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Frío - por Ignacio YZ

Susana esperaba impaciente a su familia. Sentía que le sudaban las manos, aunque no estaba segura de que eso fuese posible. Los dedos de sus pies descalzos jugaban nerviosos con el barro formado por la incesante lluvia. No le importaba el peso de su pelo mojado contra su pecho, ni el no poder recordar la ropa que llevaba puesta. Al principio, había echado un vistazo cada cierto tiempo para comprobarlo. Sin embargo, en cuanto levantaba la cabeza, olvidaba lo que acababa de ver, como si su memoria le estuviese intentando explicar que eso ya no importaba.

La noche había sido larga, pero en unos minutos por fin podría verle. Se lo había contado a todos, incluso a Doña Emilia, que en 1856 había perdido a su hijo y lloraba desde entonces. No le importaba, la idea de ver a Adrián vestido con su pequeño traje de chaqueta hecho a medida hacía que se le saltaran las lágrimas de la emoción. Además, de lo del hijo de Doña Emilia hacía más de doscientos años, ya iba siendo hora de que la señora parara de llorar. Don Manuel le había dicho que se veía sublime, que era un castigo del mismísimo infierno que su familia no fuera a ser capaz de apreciar su hermosura. Aunque sabía que Don Manuel lo había dicho por educación, Susana lo apreció con una sonrisa.

La lluvia amainó y el cielo encapotado empezó a despejarse, dejando que rayos de sol agujerearan tímidamente las nubes grises. En ese momento, como si así se hubiese planeado, Susana atisbó a su familia caminando en procesión entre las tumbas mohosas. Encabezando el convite, sus primos llevaban el ataúd negro a hombros. Tras ellos, su madre lloraba desconsolada en su vestido de luto, con peineta incluida. Su padre, con la mirada perdida, intentaba consolarla poniéndole una mano en la espalda mientras le agarraba el brazo con la otra, con miedo a que su mujer se fuera a romper en mil pedazos si la dejaba ir. La pena que le recorría el corazón se esfumó en cuanto se percató que Adrián no estaba por ningún lado. Debería de haber venido con sus padres, ¿dónde estaba?. Después de haberse llevado a Fran a la comisaría, la policía debería de haber dejado al niño con sus padres, así lo había estipulado con su marido cuando registraron a Adrián en el registro civil. El tumulto de gente siguió pasando delante de sus ojos y todavía no había rastro de Adrián.

Su corazón palpitaba incontrolado en el pecho, si no fuese por que su cuerpo ya estaba frío, hubiese pensado que le iba a estallar, como una pequeña granada. De repente, sus ojos se fijaron con perplejidad en un hombre alto, de pelo engominado y barba de tres días. Fran. No era posible. ¿Qué hacía allí?. Después de lo que hizo debería de encontrarse entre rejas. No podía creerlo. Cogido de su mano, el pequeño Adrián miraba de un lado a otro con curiosidad. No parecía ser consciente de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Susana quiso gritar, pero la voz no le salía. Intentó agarrar a Adrián de la mano y llevárselo con ella, pero su mano atravesó la del pequeño de cinco años como si fuera humo.

Susana se giró a ver a su madre y vio como saludaba a Fran con la cabeza, haciendo ver que los dos estaban compartiendo el luto. “¡Mamá, despierta!”, pensó. Se movió de un lado para otro, intentando en vano que alguien se percatara de su presencia y parara toda aquella atrocidad. Todos los ojos estaban fijos en el padre Ángel, que había empezado con el sermón.

–No me puedo creer que se haya ido para siempre–oyó decir a su amiga Maite.–Y además de una manera tan estúpida.

–Si es que los accidentes domésticos son más frecuentes que los atropellos–le respondía Laura con impasividad.

Susana corría desesperada delante de las caras de aquellos que estaban dándole el último adiós a su cuerpo, diciendo palabras que ni ella misma entendía. Se arrodilló en el suelo, donde lágrimas de impotencia empezaron a resbalar por sus mejillas.

Susana notó unos ojos que le miraban. Adrián, aún de la mano de su padre, le observaba con detenimiento, como si Susana fuese un bonito animal mitológico. Susana corrió y se arrodilló frente a él, sus ojos a la altura de los del pequeño. Dudaba que le pudiese escuchar, pero aún así lo intentó:

–Cuídate, mi amor.

