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Inspección de rutina - por Fernando Escobar

Llego en la camioneta a las bodegas de almacenamiento, pero una sensación extraña me apodera. Me quedo unos segundos y absorbo el panorama. Apago el motor y el lamento de un bandoneón llena la cabina. Detengo la cinta de tango y abro la puerta. Un aspersor dibuja un arcoíris sobre la grama verde. Me detengo un momento: algo está mal en esta escena.

Desde el estacionamiento puedo ver los edificios del depósito, paredes oscuras con moho en el centro de la verdura tropical. Es una mañana soleada y debe estar a más de 40 grados. El brillo metálico del techado no me permite ver con claridad. Un olor fétido a naranja podrida emana de los árboles cercanos. Camino unos cuantos pasos para entrar en la sombra del techo cercano.

Cuando escapo del sol del mediodía, inspecciono con cuidado los alrededores, pero lo que falta no es algo que se pueda ver, sino algo que no estoy escuchando. Este sitio siempre está rodeado por un suave zumbido eléctrico.

En ese momento, el pánico más grande se apodera de mí. Me abruman mil emociones, pero tengo que estar seguro antes de hacer a la central. Me acerco a la puerta principal e ingreso mi clave: no hay respuesta. Un botón rojo me mira como un talismán apagado. No hay electricidad, no hay sistema. Pero adentro debe haber un circuito de seguridad. Lo que se alberga adentro no puede estar sin electricidad.

Me dirijo hacia la salida de seguridad, y veo los cables de electricidad que cruzan desde la calle al transformador, en donde un roedor de buen tamaño, quizá una zarigüeya, ha quedado carbonizada. Un regalo que ni las aves se han dignado en probar.

Mi paso se acelera.

Inserto mi llave, halo la puerta, y un calor infernal escapa. Estoy temblando, pero debo saber la verdad, cuan cruel sea. Dentro de la nave principal están doce altos tanques metálicos, brillantes como balas de plata. Seis de cada lado del pasillo, es como entrar a un cuarto secreto de una pirámide.

El salón principal debería estar completamente gélido, pero en esta mañana de verano podría pasar por un sauna. En la penumbra, todo ha tomado un tono macabro. Corro hacia el generador de emergencia, pero encuentro el recipiente de combustible vacío. Los dos días de capacidad se agotaron, alguien no cumplió su inspección. Alguien se equivocó. Nos equivocamos.

Todo está perdido.

Mis pasos tienen un eco siniestro en la oscuridad y llego hasta el primer tanque. Tienen equipo electrónico a un lado, y hago lo que debí hacer desde el inicio. Pongo mi mano y siento el tibio metal pulido bajo mi mano.

Llamo a la central. “Tenemos un incidente”, digo con mi voz a medio quebrar.

Subo la escalera junto al cilindro y leo sobre la inscripción: “Doña Santos Felipa Maldonado, viuda de Don Mariano Alvarenga (1933-2012)”. Me imagino lo que les ha ocurrido a los doce cuerpos congelados, ahora estarán en completa putrefacción. La alianza hecha entra la empresa criogénica y sus clientes había, por falta de una mejor palabra: muerto. Cada cadáver que buscaba la inmortalidad está ahora dentro de un frasco roto.

Mientras veo los servicios de emergencia llegar, un delgado hilo negro corre en el suelo entre mis pies, hasta llegar a un desagüe.

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5 comentarios

  1. 1. Servio Flores dice:

    Hola Fernando, muy bueno tu relato.

    Me ha gustado esa capacidad para describir ambientes, se puede. Percibir el sol, el arcoiris del aspersor… Y una vez adentro un ambiente más lúgubre.

    Destacaría entre las virtudes del relato dos cosas más. 1. Lo bien llevado que está, justamente dosificado hasta su fin.
    2. Su final, muy coherente, preciso, metafórico, la muerte de la compañía por la “segunda muerte” de sus clientes. Más que perfecto.

