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¿Para qué sirve la poesía? - por Verso suelto

Siempre íbamos los tres juntos a todas partes, pero, en aquella ocasión, Javi y yo nos quedamos en Madrid a preparar un examen de termodinámica que nos pusieron de improviso.

Sobre las cinco, cuando estudiábamos en mi casa, llamó la madre de Carlos. Había visto la información meteorológica en el telediario, no le cogía el teléfono y le entró el comecome. Quería saber si nos había llamado o “guasapeado”.

—Con este tiempo, en lugar de subir al Mulhacén, igual anda escribiendo el poema más bello del mundo y se le ha ido el santo al cielo mirando al mar… ¡vaya usted a saber dónde!”— dijo la madre que conocía mejor que nadie a su hijo, ¡todo un poeta!

Le expliqué que planeaba subir desde el refugio, ascender al pico y regresar a pasar la noche, para bajar al día siguiente a Capileira donde dejaría el coche. No sabíamos nada más.

Al poco rato volvió a llamar, muy intranquila; había hablado con el refugio de Poqueira donde en efecto durmió Carlos; por la mañana salió temprano con su mochila. Le dijeron que el tiempo estaba empeorando y posiblemente el descenso fuera más lento de lo previsto; que estuviera tranquila: también faltaba otro grupo de montañeros que madrugó un poco más que él y casi seguro se habrían encontrado y bajarían juntos.

A las diez fui yo el que llamé; a la mujer le temblaba la voz, no podía articular palabra y, entre sollozos, le pasó el auricular al padre quien me explicó que los montañeros se cruzaron con Carlos cuando descendían y le aconsejaron que volviera con ellos. «Ya estoy muy cerca de la cumbre», dijeron que dijo él; y también que se mostraba optimista, confiado en llegar antes de que el tiempo empeorara. Pero al poco de separarse comenzó a caer un aguanieve azotada por un viento huracanado y gélido que cortaba las carnes, haciendo difícil caminar sin perder el equilibrio: ellos las pasaron canutas, tenían que ir agarrados unos a otros. El vigilante del albergue dio aviso al grupo de montaña de la guardia civil, pero de noche y en esas condiciones solo cabía esperar una ventana de mejor tiempo.

Aunque mediaba el mes de mayo la temperatura bajo drásticamente, Carlos apenas llevaba ropa de abrigo, poca comida – fruta y un bocadillo que le prepararon en el refugio – y el agua justa para subir y bajar.

A la mañana siguiente sin haber pegado ojo, pendientes del teléfono, cogimos el coche y llevamos al padre a Granada. La hermana de Carlos se quedó al cuidado de la madre que dormitaba medio sonámbula por los tranquilizantes.

Hasta la noche no amainó el viento, aunque el frio mordía si cabe aún más. De madrugada se calmó del todo y amaneció despejado y primaveral. La patrulla partió con las primeras claras y, a eso de las diez, apareció Carlos; muy cerca de la cumbre, en un campamento improvisado aprovechando una oquedad que medio taponó, como pudo, con piedras de un canchal cercano.

A Javi y a mí nos impresionó la forma en que lo encontraron:
«Parecía tranquilo, hasta sonriente, con una pequeña linterna en una mano, ya con la pila agotada, y en la otra este libro», dijo el agente que nos dio la noticia, mostrándonos un poemario de Thennyson.

Viéndole en la sala donde más tarde le hicieron la autopsia, con la nariz afilada y la sombra de la barba, me vinieron los recuerdos de las tardes de domingo, cuando nos recitaba sus poemas con voz ronca y sonora que nos hacía estremecer. ¡Entonces sí le tomábamos en serio!, en esos momentos su firmeza le hacía grande y todos escuchábamos reverentes, sin comprender bien el alcance de sus palabras, que sin embargo nos sobrecogían.

Cuando terminaba de recitar, nos quedábamos callados y empequeñecidos hasta que alguien le preguntaba:

—Pero Carlitos, ¿qué significa ese poema?, ¿para qué sirve la poesía?

Y Carlitos tomaba justa venganza de todas las bromas que tenía que aguantar a costa de su vehemencia.

—Eso, lo tiene que averiguar cada uno —respondía con su enigmática sonrisa.

