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El mentiroso - por Silvia Peregrina

Como descendiente de Pinocho, poseía dos cosas, la nariz prominente y el estigma de mentiroso. Cuando digo nariz prominente, es porque era igualita a la que vemos en las imágenes del muñeco. Muñeco que luego fue niño y, aunque Collodi (que, mentira, no era Collodi, sino Lorenzini) no lo contó, formó su familia y tuvo hijos, nietos, etc. Hasta llegar al Pinocho de nuestra historia actual. Este pobre desdichado sufrió como su pariente. No lo atacó ni un grillo, ni un cangrejo, ni un papagayo, pero de pequeño debió soportar burlas, chanzas y agresiones al por mayor. Que le gritaran narigón, nariguete, narigudo y sus pertinentes rimas, era cosa de todos los días. Responder a su maestra, dar lección en el frente del aula, era escuchar un coro que repetía por detrás ‘Mentira, mentira, mentira…”, a veces en murmullos, pero si el docente no ponía orden, se transformaba en un vocerío de temer. Ser amigo de Pinocho era peligroso, en cualquier momento de la charla, del paseo o del juego, la cancioncita de “Mentira…”, podía ridiculizar al más valiente. Pinocho creció con bastante soledad, parecida al del muñeco del cuento original. Se refugió en la lectura, porque era un deleite y porque lo transportaba a un universo que no se mofaba de él.
Creció, sobrellevó la adolescencia como pudo y estudió la carrera de Letras. Sus buenas notas no pudieron con su apariencia. El apellido, la nariz y la fama le desbarataron el ingreso a cualquier trabajo o institución que se preciara. Ni pensar en conquistar un amor. Las jóvenes apreciaban su bonhomía, su conversación, pero nada más que eso. Las más románticas esperaban un galán, las más codiciosas recelaban de un desocupado, las más precavidas temían concebir hijos que heredaran ese narizón. Quizás una desconfianza ancestral, sembró en todas ellas la sospecha de que, en realidad, podría ser un mentiroso sin arreglo. Una de sus más grandes humillaciones ocurrió en un Carnaval, donde, con el único uso del antifaz, se hizo acreedor al primer premio por el más creíble de los disfraces del evento. Fue consagrado, claro, como la mejor imitación de un Pinocho.
A la sazón, continuó solo, sin amigos, sin pareja, sin trabajo, sin futuro.
Un abuelo sabio llamado Gepetto, que no se despegaba de su diccionario de latín por nada del mundo, le aconsejó que se hiciera una cirugía. Con una nariz normal, nadie asociaría tanto su apellido con la mentira. Después de pensarlo, puso manos a la obra. Mejor dicho, intentó poner manos a la obra. La cirugía costaba dinero, mucho dinero.
Pinocho deambuló por aldeas, pueblos y ciudades. Repitió las desventuras de su antepasado. Siendo bombero casi lo calcina el fuego. Trabajando como marino, estuvo a punto de morir tragado por las aguas. Hubo quien lo estafó y quien lo trató con crueldad. Pasó hambre y frío. Y también pasó el tiempo y pudo ahorrar la suma necesaria.
Un Pinocho deslucido, prácticamente estragado por los padecimientos, llegó a la mesa de operaciones. Al recostarse en la camilla, comprendió que era su última oportunidad. La ocasión de cambiar su derrotero, de ser otro, de vivir a pleno, de alejarse de todo lo que lo uniese a esa brutal cancioncilla “Mentira, mentira…”
La intervención fue un éxito, el espejo le devolvió un rostro macilento, pero con cierto brillo en los ojos presagiando tiempos mejores. Ya sin vendas ni medicinas, lo primero que hizo fue sacar una entrada para el cine y ver cómo reaccionaban los demás. No pasó nada, era un ser anónimo como tantos que iba a ver una película, con un rostro común y corriente. Se sintió mejor, jamás volvería adonde fuera conocido y comenzaría de nuevo.
Hizo tareas dispares, pero sin aguantar bromas por su apariencia. La vida se regeneraba. Hasta que lo citaron de una editorial. Se sintió feliz, por fin trabajaría según su aptitud literaria, en un espacio de libros, de autores, de creatividad. Fue recibido por dos señores, el director y un escritor de historias pornográficas de poca monta, pero de mucha venta. ‘El señor es Pinocho, el que se encargará de su correspondencia’. ‘Hará honor a su nombre-respondió burlón el novelista-escribirá falsedades en mi nombre’. Debía hacerse pasar por el autor y responder cortésmente las estúpidas misivas cargadas de lubricidad.
Abrumado, Pinocho comenzó a contestar cientos de mails farragosos, ocultando su identidad y firmando en lugar de otro, escondiéndose otra vez. Mientras pulsaba el botón de enviar, volvía a escuchar la terrible cancioncilla “Mentira, mentira, mentira…”

