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Tan solo un instante - por Martín Lavern Santeda

Susana esperaba desprenderse de aquella angustia que tan solo liberaba brevemente los miércoles por la noche en el gimnasio, dando patadas y puñetazos en el aire . Así combatía la tozudez de su cuerpo en ensanchar sus muslos y brazos, en formar pliegues alrededor de su cuello y también descargaba su rabia y su ira contra un enemigo invisible, aquel que le robaba las hojas del calendario. Quiso deshacerse de aquella vida compuesta por rutinas y esfuerzos que al final han sido en vano.

Le tortura pensar que era solo cuestión de un minuto, o quizá menos. Se lo propuso una y mil veces, y de tanto proponérselo se convirtió en una rutina más, como tantas otras. De mañana no pasa. No se dio cuenta de que los días se suceden unos a otros. Esperaba que su angustia fuera como un espeso abrigo que colgaría en el armario una vez acabado el invierno, ahora sabe que le acompañará toda su vida, como esa presión en el pecho que solo desinfla a veces con un prolongado suspiro.

No quiere que su hija Débora cometa el mismo error que ella. Ahora es demasiado pronto, mejor que pase el tiempo con sus fantasías de adolescente, que disfrute de este momento de su vida en el que todo es como una brisa suave, no quiere que esos ojos grandes y ensoñadores, limpios y azules como los de su abuelo se entelen con sus preocupaciones.

Cuando ahora Susana mira a Débora la siente con toda su alma, como si, a pesar de haber estado con ella durante catorce años, la descubriera de nuevo. Cuando se duerme en el sofá y la acaricia, siente todos y cada uno de los poros de su fina piel en la punta de los dedos, siente paz y tranquilidad, se siente feliz de tener cerca a su hija y da gracias al cielo de poder abrazarla.

¿Por qué dejó de mirar así a David? ¿ Por qué dejó de sentir así a David?. Hacía tiempo que ya no le miraba con ternura y él ocultaba sus ojos bajo las pestañas esperando el día que se reencontraría con los suyos y volverían a sentir ese gran amor. Pero no sucedió. Demasiadas preocupaciones, demasiados apuros para llegar a fin de mes y muchos reproches, demasiados reproches, tantos que ocultaron el amor que Susana sentía hacia David.

Solo era cuestión de tomárselo con determinación y dar un giro a su vida. Por su puesto que le quería y disfrutaba con él cuando salían con los amigos y le encantaba reírse de sus tonterías de chiquillo, pero el silencio y el orgullo le desviaron la mirada.

Fue duro, muy duro tomar aquella decisión. Mientras Susana, Ramon , su hermano y Débora estaban alrededor de la cama, abrazando, acariciando y besando dulcemente a David, los enfermeros iban desconectando en silencio todas las máquinas que hasta entonces le habían mantenido en vida; y a pesar de eso, el corazón de David seguía latiendo, todavía estaba allí, junto al amor de su vida. Y así se fue. Y así le vio marchar Susana, andando lentamente hasta que se perdió en la lejanía, consciente de que aquellos serían sus últimos latidos. Esta vez no ocultó los ojos bajos sus pestañas. Los cerró para siempre.

Se fue sin poder abrazarle. Marchó por la mañana de casa y ya no tuvo ocasión de dejar a un lado tanto reproche, tanto desencuentro. Si hubiera podido detener el tiempo, si le hubiera mirado con la ternura que él esperaba, pero los días se suceden unos a otros y se desvanecieron sus propósitos de darle más importancia a lo que compartían y no a lo que les distanciaba, se maldice por no abrazarse con fuerza a quien más quería, pero ahora ya es demasiado tarde.

Desde ese pequeño recinto rodeado de grandes avenidas donde antes hubo un barrio humilde, Susana mira a su ciudad bañada por el mar y deja que el sol del atardecer se proyecte sobre su cara. Cierra los ojos y sentada en el suelo, con la espalda apoyada sobre el columbario revive los mejores momentos pasados junto a David. Y llora. Y se lamenta.

Cuando llegue el momento, le dirá a su hija que no pierda ni un minuto, que no deje que le roben las hojas de su calendario, que comparta todo aquello que tiene con las personas a las que estima. Que no oculte sus sentimientos. Que ame pese a todo.

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4 comentarios

  1. 1. Mara dice:

    Hola Martín! Me gustó mucho tu historia, algo triste pero creo que era lo que buscabas. Creo que lo que más destaca es la manera en que se desarrolla, como fluye la historia y como todo va encajando. Felicidades, es un gran relato.

    Escrito el 17 abril 2017 a las 21:12
  2. 2. Evelyn dice:

    Martín, qué tal?

    Una historia tan corriente, que se repiten infinitamente en la vida de todos, porque todos tenemos un “David” en nuestras vidas al que deberíamos prestar más atención, antes de que sea demasiado tarde.

    Un buen reflejo de la realidad.

    Veo algunos errores en los tiempos verbales que entorpecen la fluidez del relato, a parte de eso, nada.

    A seguir trabajando, nos leemos el próximo desafío, soy tu vecina del 198.

    Un abrazo.

    Escrito el 19 abril 2017 a las 14:03
  3. 3. Santiago dice:

    Me gustó el texto, y la forma de narrar, lo único que no me gustó es que narra primero en pasado y vuelve al presente de una forma que pareciera no ser la misma persona; eso hizo que me desconectara un poco de la historia.

    Escrito el 19 abril 2017 a las 23:30
  4. 4. Alonso García-Risso dice:

    Saludos Martín:
    Formalmente, hay en tu texto una cuestión de tiempo verbal. La verdad que no me incomodó la lectura. No logró en ningún momento sacarme de la lectura, ni mucho menos. El contenido, el tema, entraña una situación que nos afecta en la gran mayoría…
    Al leer tu historia no se puede evitar, guardando las distancias, pensar en situaciones semejantes, parecidas; de las cuales lamentamos nuestro comportamiento. Pienso que en estos tiempos en que abren tantos espacios de esclarecimiento, una lectura como la que nos presentas, nos ayuda a una nueva comprensión de nuestra sociedad. ¡Bien! ¡Felicitaciones!

    Escrito el 22 abril 2017 a las 02:12

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