016 a las 00:23
  2. 2. J. Colmarias dice:

    Muy buenas Raymond Carr,

    La historia comienza bien y creo que se desarrolla regularmente hasta casi el final. Estoy de acuerdo con el compañero de arriba en cuanto a lo del fuego, no aporta mucho a la historia. Lo de las francesas tampoco tiene una unión con la historia principal. La manera de pensar del niño es acertada, ya que a esas edades damos importancia a cosas que no la tienen.

    Gramaticalmente se te han pasado por alto algunas cosillas, te señalo algunas por si quieres cambiarlas:

    “Lo mejor del campamento de montaña habían eran las tormentas de verano”
    “reluciente que a me atraía con fuerza”
    “Por su puesto que intentamos acercarnos”

    Un saludo!

    Escrito el 17 diciembre 2016 a las 13:22
  3. 3. Carlos dice:

    Gracias Xerchio y J. Colmarias por leerme y por vuestros comentarios.
    Lo que trato de exponer con el fuego y las francesas junto al río es el estado de ánimo del chico. Son dos escenas que podrían desarrollarse en dos capítulos. Y de todas maneras es el ambiente de un campamento de verano. La verdad es que en general no estoy contento con este texto.
    En cuanto a los errores gramaticales los reconozco.
    Intentaré leeros.
    Hasta pronto.

    Escrito el 17 diciembre 2016 a las 20:36
  4. 4. Elvi dice:

    Me ha gustado mucho leerte pues trasladas tu entusiasmo, tu manera de vivir los hechos a las otras personas.
    Escribes como lo sientes y posiblemente lo reflejas tal como lo hablas. Tienes que pulir más lo que escribes, tu manera a veces poética de expresarte falla en el papel. Tienes la mitad del camino andado te merece la pena trabajar mas.
    Saludos, hasta la próxima.

    Escrito el 17 diciembre 2016 a las 21:51
  5. 5. Carlos dice:

    Gracias Elvi por leerme y por tu comentario.
    Sí, como tú dices hay una base de experiencia personal en el texto, pero sólo una base. A mí tampoco me gusta mucho mi texto de este mes, me ha salido demasiado explicativo.
    Intentaré leer tu texto.
    Hasta pronto.
    Feliz Navidad.

    Escrito el 18 diciembre 2016 a las 18:15
  6. 6. Jean Ives Tibauth dice:

    Hola Raymond.

    Tu frase: “los rayos […] tejían una corona de espinas en torno a la cordillera”, me pareció muy bonita. Es muy visual y poética.

    En cuanto al relato… en el titulo hay entre paréntesis la palabra borrador. Quizá te equivocaste de archivo o no tuviste el suficiente tiempo en revisarlo y corregirlo. Y es que parece que el texto es en realidad el borrador. Tiene muchos cabos sueltos como la historia de las chicas, el paseo en bici o el fuego. Además hay frases mal redactadas, como si las hubieras recortado y se hubieran quedado palabras que no debían estar ahí.

    Una pena porque la ambientación del principio era muy buena.

    Nos seguimos leyendo.

    Te invito a que despellejes el mio a gusto:
    https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-39/6752

    Escrito el 19 diciembre 2016 a las 22:56
  7. 7. Raymond Carr dice:

    Hola Jean, gracias por leerme y por tu comentario.

    Lo de la palabra borrador junto al título me gusta y puede que la siga utilizando. De momento estoy tratando de acumular material sobre el que pueda trabajar después. Sí, el texto tiene errores de corta y pega, qué le voy a hacer.

    En cuanto a la frase de las espinas ¿te gusta de verdad? a mí también, después de releer el texto creo que es la mejor, pero no creo que sea totalmente mía. De todas maneras, es verdad que los veranos en la alta montaña son así, la naturaleza habla, y para qué vamos a hablar de la primavera. Tengo ganas, muchas ganas de trasplantar la primavera en la alta montaña a uno de mis relatos.

    Esos cabos sueltos a los que te refieres no los veo como una dispersión sino como un intento de profundizar en la psicología del personaje utilizando un cambio de escenario. Si te fijas, de lo que hablo es de que el chico no se ve con experiencia suficiente para seducir a Mireia y quiere adquirirla (la experiencia) a toda prisa, una impresión introspectiva y unos anhelos muy propios de la adolescencia. Y lo hago sin ninguna clase de poesía, o con muy poca, ahora no recuerdo. Lo de las francesas está en la misma línea pero reconozco que sí es algo más de relleno. Las actividades del campamento no le llenan nada al chico y todo se le pone en contra cuando encuentra algo atractivo. Así han sido todos los chicos que conozco ¿tú no?.

    Habrá que reconocer mi fracaso. Lo que más me disgusta de mi texto es que es demasiado explicativo. Bueno, la próxima vez saldrá mejor. Y si no la otra, o la otra, o…

    A ver si tengo tiempo y veo tu texto.

    Hasta pronto.

    Feliz Navidad.

    Escrito el 20 diciembre 2016 a las 01:19
  8. 8. Olivia dice:

    Hola Raymond Carr:

    Casi te escribo en el límite de tiempo, pero este mes ando pillada.
    A estas horas ya tienes casi todos los comentarios posibles a tu relato. Solo añadir una cosa que he observado no solo en este si no también en otros textos tuyos: escribes de una forma muy natural, con mucha destreza en el uso de la palabra. Tus textos son frescos y fáciles de leer. Sin embargo, en los argumentos, a veces me pierdo. Da la sensación que quieres complicar demasiado las historias, quizás para darles más importancia, con lo bonitas que serían más sencillas en combinación con lo bien que escribes…

    ¡Feliz Año Nuevo!

    Olivia

    Escrito el 31 diciembre 2016 a las 00:25

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