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Un Whisky en las Rocas - por Lucylda Ramiro

Se giró al escuchar el grito apurado y desconsolado de su madre, pero el borde del estanque se volvía un obstáculo para la vista conforme se hundía. Luego escuchó a sus primos y tíos corriendo por la grama, y un par de chapuzones ahogados por el colchón de agua que se iba formando entre sus tímpanos y el exterior. La luz filtrándose entre los peces y los nenúfares del estanque se oscurecía con cada metro que se hundía, a causa de sus brazadas mal coordinadas. Dylan no nadaba. Tampoco sabía que fuera del estanque los gritos de su desesperada familia seguirían consumiendo en angustia a su tío José y a un celador que desesperados se sumergían en el agua para tratar de sacarle de su ahogo. No recordaría nada más desde que lo tomaron por los brazos hasta que recuperara la conciencia 15 minutos después, secándose al sol en la grama del cementerio, a la orilla del estanque, con su traje lleno de algas, escurriendo agua por los bolsillos.

Seis días antes el hermano de Dylan había muerto.

—Santiago de Chile —, decía pasado de tragos a su hermano. Se llamaba Santiago aunque no era de Chile, él solo bromeaba —. Ese hijo tuyo, seguro que fue un buen hijo.

Santiago lloraba cuando hablaban de su hijo. No era un borracho empedernido, simplemente un hombre al que le gustaba ahogar sus penas en alcohol acompañado de su hermano, quien no se limitaba a una sola botella de whisky y que aunque tampoco era un borracho empedernido si que era uno de los que no tenía filtro al hablar.

Caminaban por el rompeolas en la playa. Veinte toneladas de rocas, apiladas artificialmente desde la orilla, perforaban el océano, ofreciendo desde su cima una hermosa perspectiva para ver el crepúsculo tras los barcos, a un lado un balneario agradable, y al otro la reencarnación de la muerte en un desfiladero de puntiagudas rocas que el agua parecía afilar a golpe de traicioneras olas.

—No le digas a Amparo que me volví solo al cielo —, fue lo último que Dylan le oyó decir antes de que cerrara los ojos y se dejara caer de espaldas.

Tuvo suerte de que el cuerpo saliera a flote a la mañana, marinado en sal y algas, frío y pálido como la arena que el sol aún no calentaba y con el olor a alcohol ya enjuagado de su piel. Luego de haber pasado toda la noche esperando el retorno de su hermano, Dylan había drenado el exceso de alcohol en su sangre, aunque no lo suficiente como para que la policía no lo declarara un borracho y se tomase en serio la historia de que en un beodo episodio de ira los puños ganaron al diálogo y tras perder el equilibrio, con sus sentidos sesgados por el alcohol, cayeron al agua donde tuvo la ventaja y ahogó a su hermano.

Sin embargo Amparo sí lo creyó. A Dylan le conocía muy poco como para saber del cambio de personalidad al beber y de su ineptitud para nadar, pero después de veinte años de matrimonio con Santiago no se le hacía difícil imaginarle golpeando a Dylan, ¿en ese caso, porque Dylan no habría de golpearle?

Al final todo se resumía en que debió haber insistido en que no se fueran solos a la playa el día anterior, al igual que debió insistir en que se cancelara el viaje por carretera que se llevó a su hijo Manuel apenas tres meses atrás. Dar por cierta la confesión fue muy fácil para ella, lo que no lo fue tanto aceptar que el informe de la policía hablara de incongruencias entre el reporte del forense y el del testigo alcoholizado, y mucho menos, la conversación que tuvo con dicho testigo alcoholizado en el cementerio donde aquel día enterraban a Santiago.

—¿Te caíste al agua?, ¿Santiago trató de salvarte? —, preguntó a Dylan mientras este escupía el contenido de sus pulmones. Lo acababan de sacar del agua, luego de que tropezara con una roca y cayera al estanque, más profundo de lo que aparentaba.

Santiago trató de incorporarse, sin prestar atención a Amparo.

