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Besar...y morir en el intento. - por El Hijo de La Griega

Se giró al escuchar el grito pero era demasiado tarde para que ella pudiera ayudar a Alejandro, mi compañero de piso. Yo lo tenía planeado desde hacía mucho tiempo y por fin lo había conseguido. Aquella sería la última vez que hiriera mis sentimientos. Me posé suavemente sobre la ancha y resbaladiza barandilla de aquel largo puente de madera que atravesaba el rio más bravo que jamás hubiera visto en mi vida. Me puse en pie con dificultad debido al atracón que acababa de darme y me sentí invencible.

El viento soplaba con fuerza en mi contra, intentando seguramente que no me arrojara al vacío que tenia delante, cosa que, desde luego, no pensaba hacer, y martilleaba mi diminuto y sonrojado rostro con minúsculas y afiladas gotas de agua que provenían de aquel rio enfurecido. Lo había hecho, por fin lo había conseguido, y decidí dejarme arrastrar por el viento, feliz…

Pero justo cuando me disponía a levantar el vuelo, una mano enfurecida intentó golpear inexplicablemente mi menudo cuerpo, acto al que respondí ágilmente a pesar de que mi barriga estaba llena, desplazándome veloz a unos escasos cinco centímetros a mi derecha gracias a esos valiosos reflejos innatos que mi familia había heredado durante miles de generaciones.

Observé a mi agresor y vi cómo su cuello, enrojecido e hinchado, palpitaba al ritmo de su corazón justo en el mismo lugar en el que yo lo había magullado antes. Algo inapreciable para la vista de cualquiera, pero no para la mía, un experto en aquella materia. Sus ojos radiaban sangre, su boca gritaba colérica y su ruda mano se levantaba de nuevo por encima de su cabeza, intentando asestarme otro golpe que, quizás, pudiera ser definitivo. Bajó su mano violentamente y, ésta vez, no pude esquivar el porrazo tan rápidamente como yo hubiera deseado. El atracón me había pasado factura y la mano de mi agresor había impactado en mi extremidad inferior derecha, provocándome una cojera que, unida al sobrepeso de aquel momento, me convertía en el ser más vulnerable del mundo.

Mi compañero de piso estaba disfrutando, sabía que me había herido y que aquel sería mi final. Su cuerpo sudoroso, impregnado en testosterona, se ponía tenso y amenazaba con arremeter de nuevo contra mí. Esta vez había elegido la otra mano para golpearme, seguramente por el dolor que debía de sentir en la otra. Yo intenté moverme de un lado para otro, resignándome a mi mala suerte, pero era imposible con mi extremidad maltrecha, así que respiré profundo, cerré mis ojos y me preparé para recibir otro golpe, probablemente decisivo.

Toda mi existencia apareció por mi cabeza como una película que avanza a cámara rápida y mi mente me transportó al día de mi nacimiento, donde, rodeado de todos mis hermanos, vi la luz y el agua por primera vez.

A continuación me mostró el día en que conocí a Alejandro. Era de noche y yo venía del depósito de agua que estaba en la azotea de nuestra casa. Un olor irresistible me atrajo al dormitorio de la planta baja, donde Alejandro descansaba plácidamente en su cama. Ese día me enamoré perdidamente y una sensación de placer recorría mi cuerpo de arriba a abajo según me aproximaba a él. No pude evitar aproximarme a su cara mientras dormía, arrastrado por mis instintos más oscuros. Me acerqué a su cara y me dispuse a besarlo sin que se diera cuenta pero, inconscientemente, giró la cabeza de un lado a otro, lanzó un manotazo al aire y me dió la espalda. Yo me asusté muchísimo y decidí retirarme, observándolo con lágrimas de tristeza desde la distancia, ya que me había rechazado, y, mientras apreciaba su dulce olor, planeé la forma de darle un beso sin que se enterara.

Al día siguiente Alejandro abandonó la casa y lo seguí raudo. Llegamos hasta un puente de madera en el que se había reunido con una chica que, por la forma en que se besaban, parecía ser su pareja. Y claro, no pude evitar aprovechar la situación para acercarme a su cuello. Mis patitas aterrizaron con suavidad, mis alas se plegaron suavemente y mi aguijón penetró en su carótida como un cuchillo en la mantequilla. Alejandro gritó, pero era demasiado tarde para que su novia pudiera ayudarlo. Por fin tenía mi recompensa: sangre caliente.

Ya de vuelta a la realidad, abrí los ojos de nuevo y una mano enorme se aproximaba rápidamente hacia mí…
…y todo se tornó negro.

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5 comentarios

  1. 1. L. Mor Arcadia dice:

    Hola 😀
    Me ha agradado tu relato, inició con un in media res arrastrándonos de una manera misteriosa hasta un final contundente, impactante. Buena técnica de narración.
    En cuanto a la sintáxis y ortografía me pareció un trabajo muy limpio y claro.

    La historia fue muy buena debido a esa técnica literaria de mostrarla. Sin embargo, sólo me pareció algo rápido los antecedentes del acontecimientos.

    Saludos. 😀

    Escrito el 17 enero 2017 a las 20:20
  2. 2. P. D. dice:

    ¡Hola!
    Me gustó tu relato. Al principio pensé que se trataba de un vampiro, así que el final me tomó por sorpresa. Muy bien logrado; sencillo y creativo.

    Escrito el 18 enero 2017 a las 03:05
  3. 3. Nora C.P. dice:

    Hola, buenos días!
    No he llegado a entender que era el personaje principal, ni al principio ni al final de la historia. Sin embargo el cuerpo del relato está muy bien narrado, pero como he dicho antes me desconcierta no saber que es el personaje.
    Saludos!!!

    Escrito el 21 enero 2017 a las 10:53
  4. 4. El Hijo de La Griega dice:

    Gracias x vuestros comentarios!! Es el primer relato que escribo y sé que hay mucho que mejorar así que agradezco los aportes.
    El personaje principal es un mosquito, quizás debería haber dado más pistas para entenderlo jajajajaja siento que no quedará claro. Un abrazo!

    Escrito el 21 enero 2017 a las 23:44
  5. 5. Laura dice:

    Hola Hijo de La Griega.
    Debo confesar que debí leerlo dos veces para comprender que se trataba de un mosquito enamorado de un humano. Luego al leer tu entrada ya me cerró todo.
    Está muy bien escrito. Sigue haciéndolo.

    Escrito el 23 enero 2017 a las 16:33

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