Consciente en el infierno - por Conchi

Se giró al escuchar el grito. La sopa hirviendo que vertía en la sopera, volteo con rapidez por los aires, depositando todo el contenido en la cara de la pequeña. El gato erizado, dio un salto asustadizo por encima de su hombro. Sus maullidos diabólicos acentuaron los gritos de la pequeña. Nona soltó la cazuela. Como si de una aparición se tratara, tomando con rapidez el paño de cocina que tenía a mano, intentó limpiar la sopa de la cara de la niña, que pataleando de un sitio a otro gritaba despavorida.
––Oh Dios. Tranquila pequeña, tranquila mi niña, no pasa nada.
Intentando tomar a la pequeña en sus brazos sin conseguirlo, por lo escurridiza que se mostraba. Los gritos asustadizos y dolorosos provocan en Nona un desconcierto irritante, ante la situación que se había creado en un momento. Intentando atraparla resbaló cayendo retorcida al suelo entre la sopa vertida. Quiso levantarse sin conseguirlo. Un fuerte dolor en el costado impedía movimiento alguno.
La pequeña chorreando sopa, corría gritando de un lado a otro sin parar, como si el mismo diablo la persiguiera. El gato paseándose encima de la pringosa encimera, maullando en imitación a los gritos de la niña, buscaba una salida con desenfreno.
Nona inmóvil, a pesar de sus esfuerzos por levantarse, sin apenas aliento, llama a la pequeña intentando tranquilizarla. El gato da un salto cayendo a su lado. Queriendo librarse de la suciedad sube encima de ella sentándose en su cadera, como si de un buen sillón se tratara se relame las patas.
Nona sigue intentando levantarse. Siente como si unos brazos la tuvieran amarrada fuertemente. Con voz quebrada replica al gato.
––Baja de ahí, por favor baja de ahí. ––Impotente, suplica al gato que no le cause más problema. Los ojos humedecidos apuntan una derrota a la que no quiere ceder, y contra resta cantando titubeante, una canción infantil que tanto gusta a los niños con el fin de atraerla hasta ella.
––A seis patitos un día conocí, gordos flacos y rubios vi, había uno muy especial, piaba todo con su cua cua cua.
En un movimiento por quitarse el gato de encima, percibe que el dolor va cediendo, muy despacito intenta incorporarse, con dificultad puede ponerse de rodillas, y lentamente agarra la pata de una silla que le ayuda a ponerse en pie. Con sus dos manos masajea su columna de arriba abajo, a la vez que avanza hasta la niña que no para de llorar, sus agudos gritos son cuchillos afilados que atraviesan los tímpanos. El suelo resbaladizo no invita a moverse con rapidez. Sujetándose en los muebles Nona avanza por fin hacia ella. La toma en sus brazos con la forzada dificultad del rechazo de la pequeña.
––¡Dios, me deje la puerta abierta, y las llaves en la cerradura! ¿De dónde has salido diablillo? ¿Y tus papás?…
Dirigiéndose al servicio con el esfuerzo de sujetar a la pequeña, que no para de gritar. Las dos se meten en la bañera. El agua caliente cae con fuerza sobre ellas arrastrando los restos de sopa de sus ropas. Los gritos de la pequeña son reemplazados por profundos y ruidosos suspiros. Su mirada asustadiza se clava en Nona con desconfianza. Nona tranquiliza a la niña.
––Vamos a buscar a tus papás pequeña ¿vives aquí?… Fuertes golpes en la puerta hacen pensar a Nnra que por fin viene la solución al grave problema en el que se encuentra metida en tan solo cinco segundos. Chorreando agua de la bañera, con la pequeña en brazos abre la puerta.