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Momentos de juventud - por iris herondale

El tercer verano de campamento de Adrián y todavía no se había acostumbrado al calor infernal que hacía allí. Al vivir en una ciudad tan fría como la suya, pasar los días con temperaturas superiores a los treinta grados le costaba. Por eso cuando les daban unas horas libres, aprovechaba para esconderse hábilmente entre unos árboles y leer durante horas bajo su sombra. Le relajaba muchísimo encontrar esos momentos de paz en los que enfrascarse en su poeta preferido, Bécquer. Solo con leer unos cuantos versos, un sentimiento de paz lo envolvía, y olvidaba por un momento la sensación de estar completamente solo. No tenía a ninguna de sus amigas allí, y hacer nuevas amistades le parecía increíblemente difícil. El único amigo que había hecho en esos años de campamento, Tony Blázquez, había resultado una relación bastante difícil. Realmente, no podía culpar a Tony por haberse enemistado con él. Los niños a esas edades no entienden muchas cosas de la vida, o eso le había dicho su madre. Igualmente, Adrián tampoco lo entendía. No había alcanzado la madurez suficiente. Pero tampoco podían esperar más, pues para sus once años ya tenía bastantes problemas serios. Sus padres siempre le decían que no se preocupara, que las cosas de críos se arreglarían con el tiempo. Y, aunque no hubiera pasado mucho tiempo, Adrián ya sabía que no se iban a solucionar por arte de magia. De ahí que sus padres lo torturaran con el maldito campamento. Para ellos, si conseguía socializar con el grupo de niños de su edad, probaría su normalidad. Pero, ¿qué pasaba si no quería probar nada? ¿Si consideraba que la normalidad que ellos representaban no le valía?

-Adri, cielo, ¿qué haces aquí solo? ¿No preferirías ir con los demás niños a jugar? Creo que van a hacer un concurso de rayuela.

La monitora más pesada del campamento, Juliana, lo sacó de su ensoñación, y la miró con los ojos entrecerrados.

-No me gusta la rayuela -le contestó, volviendo a dirigir su atención al libro.

-Vamos, no te pierdas estas experiencias. Aunque no lo creas, se acabarán muy pronto. A mí de estas cosas solo me quedan los recuerdos. Tenía la felicidad al alcance de la mano, y, ¿ahora? No tengo ocasión de pasar tanto tiempo con mis amigos o familia, y mucho menos de jugar a algo.

Adrián pensó por un momento en lo que le acababa de decir. Curioso, cuanto menos. Una adulta como Juliana lo envidiaba a él por su juventud. Pero, aún así, él la envidiaba a ella por su libertad. Ella podía expresar libremente su personalidad, pues, con sus años y madurez, ya había tenido experiencias que la justificaran. Al menos, ella podía decir lo que pensaba sin que la gente la tomara como un bebé que todavía no razona debidamente. Jamás desearía nada más de lo que tenía ella. Libertad al alcance de su mano. ¿No comprendía su afortunada situación? Parecía un sueño, pero nadie aprecia lo que tiene, claro está.

Finalmente, ante el hostil silencio de Adrián, la monitora decidió marcharse a darle la brasa a otros niños. Él no le dio importancia a su intrusión, pero pensó que en parte tenía razón. Tenía que probar cosas nuevas, vivir nuevas experiencias. Así que tomó una decisión importante. Guardó el libro de su estimado Gustavo en su pequeña mochila y rebuscó entre los delgados ejemplares que tenía. Sacó el único libro que le hacía replantearse toda su existencia. ¿No querían que hiciera amigos? Pues no se le ocurría uno mejor que Segismundo. Nadie como él lo podría entender. Los dos vivían encarcelados, presos de su existencia y sus circunstancias. Ese Calderón de la Barca sabía cómo plantearse la vida.

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3 comentarios

  1. 1. tyess dice:

    Me encantó. Un poco porque entiendo el argumento y un poco porque por un momento me engañaste: creía que iba derechito a jugar rayuela.
    Aunque he llegado a entender el argumento de Juliana, sería bueno que las Julianas del mundo comprendieran que hay más de una forma de “hacer algo nuevo” y adquirir más experiencias.

    Escrito el 19 diciembre 2016 a las 15:20
  2. 2. Vagabundo DeMente dice:

    Lo que más me gustó fue el final (sin menoscabo alguno del resto del relato). Si alguien ha de identificarse con el protagonista, nadie mejor que esta comunidad literauta, precisamente. ¿A quién de entre nosotros no le suena familiar esa experiencia desagradable de que te saquen de un jalón del mundo en el que te habías sumergido mientras leías un buen libro? Por mi parte puedo decir, ese niño bien pude haber sido yo.

    El único fragmento en el que me tropecé fue “La monitora más pesada del campamento, Juliana, lo sacó de su ensoñación, y la miró con los ojos entrecerrados” pues de primer momento me dio la impresión de que fue la mencionada monitora quien había entrecerrado los ojos. De ahí en más, fue una lectura fácil y muy amena.

    Escrito el 19 diciembre 2016 a las 18:59
  3. 3. Abigail dice:

    Hola Iris! Muy lindo relato, es fácil empatizar con el protagonista. Me gustó la analogía de las edades, eso de que nadie se conforma con lo que tiene.
    Te aconsejo el uso del guión largo. Y como opinión personal, la única parte que me chocó al leer fue:”Tenía la felicidad al alcance de la mano, y, ¿ahora? No tengo ocasión de pasar tanto tiempo con mis amigos o familia, y mucho menos de jugar a algo.”
    Yo le quitaría los signos de interrogación al ‘ahora’
    Pero como dije, es una opinión personal.
    Pero en sí me gustó mucho, en especial la vuelta del final, lograste engañarme.
    Es la primera vez que participo, la próxima vez te dejaré un mejor comentario, lo prometo. Te agradecería mucho que te pasaras por mi relato, estoy en el 59,sólo si quieres.
    Felices fiestas!

    Escrito el 21 diciembre 2016 a las 05:41

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