—¡Te acabas de hundir como piedra, Dylan! ¿Cómo pudiste matarle sin saber nadar? —, gritó.

Pero al final, la respuesta no daría consuelo.

—Yo no lo maté, Amparito —, dijo medio ahogado en agua, medio ahogado en llanto —. No soportó perder a Manuel y me dijo que no te lo dijera. Él se suicidó.

Al final, no había diferencia. Sencillamente, Manuel no estaría solo.

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5 comentarios

  1. 1. Noemi dice:

    Hola Lucylda: gracias por leerme y por tu estimulante comentario. Tu cuento es una historia sencilla pero aplicando tu bagaje de técnicas narrativas la conviertes en un cuento muy interesante. Buen manejo del suspenso pero la falta de indicios vuelve el relato difícil (confieso haber tenido que releerlo para un par de veces)Creo que si lo aligeraras de ciertos detalles innecesarios(el chiste de de Chile,o las veinte toneladas de rocas por ejemplo se aligeraría la lectura porque a veces el exceso de detalles confunde. el nombre de Manuel tendría que aparecer ya desde el principio para que no se cree confusión entre los muertos y su relación. Es solamente una opinión, pues el hilo de la trama está muy bien retorcido y el relato es sugestivo y engancha.
    Espero que sigamos leyéndonos en adelante.Un saludo.

    Escrito el 18 enero 2017 a las 19:41
  2. 2. Marián dice:

    Hola Lucylda. Tienes una historia bien interesante. Mantienes la tensión pero hay un tiempo en que resulta un poco lento o pesado. Por otro lado, utilizas con cierta frecuencia el adjetivo delante del sustantivo y yo creo que eso le resta relevancia, en general, aunque quizás sea una manía mía.
    Hay un párrafo “…fue muy fácil para ella, lo que no lo fue tanto aceptar que el informe…” que requiere una revisión.
    Me ha gustado y me ha mantenido enganchada desde el principio. Bravo.
    Saludos, (103)

    Escrito el 19 enero 2017 a las 21:24
  3. 3. Oda a la cebolla dice:

    ¡Hola, Lucylda! Me pareció un buen relato, bien llevado.
    En la forma, habría que suprimir varias comas en la estructura de los diálogos y corregir algunos errores en la puntuación. En cualquier caso, enhorabuena. Hasta la próxima y ¡seguimos leyéndonos! Saludos.

    Escrito el 21 enero 2017 a las 21:10
  4. 4. Anastasio de la Torre dice:

    Hola Lucylda: El arranque de tu relato, su primer párrafo, me ha hecho sentir todas las emociones que el protagonista estaba sufriendo en ese momento; lo de “los chapuzones ahogados por el colchón de agua” me ha parecido una frase genial. A partir de ahí me ha parecido algo confusa la narración y con excesivas repeticiones, por ejemplo en el cuarto párrafo repites “borracho empedernido” en dos ocasiones en tan solo dos líneas.
    Creo que tienes una bonita historia, que para mí es lo fundamental, pero que deberías pulirla algo más.

    Un saludo

    Escrito el 23 enero 2017 a las 20:42
  5. 5. Miriam Torres dice:

    Buenas tardes.
    Reconozco que la historia es buena pero también te digo que he necesitado leerla varias veces porque algunos detalles se me escapaban y resultaban confusos. La introducción de los personajes no es del todo clara, de hecho hay un momento en el que dices “Santiago trato de incorporarse, sin prestar atención a Amparo”, pero ¿no era él quien se había tirado al mar y a quien estaban enterrando? Coincido con la valoración de Marián sobre la revisión de ese párrafo y también te sugiero que revises aspectos sobre la puntuación y las rayas de diálogo (http://lema.rae.es/dpd/srv/search?id=kyRrDVgsOD6Xup8Dpt).
    Creo que puliendo esto, el texto mejoraría mucho.

    Escrito el 28 enero 2017 a las 16:53

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