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Traidora Serial - por Miguel Mesías

Susana esperaba. Se desesperaba, más bien.

La última vez, cuando le pasó a ella y él se atrevió a abrir la boca, fue para quilombo. Ella se incomodó y no quiso hablarle por cuatro días.

Ahora, por ley, no podía decirle nada. ¡Shhh! Calladita tenía que quedarse.

Pero él se demoraba más que ella.

Claro. Los hombres son así: se toman su tiempo. ¡Ay, pero si el boludo se distrae con otra cosa! Lo mato, se dijo. Palpó al lado y no, no se había llevado el celular. Respiró aliviada. Dos veces.

Luego se le estrujó la garganta y su respiración cambió drásticamente. En el tiempo en que había respirado dos veces antes hizo ahora seis respiraciones y después diez: estaban en la casa de él.

Le empezó a doler la panza y le cosquilleó el dedo meñique del pie.

Odiaba su dedo meñique del pie.

Era feo, demasiado largo y flaco. Parecía de mano, no de pie. Lo golpeó para ver si le dejaba de molestar y también para descargar justo ahí, en ese momento, un poco de su enojo con él por no haber querido salir más normal, más chiquito y regordete: como un dedo meñique de pie común y corriente.

Pero su dedo no iba a cambiar y el cosquilleo en vez de parar se le subió hasta el tobillo. Agarró la almohada y la levantó otra vez, pero se detuvo y no se pegó más.

Se tapó entonces la cara, apretó la respiración y lagrimeó un poquitín.

Ay, ¡¿por qué estaban ahí?! Y obvio, porque siempre fue así: la sumisa, la que hace lo que él quiere. Si tan solo pudiese ser un poco como Sarah, ansió por dentro…

En casa de Susana no había revistas ni libros ahí y, si uno no llevaba el celular, no tenía otra que hacer lo que uno tiene que hacer en el baño y nada más.

Pero en la de él…

Ahí el baño no era solo para sacar lo de adentro, entiéndase bien: no era solo para vaciar el estómago sino también para llenar el intelecto.

Repleta y variada tenía la estantería. Esa que se usa normalmente para poner los papeles higiénicos, shampoos y cremas dentales. En la de él no. En esa pared verde claro se concentraba todo el saber del hogar.

¿Por qué tuvieron que volver ahí? ¡Pero qué boluda! ¡Justo hoy! Deseó por un instante no haberlo conocido y lagrimeó otro poco resonando ahora la nariz.

Miró el celular: habían pasado más de diez minutos.

¡Que se curta!, le digo que se apure, pensó. No. No puedo, repensó. Y de pronto se vio con el control en la mano: lo había agarrado intempestivamente. Lo observó por un instante, pero tampoco. No podía hacer nada.

Empezó a morderse las uñas. ¡Odiaba hacerlo!

¿Qué haría Sarah? Agarró el celular otra vez. Siete mensajes de mamá. ella que siempre le dijo que no le gustaba mucho el noviecito que tenía… quiso haberla escuchado más. Pero no los leyó. Se mordisqueó otra uña.

Agarró la sábana arrugándola. Y miró el control una vez más.

Entonces tomó la decisión.

Si el boludo se había puesto a leer era porque o no le importaba tanto o quería joderla, razonó. Y si quiere joder, ¡que se joda!

Se sentó en la orilla de la cama, muy cerca del televisor, y bajó mucho el volumen por si acaso. Solo después puso play.

El capítulo empezó en otro lugar. Pero Susana esperaba.

Confiaba en Sarah, que no era como ella: sus acciones sí eran determinadas e impredecibles. Sintió que se le amontonaba el aire ahí en el pecho porque acababa de actuar un poco como ella.

Sin embargo, se desesperó otra vez cuando el capítulo mostró a la protagonista muchos años atrás, de niña, en un flashback empalagoso e insoportable.

Susana había tomado una decisión y la había ejecutado, pero Sarah no: en el momento crítico se había hecho fofa y endeble en el recoveco de sus recuerdos.

Susana se decepcionó.

De pronto las imágenes cambiaron abruptamente y el sonido también.

Era bajito, casi imperceptible, como un suspiro. Por fin terminaría la boludez de los recuerdos y ejecutaría su plan. Se acomodó para ver mejor lo que pasaba adelante sin saber que lo importante no estaba ahí.

Atrás, él había salido y la miraba tan enganchada, tan traidora.

Y se decepcionó.

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3 comentarios

  1. 1. escritora invisible dice:

    Buenas decisiones tomadas en un instante en el que ocurren muchas cosas, ese tiempo subjetivo que abarca tanto espacio. Tiene gancho.

    Escrito el 17 abril 2017 a las 22:27
  2. Hola Miguel,

    Me ha costado un poco entenderlo al principio, he tenido que leérmelo dos veces, pero sinceramente la segunda he podido disfrutar de la historia y de la minuciosidad con que narras cada minuto de la espera de Susana. Cómo añades detalles que muchos escritores pasamos por ser demasiado pequeños, pero que ayudan sin duda a darle mayor profundidad al personaje. Los pensamientos si que te diría que para poder hacer el relato más inteligible los pongas entre comillas latinas <>

    Hay alguna frase que cuesta de entender, bien por la puntuación o simplemente la distribución de las palabras, como por ejemplo:
    En el tiempo en que había respirado dos veces antes hizo ahora seis respiraciones y después diez: estaban en la casa de él.

    Quizás podrías reformularla de esta manera: En el tiempo en que antes hacia dos inspiraciones, ahora requería seis y más adelante, conforme la desesperación aumentaba, diez. Entonces se percató de que estaban en la casa de él.

    Pero mi enhorabuena por dar tanta profundidad a un relato en un periodo de tiempo tan pequeño con tantos detalles y sentimientos.

    Escrito el 18 abril 2017 a las 17:08
  3. 3. Gaia dice:

    Peofundo y muy bien escrito, te felicito
    Puedes leer a mi Susana en el 145

    Escrito el 20 abril 2017 a las 17:51

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