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TONTO CONVENCIDO - por HÉCTOR

El autor/a de este texto es menor de edad

TONTO CONVENCIDO
Se giró al escuchar el grito, y no era la primera vez que le sucedía.
-¡Cuidado animal!, ¿no ves la caca?
Detenido en la esquina, en el borde de la acera, miraba alrededor averiguando el origen de aquel alerta. No vio nadie que se dirigiera a él. Solo una multitud de transeúntes apurados por llegar a destino en el mediodía sofocante de la ciudad de Córdoba. En medio de semejante tumulto, destacaba un grandote con musculosa y pantalones jean gastados que, custodiando un puesto callejero de venta de “panchos”, exhibía su larga y desordenada cabellera. Reía a carcajada limpia frente a otro, al parecer su socio en la empresa gastronómica, que refunfuñando miraba la suela de sus zapatillas.
Desde pequeño le decían que era demasiado distraído. Sus padres, compañeros de escuela, amigos del barrio, todos sin excepción, lo hacían sentir vulnerable. Además, cómo si el amor propio hubiese muerto, arrastraba un comportamiento imperturbable de baja estima en el que ya no le conmovía que lo considerasen “tonto”; lo había hecho propio, como la nariz aguileña o las orejas desplegadas. Jamás se preguntó si esta condición era un hecho consumado, cifrado en el código genético como el color de ojos, que debía cargar sobre sus espaldas como una especie de discapacidad; quizá lo fuera; tal vez existieron razones que lo empujaron desde niño a encerrarse en su mundo, desmereciéndose.
Distraídamente habían transcurrido sus días. Acabó sus estudios en la escuela, curso una carrera universitaria y hasta constituyó una familia compartiendo la vida con su esposa Lily y dos niñas hermosas, en medio del afecto, la comprensión y la tolerancia. Si había logrado tanto, no debía ser grave. La gente que más amaba nunca le reclamaba, a no ser en forma irónica y graciosa cuando se le pasaban las pequeñas cosas simples.
-Pa, ¿y la paleta que me prometiste? -chantajeaba dulcemente Clarita- ¿otra vez te olvidaste?
-Te juro que la de dejé sobre el escritorio –se excusaba-. Lo primero que hice esta mañana al salir de casa fue pararme en el quiosco. Me conozco, por eso. Igual me olvidé.
-¡Ja, ja, ja….! papi, papi, un día te dejarás la cabeza en algún lado –acababa sentenciando su niña más pequeña sin disgusto alguno.

Sin embargo, era demasiado grande para seguir haciendo el ridículo, cómo ahora, aunque aparentemente nadie lo había notado. Pero lo advirtió él, instantes después del incidente con los “panchólogos”. Se pregunta que fue, más allá de la reclusión en sus pensamientos, que lo llevó a contagiarse el “virus” del desprecio a sí mismo, al punto de responder a un insulto que no estaba dirigido a él.
Se sentía responsable de su incapacidad de hacerse cargo de su propia vida, para vivirla como quería. Creía (como mandato social) que los mensajes de “ama a tu prójimo…”, “piensa en los demás ante que en ti mismo…” eran equivalentes a egoísmo, consentimiento. Y otras hierbas, disfrazadas de modales o buena educación, tales como decir “gracias”, “por favor”, aguantar caricias en las mejillas o sobadas en la cabeza por parte de adultos, a lo único que condujeron a dar mayor importancia a los demás demostrando que era una “buena persona”. Todos los exhortos habían calado profundo a lo largo de sus años mozos; hoy, que era un “adulto pasadito”, habían logrado que se “negara como persona”. Lo que nadie parecía recordarle era aquello de “amate a ti mismo”.
Debía cambiar, transformarse en la persona que deseaba, un ser feliz en forma permanente, dando más importancia a sus “propios valores” que a los que venían de afuera. Después de todo, cuando niño era algo natural “quererse” y esa especie de “enfermedad social” que había desarrollado, solo podía curarse con una buena dosis de autoestima. También pensó que si se amaba a sí mismo, se encontraría en mejores condiciones de hacer cosas por los demás, al poder dar y hacer para sí mismo primero que nada.

Volviéndose, con una mueca de sonrisa en sus labios, cruzo la esquina para continuar su camino, decidido a empezar el trabajo, arduo por cierto. Debía desandar un camino de “agresión propia” construido durante casi cuarenta años. Se había propuesto enamorarse nuevamente; pero de la persona más hermosa, más valiosa y atractiva que haya existido jamás: él.