Quiero pensar que Carlitos no supo nunca, antes de entonces, para qué sirve la poesía; y que solo lo averiguó cuando, con el último aliento, leyó el poema que señalaba el marcapáginas:

“Permanece a mi lado, cuando se extinga mi luz…” (1)

Querido amigo, te recordaré siempre y buscaré la respuesta que tú ya has encontrado.
————————
(1) Comienzo de “In memoriam”, de Alfred Thennyson.

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6 comentarios

  1. 1. Jean Ives Tibauth dice:

    ¡Que sobrecogedor! Pensé que le habían encontrado con vida y no fue así…se me hace un nudo en el estómago.

    Sin embargo, de haber pasado mas tiempo, me habría creído mejor que lo encontraran muerto. Con un campamento como el que se fabricó y solo un día de supervivencia, tenia muchas posibilidades, sobre todo siendo, como parece, un montañero experto.

    Me ha gustado tu relato porque me has llevado por esa montaña y por esa angustia. Sin embargo creo que has dilatado el final. Una vez que descubrimos que está muerto creo que debería tener una breve conclusión. Lo que has usado para tu final me ha parecido precioso, muy logrado, pero yo le habría dado una vuelta para no alargarlo tanto. Quizá contar antes que sus amigos le hacian la pregunta de para qué vale la poesía y dejar para el final la sensación de que lo descubrió justo antes de claudicar.

    Te invito a que despellejes el mio a gusto:
    https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-39/6752

    Escrito el 17 diciembre 2016 a las 20:21
  2. 2. Osvaldo Mario Vela Sáenz dice:

    Hola verso suelto, La tuya es una historia por demás conmovedora. Yo, al igual que Jean, esperaba que Carlitos sobreviviera aunque la escritura me predisponía a un desenlace fatal.
    La conclusión me encanto:un extracto de un poema de “Lord” Tennyson, digna despedida a un poeta. Tu escritura es fácil de seguir y comunicativa.
    Muchas veces tragedias como estas acortan la inspiración pero te fluye el sentimiento. Enhorabuena.

    Feliz Navidad

    Escrito el 19 diciembre 2016 a las 15:34
  3. Saludos Verso suelto

    Interesante relato con final inesperado. Pensaba que el protagonista sobrevivia pero me equivoqué. Como dice Osvalo, eres muy comunicativo y eso ayuda a poder visualizar todo como si de una película se tratara.

    Felicitaciones y saludos.

    Escrito el 19 diciembre 2016 a las 19:05
  4. 4. Juana Medina dice:

    Hola Verso suelto,
    Aquí me tienes al borde de las lágrimas, tratando de afirmarme en la diea de que se trata solo del relato de un compañero.
    Realmente estupendo de principio a fin. Por supuesto que personalmente hubiera preferido que sobreviviera Carlitos, pero al mismo tiempo creo que a los fines de la historia está mucho mejor así.
    Felicitaciones y felicidades. Buenas Fiestas.

    Escrito el 19 diciembre 2016 a las 19:26
  5. 5. María Esther dice:

    La historia conmueve, está bien escrita enganchando al lector con facilidad; mantiene la tensión hasta el momento que Carlitos es encontrado. Y acá concuerdo con Jean que el final se prolonga un poco.No digo cambiarle el final, no, porque está muy bueno.Me gustó tu manera de escribir porque haces participar al lector,lo haces pensar,conmoverse, vivir momentos de angustia.
    Gracias Verso suelto, que la poesía va con nosotros como nuestra sombra y al decir de Yupanqui “pobrecita cuando muera con quien va a andar”.
    Maritel en el 101. Saul .dos y no leemos

    Escrito el 24 diciembre 2016 a las 03:53
  6. 6. Mariaje dice:

    Hola Verso Suelto,
    Me ha gustado el relato. Tu forma de escribir me pareció muy fluida y de fácil lectura y el final me encantó, me emocionó.
    Lo único que quizás, según mi humilde opinión, podría mejorase es que describes con mucho detalle los acontecimientos, por poner un ejemplo, mencionas qué llevaba consigo para comer, también muy en detalle lo que le dijeron a la madre en el refugio, cuando pienso que podría ser resumido en una frase dando más dinamismo a la lectura.

    Un saludo y que pases una feliz Nochevieja 🙂

    Escrito el 31 diciembre 2016 a las 12:06

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