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2016 - por Diego Manresa Bilbao

Doce palabras, una por cada mes, resumen 2016 para mí.

El año empezó muy triste. La amargura por todo lo perdido el anterior era un roedor que arañaba sin piedad las paredes de mi alma y mis entrañas. Enero se cubrió de niebla y frio recordando a aquellos que no celebraban, de una forma u otra, el Año Nuevo junto a mí.

Fue en febrero cuando mi 2015 se convirtió en un infierno. Ella tiró mi alianza a la basura, dejando rotos mis anhelos de futuro. Y él se puso enfermo. Mucho. Y en 2016 los sucesos se repetían en mi calendario mental como gotas chinas de tortura en mi cabeza. Había jurado no volver nunca a febrero, pero el pasado siempre te alcanza. Quieras o no.

El pozo que habitaba era muy hondo, húmedo y oscuro como fue marzo antes del cambio de hora. Y no podía salir de él sin ayuda. Necesitaba alguien, algo, un talismán que iluminara mi escalada. No lo encontré, y tuve que volar. Muchos kilómetros y meridianos me alejé de donde estaba. Buscando luz y sol, alejarme de la niebla.

Y la encontré. Un lugar plácido, sin interferencias ni ruido. Y mis desayunos de abril se llenaron de zumo de naranja y olor a tostadas, y a paz. Pero nada es eterno, y la vida vuelve a pesar. Y te lleva a los mismos lugares, a las mismas derrotas. Entendería más tarde las ventajas de esos desayunos.

En mayo cumplí años, como viene siendo habitual. Una muesca más en mi culata, con la vida tan cambiada desde el anterior. Nueva ciudad, viejas y nuevas ausencias. Entre ellas, su regalo. No lo tuve, desde allí no podía mandar nada. Y hubiera dado todo lo que tenía porque el obsequio fuera su presencia.

No lo fue, pero ninguna mañana de junio salió triste. El descanso y el tiempo transcurrido iban haciendo su labor, y uno se acaba reponiendo. Y la herida va sangrando cada vez menos; aunque, como siempre pasa, los golpes parecen ir siempre a donde te duele y se sufren recaídas.

Porque, envalentonado, en julio me lancé a conocer a alguien. Poco importante; no fue merecedora de conocer el secreto de mi angustia, pero el rechazo siempre afecta. Empiezas a pensar si todo es mala suerte o bien eres tú el gafe.

En agosto del año anterior mi madre había quedado viuda. Con toda la impronta que eso conlleva para estos doce meses y los próximos sesenta años. Pero al calor que asfixiaba Madrid en aquel mes, cerramos una etapa. Ya todo había ocurrido por primera vez. La primera Navidad, su primer cumpleaños, el mío sin él. En agosto empezó el futuro y acabó el pasado.

Y así, después de ir subiendo peldaño a peldaño la escalera de la pérdida y su aceptación, septiembre y el cercano otoño se presentaron como una hoja en blanco a escribir. El cuaderno era nuevo, y olía a papel vacío y a librería. Había que hacer algo bonito de aquello.

Con octubre y la caída de las hojas en los parques, apareciste. La maravillosa esencia que llega en frasco pequeño, e inadvertido al principio. Fue tal vez en el tercer café, quizá al segundo cine. Empecé a ver las virtudes y bellezas que escondías. Y empecé a escoger las palabras que algún día te diría.

No tardé mucho en explicarme. Bastó con verte llorar en la Filmoteca, viendo juntos la escena del tango en “Esencia de Mujer”, para que mis miedos y mi antigua ceguera, a lo Pacino, se evaporaran y te diera el beso que merecías, que no me había atrevido por miedo a tropezar en las mismas piedras que en el pasado. Pero este noviembre era distinto. Estábamos empezando una nueva historia. La nuestra. Tú, yo y nuestro futuro. Sin pasado, sin anclas.

Y en diciembre, doce uvas para el 31, y desearnos suerte en 2017. Y champán para brindar por los nuevos comienzos.

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5 comentarios

  1. 1. José Tapia dice:

    Querido Diego Manresa Bilbao; la poesía es poesía y la prosa es prosa, pero cuando encuentro alguien que puede hacer de la prosa una poesía, solo puedo quitarme el sombrero. Que buen relato, tiene un aire melancólico pero lograste rematar de manera formidable.

