Llámame Poeta - por Dante Tenet

“Llámame poeta”.
Con esta simple frase, diez años atrás, comenzó la historia.
Los recuerdos de aquella noche de campamento frente al mar estaban frescos en su memoria. Él, un muchachote tímido que solo expresaba sus sentimientos en una libreta de apuntes. Ella, la más linda de todas, siempre rodeada por una corte de admiradores.
Por esa magia que tienen los encuentros habían quedado solos frente al fogón, unas brasas que se apagaban lentamente iluminaban el momento. Ella lo miró como si nunca lo hubiera visto antes y preguntó su nombre. Él, sacando a relucir su orgullo herido por la falta de conocimiento, solo dijo:
—Llámame poeta.
Ella, asombrada ante la respuesta, pensó, “¿cómo este muchachito le daba una respuesta tan altiva?” y desafiante, dijo:
—Pues, entonces, léeme uno de tus poemas.
Él dudó por un momento pero en un arranque audaz abrió su libreta y leyó con emoción lo que un rato antes había escrito pensando en ella. Cuando estaba terminando la lectura, con todos sus sentimientos a flor de piel, ella se marchó sin despedirse ni hacer ningún comentario…

Sin saberlo, aquella noche ella se convirtió en su musa, y el poeta comenzó a escribir y escribir, pensando solo en ese encuentro. Su colección de poemas, “Amor frente al mar”, publicado tres años más tarde, logró un éxito editorial sin precedentes y varios de ellos, musicalizados por cantantes de moda, consiguieron reconocimiento popular. Luego sus relatos policiales, con un detective romántico algo antihéroe, siempre abandonado por la chica de turno, marcaron un hito en la novela negra y lo catapultaron a la lista de escritores con más libros vendidos.
Cada tanto, al comienzo de algún capítulo, ponía una estrofa de cuatro versos que no solo daba indicios del relato que a continuación se desarrollaba, sino que también se iba encadenando con otras estrofas colocadas en el mismo relato o en otros publicados anteriormente.
Una fan descubrió que las estrofas tenían una ilación y que, juntas, componían un poema. Lo publicó en las redes sociales y desató lo que se dio en llamar “la poema-manía de la novela negra”. Las ventas de sus libros se dispararon, todo el mundo quería descubrir poemas ocultos.
En la editorial no cabían de gozo y decidieron pedirle que escribiera la continuación de su primer libro de poemas. Él dudó; aunque nadie lo supiera, significaba abrir de nuevo su libreta de apuntes. Material no le faltaba, y ahora dominaba técnicas de escritura que le ayudarían a mejorar lo escrito. Pero en esas páginas se encontraban sus sentimientos más puros, salpicados por las lágrimas de aquella noche frente al mar.
Aceptó a regañadientes. Armó despacio una historia de amor, poema tras poema; la que él había imaginado vivir con ella. Mientras avanzaba con su tarea, el departamento de marketing de la editorial decidió que, para el lanzamiento, estuviera presente la fan que había descubierto el poema oculto en las novelas. Cuando le informaron de la idea para publicitar el libro, aceptó como una concesión a la editorial y se olvidó del tema.
El tiempo transcurrió. Presentó los originales, las revisiones ortotipográficas se hicieron. Al tener que definir la ilustración de tapa lo llamaron para que aprobara el arte de la misma, mientras miraba los distintos bocetos que le presentaron, un ayudante trajo el archivo con los datos de la fan que había generado toda esta movida. El título, escrito sobre la carpeta, le llamó la atención: “María Fernanda”, el nombre de su musa ausente.
El tiempo pareció detenerse. Dejó de escuchar lo que le decían y abrió la misma con temor, como presintiendo lo que iba a encontrar. Ahí estaba su foto. La reconoció, ella volvía del pasado. Se puso de pie interrumpiendo la reunión y dijo:
—El libro no puede salir como está, falta un poema —Todos lo miraron sin entender; estaban a una semana de entrar en impresión, la fecha de lanzamiento ya se había anunciado.
No escuchó a nadie y quedó en enviar al día siguiente el poema que faltaba.

Así llegamos al día de hoy, a la sala llena, con la efervescencia clásica del evento, a su fan sentada en el centro de la escena, que seguía sin saber que su poeta admirado y aquel chico a quien no presto atención encarnan la misma persona.
Él, de pié, frente a ella, comienzó a leer el último poema y dijo:
—Llámame poeta, pues aun cuando no lo recuerdes, este poema lo escribí para ti, y todos los poemas que lo siguieron también…