    Un error que vi por allí fue “entra” en lugar de entre, donde habla sobre la alianza de la compañía criogenica y la de electricidad.

    Felicidades, muy buen relato, como siempre.

    Nos seguimos leyendo.

    Escrito el 17 febrero 2017 a las 22:57
  2. 2. Wester dice:

    Hola Fernando,

    Me gustó tu relato, es una idea muy buena. Muerte dentro de la muerte. Es como un libro con marco donde se escribe de un libro dentro de otro libro.

    Me gustaron las descripciones de lugares así como el giro que da todo en una frase. Pasé parte del relato, mientras leía, pensando que era un tipo que trabajaba para una central eléctrica convencional pero de repente, ¡sorpresa!.

    Tan sólo hay una cosa que tal vez podría haber quedado un pelín mejor. Es tan sólo una opinión pero al final del párrafo 4 y comienzo del 5 repites varias veces las mismas palabras: sistema y electricidad. ¿Quizá un sinónimo ahí?

    Buen trabajo Fernando, si quieres leerme estoy en el 109

    Abrazos

    Escrito el 20 febrero 2017 a las 17:08
  3. 3. talyuno dice:

    Hola Fernando.
    Muy buena calidad en tu relato, la narracion y las descripciones, extremadamente graficas, bien llevadas desde el principio hasta el final. Me ha gustado mucho.
    Saludos, nos leemos…

    Escrito el 20 febrero 2017 a las 19:35
  4. 4. marazul dice:

    Fernando, encantada de leerte y comentarte. Soy marazul, tu vecina de más arriba.
    En cuanto al sentido de tu relato me parece que has elegido un tema muy actual e interesante. Está bien que el lector vaya sospechando -al igual que el protagonista intuye la catástrofe- poco a poco, qué algo grave ha sucedido. Personalmente he creído que se trataba de una central nuclear y que de repente todas las sirenas del mundo se iban a poner a sonar antes del ¡Buuuuuummmmm…!
    Agradezco de veras que no haya sido así, Fernando. Al fin y al cabo los muertos…muertos están. Claro que las pérdidas y los seguros y las responsabilidades y todo eso…uffff….menudo marrón.
    Un tema interesante tratado con intriga y dosificando la información.
    En cuanto a la forma se aprecia tu dominio del lenguaje. Y como todos estamos aprendiendo y estamos aquí para mejorar te comento un par de cosas: “…pongo mi mano y siento el tibio metal pulido bajo mi mano”, creo que la segunda mano sobra
    Has logrado el reto de narrar en primera persona y lo has hecho bien, según mi punto de vista. Ahora bien, encuentro demasiadas frases cortas que por un lado dan dinamismo al texto y por otro resulta un poco cortante. ¿Tal vez pudieras coordinar algunas para dar continuidad? No sé, la verdad, es una idea
    Me gusta mucho cuando describes sin ser explícito. Me refiero a que das rodeos: “…pero lo que falta no es algo…”
    En fin, Fernando, que tienes un buen dominio del lenguaje y que solo falta que lo pulas un poco más. Aquí estamos para mejorar. Yo la primera jeje…
    Felicidades por el relato
    Un saludo

    Escrito el 20 febrero 2017 a las 22:01
  5. 5. César Bianchi dice:

    Hola Fernando, en mi primera participación en el taller me toca comentar tu cuento.
    Me ha gustado mucho. He encontrado expresiones para mí muy originales como “absorbo el panorama” o “una sensación extraña me apodera”. A lo mejor donde vives son usuales pero a mi me sorprendem gratamente.
    El argumento es interesante y la trama lo desarrolla muy bien. Al comienzo pensaba que era la sede de un reactor nuclear pero la destreza del relato me llevó a pensar “claro, no me lo imaginé pero es creíble y más humano”. Me aterró identificarme con ese ser que había sido “descongelado” o no sé descriogenizado. Muy bueno, un placer leerte.

    Escrito el 21 febrero 2017 a las 04:43

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