    Un abrazo latino.

    Escrito el 17 febrero 2017 a las 16:00
  2. 2. Luis Ponce dice:

    Hola Diego:
    Admirable desde el corazón, una secuencia de sentires hilvanados con las palabras apropiadas para hacer de este relato un homenaje a la poesía.
    Una montaña rusa vital para llevarnos por el interior intimista del protagonista sin soltarnos de principio a fin, pero dándonos el reconfortante cierre del reencuentro con el amor.
    Todo desde el punto de vista emotivo-racional, sin caer en la novela rosa.
    Saludos.

    Escrito el 17 febrero 2017 a las 18:32
  3. 3. El recreo dice:

    Hola Diego! Acabo de leer tu relato. También muy poético. Me ha gustado el ritmo que marcas, la estructura tan bien definida por meses ha sido un acierto porque el relato te va pidiendo más y más y aunque el final era previsible, yo lo acabaría en “sin pasado, sin anclas” queda bajo mi humilde opinión un relato más redondo y menos “cursi” …por lo del champán.
    Me ha gustado en general tu estilo y como encadenas las palabras. Yo revisaría estas dos frases 1.La amargura por todo lo perdido el anterior era un roedor que arañaba sin piedad las paredes de mi alma y mis entrañas y 2.Pero al calor que asfixiaba Madrid en aquel mes, cerramos una etapa.
    En la 2 ya sabemos que es agosto, la dejaría “Pero al calor que asfixiaba Madrid cerramos una etapa”. En la 1 lo cambiaría por “la amargura por todo lo perdido en el anterior era como un roedor…”
    Un abrazo!

    Escrito el 19 febrero 2017 a las 15:54
  4. 4. Edu SC dice:

    Hola Diego Manresa Bilbao,
    Te felicito por tu relato. Muy buena historia, bien contada con esta estructura del devenir de los meses, encadenando hechos pasados con el presente y con un lenguaje rico y bien usado.
    Quizás, el único pero que te pondría, aunque tal vez sea algo muy de gustos, es que encuentro el relato demasiado lírico, tanto que en ocasiones me saca un poco del mismo. Yo necesito para que me enganche, un relato más visual, más mundano en la imágenes, o quizás más palpable y menos etéreo. Esto último, para mi entender, ha de estar en dosis más pequeñas. Espero que no te moleste, ya te digo que es mi opinión como lector.

    Por ponerte un ejemplo de lo que quiero decir:

    El pozo que habitaba era muy hondo, húmedo y oscuro como fue marzo antes del cambio de hora. Y no podía salir de él sin ayuda. Necesitaba alguien, algo, un talismán que iluminara mi escalada. No lo encontré, y tuve que volar. Muchos kilómetros y meridianos me alejé de donde estaba. Buscando luz y sol, alejarme de la niebla.

    Bastó con verte llorar en la Filmoteca, viendo juntos la escena del tango en “Esencia de Mujer”, para que mis miedos y mi antigua ceguera, a lo Pacino, se evaporaran y te diera el beso que merecías, que no me había atrevido por miedo a tropezar en las mismas piedras que en el pasado

    De estos dos, el primero usa muchas palabras para explicar un sentimiento, pero no me lo muestra y por lo tanto, me resulta difícil verlo y que me haga avanzar a través del libro teniendo una nueva información que me permita, pues eso, seguir avanzando en la historia.

    El segundo párrafo para mí funciona mejor. Veo a los dos viendo la película, a ella llorando y a él enamorándose por fin. Me lo enseñas y yo lo veo.

    Un placer leerte Diego Manresa.

    Escrito el 19 febrero 2017 a las 23:24
  5. 5. Miriam Torres dice:

    Buenas tardes Diego.

    Enhorabuena por este texto tan bonito, tan bien escrito, tan original a la hora de incluir las doce palabras propuestas y hacer un recorrido por los doce meses del año del personaje, trasladándonos sus emociones en cada uno de ellos. Gracias por este rato agradable de lectura y espero que sigas presentando relatos así.

    Saludos

    Escrito el 25 febrero 2017 a las 19:26

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