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Mario y María - por M.M.ARIEL

Se giró al escuchar el grito emocionado del público. Cinco…Hasta el momento no había tenido el valor de mirar directamente. Era su corazón latiendo a doscientas revoluciones, con los ojos clavados en el piso, las avemarías, los padrenuestros y el sudor empapando su cara.

Si Mario no vencía hoy, los dos serian lanzados a la calle como perros. Ya debían doce meses de alquiler. El narrador decía algo sin sentido. Los asistentes gritaban, saltaban y mostraban billetes de apuestas. La temperatura se había elevado al punto de ser sofocante. Sus ojos se fijaron en la escena por en medio de las cuerdas.

En el centro del ring, el hombre rubio de pantaloneta blanca, guantes azules y pectorales de hierro, con la mano derecha en la quijada, la boca entreabierta y los ojos fijos en su oponente, aspiraba una bocanada de aire como si fuera la última de su vida. Copiosas gotas de sudor recorrían su cara, su cabello, su nuca, su pecho, hasta caer dispersadas sobre la lona. Su pierna izquierda tensionada contra el piso, y su cuerpo, ligeramente recostado hacia adelante, hacia su brazo izquierdo estirado, con todos los músculos hinchados, y el guante a dos milímetros de la mejilla derecha de su oponente.

Frente a él un hombre de raza negra con la frente arrugada, el ojo izquierdo cerrado y el derecho a punto de salir de su cara morena. Las fosas nasales agrandadas suplicando por oxígeno, la cabeza ligeramente girada hacia atrás, la quijada saliente a la izquierda y una mueca de sufrimiento. Una niebla lluvia de sudor, como el halo de un santo, rodeaba por completo su cabeza, flotando en el aire después del violento impacto. Su brazo derecho ligeramente inclinado y con los músculos relajados, sin duda había sido sorprendido antes de llegar a la cara del rubio. Su pierna derecha, con la rodilla arriba, como si fuera a propinar un puntapié a su oponente, era señal de que se avecinaba el desastre. La pierna izquierda soportaba tres atmósferas de gravedad en ese instante, pero no por mucho tiempo.

El referee, un hombre gordo y calvo, de corbatín negro y con la camisa lavada por el sudor, permanecía parado con la boca abierta, con expresión de dolor, de satisfacción o de sorpresa. Nadie lo podría asegurar. O quizá lo descifraría el hombre con la cámara, que había lanzado un relampagueante flash, en ese instante eterno de gritos ensordecedores, húmedos cuerpos y aire asfixiante, donde la naturaleza humana enloquecida se convierte en monstruosidad feroz, sedienta de sangre.

Cuatro, tres… María se levanta de su silla, mientras su hombre cae a la lona con violencia. Dos, uno… Mario se queda en el suelo tirado de medio lado, con la mano derecha estirada y la izquierda bajo su cuerpo. Todo está perdido, el apartamento, las ilusiones, el futuro. Cero… Nocaut.

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5 comentarios

  1. 1. Denis Enamorado dice:

    ¡Hola M.M.ARIEL!
    Me gusta mucho el boxeo, tal vez por esa razón no me costo engancharme con su relato, una descripción sublime del momento culminante de este deporte, muy bueno.
    Éxitos y nos seguimos leyendo.

    Escrito el 17 enero 2017 a las 20:43
  2. 2. Clau Cruz dice:

    ¡Hola M.M.ARIEL!

    Tu relato me ha gustado, describes la escena de una manera que en verdad pude imaginar como estaba sucediendo…

    Creo que el reto está bien logrado, cinco segundos de angustia que determinaron mucho más que un simple resultado de una pelea de box.

    ¡Genial!

    Soy tu vecina del 251, espero nos sigamos leyendo.

    Saludos.

    Escrito el 18 enero 2017 a las 18:43
  3. 3. Tahafe dice:

    Magnífico, Ariel. Un trabajo que estudiaré detalladamente. Descripciones inmejorables para un momento bien narrado.

    Te seguiré leyendo. Suerte en tu escritura.

    Escrito el 19 enero 2017 a las 06:02
  4. Hola.

    En el primer párrafo no acabo de comprender la concatenación que haces. Al principio unes el grito con el mirar un espectáculo, algo que me parece correcto. Pero de seguido pones ‘era su corazón’ y eso lo enlazas con cómo mira al suelo (¿el corazón mira al suelo?), los rezos (¿acaso el corazón reza?) y el sudor en la cara (de nuevo lo mismo: parece que el corazón —el O.D. del ‘era’ inicial— es el que suda).

    Usas adv. modales del tipo —mente. Procura prescindir de ellos ya que ‘ensucian’ el texto. Siempre se pueden sustituir por descripciones, giros u otros recursos muchos más vistosos. Y pasa algo similar con el verbo comodín ‘ser’. Trata de evitarlo usando en su lugar otros verbos más descriptivos.

    Entiendo que el deporte del relato no se trata de boxeo, porque en ese deporte el conteo empieza en diez, no en cinco.

    En cuanto a la historia en sí veo tres partes quizá demasiado diferenciadas: la primera en la que la mujer describe de manera somerísima su drama personal, luego la descripción del golpe, y por fin la explicación de lo que el KO implica. Me da la impresión como que en la segunda parte se olvida el drama, la situación de la pareja. Eso hace que me chirríe. Yo hubiera ido aportando pinceladas de la situación de la familia mientras se describe el impacto. Y además hacerlo de manera indefinida (sin dejar claro si el afectado por esa situación es el que pierde o el que gana). Incluso pensaría alguna manera de esperanzar al lector, haciéndole creer que todo va a salir bien… sólo para aclararlo en el último párrafo a modo de giro (y bofetada) final.

    Pero bueno, esa es mi manera de concebir la historias. La tuya no tiene porqué ir por esos tiros, por supuesto.

    Un saludo.

    Escrito el 21 enero 2017 a las 02:42
  5. 5. Laura dice:

    Hola Ariel.
    Me parece un relato maravilloso en cámara lenta, con el final sorpresivo que desencadenas.
    Considero que el conteo al que refiere Juan F. Salvidia en tu texto hace referencia a los últimos cinco segundos, donde prácticamente no hay vuelta atrás si no se levanta el boxeador caído por lo que no los considero problemáticos.
    El grito del público era porque ya consideraban la pelea finalizada, faltando aún los cinco segundos últimos? Queda un poco raro pero era el inicio obligatorio. Tal vez si era el grito de María, o su hijo, o su padre podrías haberlo enganchado mejor.
    Me quedó un poco extraña expresión de la “niebla lluvia de sudor como un halo”, y demasiado técnica la explicación de la pierna izquierda sosteniendo “tres atmósferas de gravedad”
    Dejando de lado los detalles, me pareció un texto muy bien logrado, que logra con creces el reto.
    Felicitaciones.

    Escrito el 29 enero 2017 a las 15:35

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