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Medianoche en Chicago Union Station - por Andrea

Se giró al escuchar el grito. Cualquier otra persona no lo habría percibido, camuflado entre el rumor de la gente caminando por el andén, las ruedas de los baúles traqueteando sobre los adoquines, el pitido del revisor, el siseo de la locomotora, el chirrido de los vagones al moverse sobre los raíles… Pero él distinguiría aquella voz en el medio de cualquier estrépito, encontraría su mano agitándose entre las puertas semiabiertas del vagón en movimiento incluso en aquel andén número 2 de Chicago Union Station abarrotado de gente yendo y viniendo. Cinco pasos, cinco segundos lo separaban de ella. Él gritó a su vez su nombre, al tiempo que empezaba a correr hacia el tren en movimiento. Cuatro, y ella asomó la cabeza, buscando su mirada. Aquellos labios rojos perfectamente delineados enmarcando su sonrisa desigual, con los caninos ligeramente más pequeños que el resto, se abrieron en un gesto de alivio y felicidad al verlo.

Lo había conseguido. El nudo en su garganta empezó a deshacerse y solo entonces ella fue consciente de que había estado ahí esas últimas horas. Revivió como apenas había podido contestarle al revisor que unos minutos antes la había dirigido hacia su asiento. Se acordó de como había susurrado la dirección de la estación al taxista que la había recogido en el callejón apenas una hora antes. Entonces, mientras esperaba intentando ocultarse en las sombras, las piernas le temblaban pensando en todo lo que podría salir mal: que alguien la reconociera en aquel vecindario de jugadores, estafadores, ladrones de poca monta y falsificadores; que el hombre de la cicatriz cambiara de opinión y la matara allí mismo; que su marido llegara antes de lo previsto a casa y le diera tiempo a descubrir lo que estaba pasando; peor aún, que él no lo consiguiera y, poco tiempo después, el reloj de la estación diera la media noche y ella se encontrara sentada en un tren, fugándose de un pasado al que nunca podría volver, sin ningún futuro al que dirigirse. De pie en aquel callejón, apretando el sobre contra su pecho, copos de nieve empezaron a caer perezosamente, bailando en espiral por parejas, posándose con suavidad, ajenos a la tensión y al peligro, sobre los rizos de su pelo, las solapas levantadas del abrigo y aquel sobre que contenía dos nuevas identidades, dos nuevas vidas lejos de aquella locura.

Ahora, en un corto e intenso suspiro espiró la tensión acumulada de esa última hora al comprobar por fin que todo saldría bien: los pasaportes estaban en su bolso, ella había llegado a tiempo y él se subiría al tren. Se dieron la mano, él intentando coger inercia, ella agarrándose a lo único que tenía sentido en ese momento. Solo faltaba un último impulso. Él apoyó la planta del pie derecho y flexionó la rodilla. Con las pocas fuerzas que le quedaban, saltó, estirando la mano que le quedaba libre hacia el asa situada al lado de la puerta. Sintió como el esfuerzo volvía a separar los bordes de la herida en su costado, pero apenas le dolió. Solo apoyó los dos pies en el vagón y la abrazó, respiró su aroma, acarició sus rizos y comprobó que esa sonrisa de dientes desiguales había valido la pena. Ya tendría tiempo de explicar la herida más tarde. Quizás le diría que habían intentado asaltarlo cuando fue a vender el cuadro, o que había tenido una escaramuza con el guardia de seguridad de la fábrica. No sabía si tendría coraje para contarle la verdad: que, cuando había llegado al despacho de su marido, lo había encontrado allí mismo. Que lo que debería haber sido un robo rápido, limpio y silencioso se convirtió en una ácida batalla de reproches e insultos que había terminado con un cadáver y un herido. “Pensabas que te dejaría coger el cuadro, venderlo e huir con ella, como el cobarde que eres” había dicho, paseando el vaso de whisky Macallan, su preferido, en sus propias palabras, no por la bebida en sí, nada del otro mundo, sino por la victoria de habérselo arrebatado a la policía ante las narices del propio Volstead, “ese puritano que se cree capaz de prohibir el alcohol en América”. Tendría que decírselo, decidió finalmente; por ella, por él mismo, por aquellos cinco segundos en los que pensó que perdería el tren y la perdería a ella.