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12 comentarios

  1. 1. Anacinta MT dice:

    Hola Silvia.
    Tu cuento me ha gustado.Muy bien redactado, se lee con facilidad.
    Me ha encantado tu forma de expresión y los vocablos que utilizas.
    En tu relato he visto la descripción clara de un proceso de Bullying, tan actual hoy en día en los colegios e institutos. El final me da un poco de pena , porque a pesar de sus esfuerzos por superarse como los distintos trabajos, los estudios, la operación, sigue estando en la sombra, sin ser él mismo.
    Un saludo y hasta pronto.

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 08:53
  2. 2. Silvia Peregrina dice:

    Gracias por tu comentario, sos muy amable y me alegro que te haya gustado. Cariños para vos.

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 15:41
  3. 3. Maria Jesús dice:

    Hola Silvia: Me ha parecido muy buena idea convertir un cuento clásico en una historia de nuestros días. Muy bien elaborada la trama y muy ingenioso. Pinocho es el mentiroso por excelencia.
    No sé cual es la canción “Mentira, mentira…” Por lo demás muy bien. Un saludo.

    Escrito el 20 marzo 2017 a las 12:59
  4. 4. Silvia Peregrina dice:

    Muchas gracias por tu comentario, María Jesús. Me alegra que te guste. La canción es inventada, como que se la cantaban con burla sus compañeros y quedó grabada en la mente de Pinocho. ¡Saludos!

    Escrito el 20 marzo 2017 a las 20:26
  5. 5. amparo rouanet moscardó dice:

    Muy buen relato. Consigues que el lector empatice con el protagonista; yo he sentido pena por él. La parte formal muy limpia, te lleva en volandas hasta el final de la historia.

    Escrito el 20 marzo 2017 a las 22:00
  6. 6. Inés Josefina. dice:

    Me gustó mucho tu relato. Llevas muy bien el dolor que tiene un ser acosado por su aspecto. La letanía de la canción se graba. La búsqueda de soluciones esta bien contada y hasta el final parece como algunos casos verídicos en que muchos no pueden apartarse de su destino.

    Escrito el 21 marzo 2017 a las 00:15
  7. 7. Silvia Peregrina dice:

    Agradezco los comentarios, Amparo e Inés, me alegro que les guste. Saludos y seguimos en contacto.

    Escrito el 21 marzo 2017 a las 00:53
  8. Hola Silvia! con placer te devuelvo la visita a mi relato y paso a comentar el tuyo.

    Muy bueno. Muy original la revisión del cuento de Pinocho , o mejor dicho , la secuela 🙂

    El relato engancha de principio y se lee con interés y sin que decaiga hasta al el final.

    Por ponerle un pero:
    No sé si será cuestión de separar más entre sí los parrafos , o hay parafos demasiado largos… visualmente resulta un poco espeso de leer

    El final , amargo, es verdad , pero redondea muy bien una buena historia

    Felicidades

    Nos leemos!

    Escrito el 21 marzo 2017 a las 10:21
  9. 9. amparo rouanet moscardó dice:

    Gracías Silvia por señalarme lo de la cacofonía, no me había dado cuenta. Lo tendré en mente para la próxima vez.

    Escrito el 21 marzo 2017 a las 12:15
  10. 10. Silvia Peregrina dice:

    Tenés razón, Patricia, los párrafos largos se ven pesados. Lo tengo en cuenta para la próxima vez. Gracias y ¡saludos!

    Escrito el 21 marzo 2017 a las 15:36
  11. 11. Laura dice:

    Hola Silvia.
    Un relato muy bueno, realista.
    Ya te han señalado el asunto de los párrafos, para dar un poco de respiro al que lee.
    Me resultó un poco forzada la inclusión del diccionario ya que se nombra y no parece tener función alguna en el relato.
    Saludos

    Escrito el 24 marzo 2017 a las 22:31
  12. 12. Silvia Peregrina dice:

    Gracias por leer y comentar, Laura.
    Puede ser que resulte forzado lo del diccionario. La imagen responde a la ilustración de mi viejo libro de Pinocho,donde la carpintería de Gepetto tiene varios y bastantes gruesos libros en los estantes adosados a la pared del fondo.
    Saludos y seguimos leyendo…

    Escrito el 25 marzo 2017 a las 04:19

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