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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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No todos pueden ganar. - por manuti

Web: http://masmanuti.wordpress.com/

Crees que sabes algo de aeropuertos por que has viajado, los has visto en la tele o has preparado un relato como este.
Pero yo te diré la verdad. No sabes nada.
Es más, después de haber tratado de encajar las piezas que sabías que componían la historia has sido incapaz de contar nada distinto de la primera ñoñez que se te ocurrió.
La historia, la verdadera historia de lo que pasó solo la sé yo. Y ahora vas a sentarte tranquilamente a dejar que te la cuente.
Aquel día todos sabían que habría retrasos, típica huelga aprovechando las fechas. Sentados en fila sin mirarse, cada uno a lo suyo pero muy conscientes los unos de los otros, se encontraban cinco personas desconocidas entre sí.
– Bueno está claro que hoy no volamos – dijo Diego mientras se levantaba.
A su lado Milagros y Teresa aprovecharon para unirse por intereses propios.
– ¿ Y a dónde piensas ir a estas horas? Sin dinero ni familia en esta ciudad – respondieron al unísono y se miraron con complicidad entre ellas.
La mayor, o que parecía mayor siguió.
– Si fueses tan amable de acompañarnos a salir de este desastre, podrías quedarte en el convento, en la ala del párroco por supuesto. Nosotras pagamos el taxi y mañana volvemos todos juntos a ver si hay más suerte.
Diego se quedó un poco sorprendido por la propuesta y por admitir que habían estado atentas a sus conversaciones por teléfono.
En ese momento el anciano del grupo se levanta y pregunta nervioso y confundido.
– ¿Cómo que se van y si llaman para embarcar?
– Mire Matías – le responde de nuevo la monja de mayor edad -. Si el vuelo está cancelado no va a salir ni ahora ni nunca, lo que tiene que hacer es enterarse de por que se lo cambian, si por dinero o por otro.
– ¿Cómo que no va a salir? ¿Cómo que por otro? Estos billetes me los sacó mi hija por Internet y seguro que no se pueden cambiar ni nada. Yo, yo tengo que volar hoy como sea.
Andrés se levanta, ha visto algo que no le cuadra, dos de la limpieza tienen una cara familiar y están limpiando mirando mucho a la gente. No puede creerse que lo hayan descubierto. A la mierda el plan, a la mierda el viaje de incógnito para empezar de nuevo.
– Pero usted ¿dónde va?
– A la capital, a ver a mi hija por navidad, puede que por última vez.
– Igual que yo, pero mi vuelo aún no lo han cancelado, solo pone retrasado. Se supone que no se puede volar con el billete de otro, pero con este follón vamos a intentar colarnos.
Andrés había sacado billetes low-cost a tres ciudades distintas para no dar pistas hasta el último momento. Solo tiene que embarcar sin que le vean y acompañar a este abuelo puede ayudarle a pasar desapercibido. Seguro que lo buscan solo.
Las monjas y Diego lo miran.
– Se van a meter en un follón, no merece la pena. Mañana seguro que vuelan.
– No, yo tengo que ir hoy – repite Matías.
– Pues ustedes verán, nosotros nos vamos – y Diego coge los bolsos y echa a andar hacia el control de seguridad.
Una cosa menos, piensa Andrés. Esas monjas llamaban demasiado la atención a su lado. La suerte le sonríe por una puta vez en su vida y por megafonía anuncian el embarque de su vuelo. Hay que colar al abuelo con su billete y luego cambiar el del pardillo de Diego por cualquier otro destino. Cremita autobronceadora del dutty free para parecerse a Diego en su pasaporte. Pero que suerte he tenido.
– Matías coja mi brazo que vamos a volar.
Cuando abren el embarque se forma un follón alrededor de la puerta. Cuelo al abuelo, le doy mi billete y me quito de en medio guiñándole un ojo. A poco que lloriquee y cuente su historia le dejan pasar. Mientras Andrés se aleja pegado a la cristalera para evitar a los «limpiadores» ve a Matías atravesando el finger. Joder que bien. Luego tienda, baño, maquillaje, cambio de billetes y a echarle un vistazo a los papeles de las monjas mientras se sienta en el water. Abre el portadocumentos. La cierra de golpe. La abre lenta mente. La cierra de golpe. Tres fajos de quinientos como tres demonios.
Matías y Andrés 1
Monjas y Diego 0
No todos pueden ganar.