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5 comentarios

  1. Hola, Andrea:
    Me ha parecido un texto muy bien organizado y con buena calidad literaria. Desde el punto de vista de la forma creo que está muy bien narrado. Leyéndolo a nivel de usuario no le encuentro defectos a resaltar, posiblemente los tiene, pero para lo que yo busco en un texto, creo que es correcto. Tal vez en la expresión “aquella voz en el medio de cualquier estrépito”, sobra el artículo “el” y en “Se acordó de como había susurrado”, le falta el acento en cómo. Me parece un poco embrollada la redacción del párrafo . “Pensabas que te dejaría coger el cuadro, venderlo e huir con ella, como el cobarde que eres” había dicho, paseando el vaso de whisky Macallan, su preferido, en sus propias palabras, no por la bebida en sí, nada del otro mundo, sino por la victoria de habérselo arrebatado a la policía ante las narices del propio Volstead, “ese puritano que se cree capaz de prohibir el alcohol en América”. La verdad es que no entiendo el significado del párrafo.
    El contenido me parece entendible. Pareja que decide fugarse, ella se encarga de los pasaportes y él se encarga de robar un cuadro en el despacho del marido de ella, pero que al ser sorprendido por el marido se produce una pelea en donde el marido muere y el amante resulta herido. Buena ambientación, suspense; pero ya digo, el párrafo antes mencionado sin entender. Me olvido de él, del párrafo, y el resto sobresaliente.
    A ver, a ver. A la quinta lectura creo entender que todo el párrafo se lo dedicas al whisky y que el marido lo aprecia tanto por habérselo arrebatado a la policía, no por su calidad, y que el tal Volstaead debe ser algún inspector o jefe de policía muy severo con el alcohol. Si querías mostrar que la acción se desarrolla en el Chicago de la ley seca, años 30, creo que deberías haberlo hecho saber antes, aunque claro por el ambiente del tren y del barrio bajo a donde ha ido a buscar los pasaportes ya se adivina que no se trata de la época actual.
    Creo que se trata de una explicación innecesaria que no aporta nada a la trama, sin ella la imaginación del lector completa la historia. Sin ese párrafo te hubiera quedado el relato redondo. Insisto tanto porque la historia y la forma cómo la has escrito me ha parecido muy, pero que muy buena.
    Felicidades. Estoy en el 175

    Escrito el 17 enero 2017 a las 19:32
  2. 2. charola dice:

    Hola Andrea! Tu relato está bien logrado. Poco a poco vas dando cuenta de lo que sucedió.
    Estoy de acuerdo con lo que te dice Manuel Pla y en el párrafo: “Pensabas que te dejaría coger el cuadro, venderlo e huir con ella…” la “e” debe ser “y”. La tilde no está en dos oportunidades en la palabra “cómo”
    Por lo demás. Felicidades.

    Escrito el 18 enero 2017 a las 07:12
  3. 3. Yoli L. dice:

    Hola Andrea

    Los compañeros que me han antecedido te han expuesto muy bien sobre la forma de tu texto.

    Al ser esta la primera vez que ingreso al taller, solo te indico que me parece que la palabra “apoyó” la pones muy seguido en el mismo párrafo, tal vez una de ellas, se podría cambiar por un sinónimo, por lo demás, muy bien, sigue escribiendo.

    Por si me quieres leer soy el #174

    Saludos!

    Escrito el 24 enero 2017 a las 20:42
  4. 4. Andrea dice:

    Hola,

    Gracias por vuestros comentarios. La verdad es que este reto me costó bastante y terminé escribiéndolo a prisa y corriendo. Debí haber revisado mejor ese párrafo; tenéis razón en que el tema del whisky no se entiende nada. Me apunto vuestros consejos para la próxima!

    Escrito el 27 enero 2017 a las 20:02
  5. Hola, Andrea:
    El cuento me gustó, es claro en líneas generales, comparto las
    Sugerencias de los compañeros.
    No te preocupes, hay relatos que salen con más facilidad. Tienes unas descripciones muy buenas.
    Si tienes tiempo, mira las comas, en algunos párrafos me sentí algo confundida.

    Un saludo
    Nos seguimos leyendo

    Escrito el 29 enero 2017 a las 16:58

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