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5 comentarios

  1. 1. Diego Corin dice:

    Hola Hector….Leí tu relato. Me agradó, tiene el desenfado que tiene que tener. Y el final con su vuelta de tuerca.
    El reto bien logrado.
    saludos

    Escrito el 19 enero 2017 a las 15:46
  2. 2. tyess dice:

    Uhm, vaya que sacas provecho a esos tres segundos. Pasó toda su vida, tomó decisiones trascendentales…

    Me gusta.

    Escrito el 24 enero 2017 a las 04:39
  3. 3. K. Marce dice:

    Saludos Héctor:

    He terminado con mis lecturas obligadas y las visitas a quienes me han comentado, así que ahora puedo leer a voluntad.
    Y me ha llamado la atención de tu texto. Pero siendo honesta, lo he elegido por una sola cosa: Porque sí has leído y comentado a otros, ya que me he tomado la molestia de verificarlo. Para mí, de eso se trata el taller. En la medida que participes activamente, la gente irá reconociendo tu nombre, y poco a poco, tendrás fieles lectores.

    Me disculpo, si el comentario se hace extenso, tiendo a escribir mucho cuando analizo los textos.
    He leído (Y escuchado el relato en un lector automático) para notar más esas mejoras. Lo primero que he visto es la falta de tílde en muchas palabras. Te recomiendo que uses un lector electrónico, notarás de inmediato no sólo si la palabra debe o no tildarse, sino también notas incoherencias, repeticiones, rimas y frases raras. El consejo que siempre doy es aprender a usar correctamente las palabras, un corrector te funciona, pero a veces corrige mal. Si escribes bien desde el inicio, ahorras tiempo en la corrección para fijarte en lo más importante, como lo es la redacción, la estructura de la historia.

    Uno de los primeros consejos que recibí fue, evitar el exceso de comas. Tienes muchas en lugares innecesarios. También alterna frases cortas y largas. Hay oraciones muy extensas que sí necesitan de un corte. Fíjate en la puntuación, donde crear pausas, separaciones. Separar párrafos y bloques, etc.

    No sé si es error al cargar el formulario, pero recuerda que éste cambia la raya por guion corto, así que deberás corregirlo de forma manual antes de enviarlo. (En diálogos)

    Revisa los posesivos “sus”. Cuando hablamos de un personaje en particular, es preferible evítarlos y usar el, la, los, etc., descargando la lectura.

    Hay una duplicidad en frases, como: Te juro que la de* dejé sobre el escritorio.

    Has marcado que eres menor de edad. Siempre he sentido alegría al saber que hay jóvenes interesados en la literatura. Creo que has tocado un tema de importancia, analizando sus raíces y las consecuencias de ese complejo. En tiempos como los nuestros, con tanto bulling, competitividad y estar inundados con ideas erradas de “personas lindas y de éxito”, vale recordar que valemos por lo que somos, eso que bien dices, lo que llevamos dentro.

    Por ello te felicito, porque el contenido me ha gustado. Las mejoras son sólo eso, oportunidades de pulir y experimentar. Sigue adelante, porque creo que tienes una imaginación muy fértil, capaz de ofrecer nuevas cosas. ¡Nos leemos!

    Escrito el 25 enero 2017 a las 07:08
  4. 4. Flekcher dice:

    Que tal Hector. Me ha gustado mucho la historia. Tocaste un tema un poco de superacion personal, y a veces las personas no le sacan mucho provecho. Sin embargo, lo hiciste entretenido y reflexivo. Se que por el formato que enviamos las tildes no se marcan como cuando escribimos con el corrector. Me sucedio lo mismo.
    Felicidades por tu aporte. Seguimos escribiendo…

    Escrito el 28 enero 2017 a las 05:36
  5. 5. PerePaella dice:

    Hola Héctor, gracias por pasarte por mi relato.

    A mi el tuyo me ha gustado mucho, no en vano compartimos temática. Creo que es un tema del que se ha de concienciar la sociedad, pues trae muchas consecuencias a la vida de las personas, como bien reflejas en tu texto, el maltrato al que se ve sometido tu protagonista le sigue acompañando hasta su vida adulta, y debe luchar cada día para superarlo.

    El relato está bien escrito, solo mejorar las cuatro cosas que K.Marce te menciona. Felicidades por el texto y nos seguimos leyendo.

    Escrito el 30 enero 2017 a las 12:12

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