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4 comentarios

  1. 1. Cesar dice:

    Venías bien y creo que derrapaste. Quiero creer que fué porque no tuviste tiempo de corregir, a mi me pasa.
    No me queda claro que fué lo que hizo Fran.
    La última parte no entiendo.
    Me parece por la forma del relato que transcurre en un timpo relativamente corto, podrías haber insertado mas metáforas
    Saludos

    Escrito el 17 abril 2017 a las 20:35
  2. 2. José Torma dice:

    Que tal Ignacio, eres el tercer relato después del mío, así que te toca un buen rollo.
    Lo primero que te quiero agradecer el la forma del relato, separada, limpia. Se puede leer con fluidez y eso siempre se aprecia.
    Tienes algunos yerros en el uso del guion largo, que puedes mejorar.
    “–No me puedo creer que se haya ido para siempre–oyó decir a su amiga Maite.–Y además de una manera tan estúpida.”
    “—No me puedo creer que se haya ido para siempre —oyó (yo hubiera utilizado ‘escuchó’) decir a su amiga, Maite—. Y además de una manera tan estúpida.”
    En este ejemplo vemos el uso correcto de los guiones y aparte te puse o moví algunas comas. Espero ser claro.
    El texto es predecible, no hay sorpresa ya que se intuye (tal vez solo yo, no lo sé) que es ella la que van a enterrar. La escena del inicio con los pies descalzos, no tendría sentido si no la imaginamos como una aparición.
    Es muy tentador acentuar aun siempre, pero es un error que aún cometemos. Te invito a que revises las reglas de la RAE, yo lo tengo abierto siempre, es como mi Everest, conquistar todas las tildes. Si usas Word para tus escritos, o cualquier programa que tengas, tienen un corrector automático, dale una pasada con ese y salen errores que no vemos de tanto leer lo mismo. Ojo, Word no es muy bueno cuando los verbos en pasado terminan en e. nunca o casi nunca los capta.
    Tenemos la misma creencia, si lees mi relato sabrás a que me refiero y este consejo tendrá más sentido. Hay veces que tenemos que explicar un pelín más. Lo que para ti y para mi es obvio, no lo ha sido para algunos de mis lectores.
    El asunto de Fran, me hizo sentir que me falto un capitulo antes de leer esto. Intuyo que hizo algo malo, sin embargo, Adrián sigue con él, así que no es claro quien está mal aquí, si Susana o su pareja. Acuérdate de los beta lectores, son esos que nos pueden auxiliar a darnos cuenta de algo que se nos pasa. Tal vez tú lo tenías muy claro, solo que no se transmitió
    El verbo sentir es complicado, aquí pasa algo que yo también hago y he tratado de evitar. No siempre de manera exitosa.
    “Susana esperaba impaciente a su familia. Sentía que le sudaban las manos, aunque no estaba segura de que eso fuese posible. Los dedos de sus pies descalzos jugaban nerviosos con el barro formado por la incesante lluvia.”
    Sentía que le sudaban las manos. Esto sería porque percibe la humedad en ellas, entonces más que una sensación es una realización o hecho. Yo se lo quitaría y lo dejaría solo como “Le sudaban las manos, aunque…” Sé que querías mantener la ilusión de que estaba viva, pero creo que desde el primer párrafo, llevabas la pelea perdida. Para mí la confirmación fue Doña Emilia.
    Amé los nombres de tus personajes, aún el de Maite, que por acá se escribe con “y”.
    Creo que es todo lo que puedo comentar en el aspecto formal.
    La idea del relato es buena, pero creo que le faltó un poquito de perspicacia y algo de argucia para lograr el engaño que hubiera funcionado para el final, que está muy bien descrito.
    Me gusta la manera como escribes y creo que puedes sacar mucho provecho de lo que te comento y sobre todo, escribir y escribir.
    Un placer leerte y ojala mis consejos te sean de utilidad.
    Saludos.
    José.

    Escrito el 18 abril 2017 a las 23:19
  3. 3. José A. Algarra dice:

    Hola Jose, soy tu vecino del 54.
    En cuanto a la ortografía, nada que añadir a la opinión de José Torma, muy completa.
    Me ha gustado tu relato, me parece muy bien contado. Consigues trasmitir las imágenes de la escena y los sentimientos de la protagonista. El final es simple y muy adecuado, me parece perfecto para la historia, condensa los sentimientos de la madre y su último intento de comunicarse con su hijo.
    No creo que en este relato buscaras la sorpresa, y creo que aún así funciona muy bien.
    Enhorabuena por tu cuento.
    Un saludo.

    Escrito el 19 abril 2017 a las 23:51
  4. 4. Juan Sauce dice:

    Hola, Ignacio.
    Me gusta tu historia. Una historia de “fantasmas” que, aunque juega con algunos tópicos, no por ello deja de ser buena. El relato se hace ameno y de fácil lectura.
    Algunas cosas no me concuerdan: se supone que es su propio entierro, por lo que acaba de morir… pero ya ha hablado “con todos” en el más allá, incluso con la mujer que perdió a su hijo en 1856. La otra, que hubiera estipulado con su marido que el niño iría a vivir con sus abuelos (intuyo que si ella muriese) cuando lo registraron en el registro civil. No entiendo mucho de papeleos pero me parece que ese formulario no estipula con quién ha de vivir el niño.
    Por último, decir que me parece estupenda esa referencia a la violencia machista y la manera en que el c…. oculta la verdad bajo el ardiz de “accidente doméstico”. Te llena de impotencia.
    Un buen relato, felicidades.
    Estoy por el 70.

    Escrito el 20 abril 2017 a las 22:13

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