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El lugar adecuado - por Pablo Arbáizar

Susana esperaba. La tensión de los músculos se podía percibir a través de la piel. Las sienes le temblaban con cada latido de su corazón.
– ¿Cuánto queda? – dijo Susana, en voz tan baja que se confundió con el sonido de la brisa.
La ropa de Susana era negra. Llevaba un pantalón ajustado y una blusa elegante. Delante de ella había una placa de mármol, pesada, como un ternero grande. El mármol, con vetas estriadas, estaba perforado con finas marcas que escribían un nombre. Augusto Pérez. Susana no tenía ni idea de quién sería, pero estaba en el lugar indicado. Su novio le había dicho: “Tienes que esperar allí a un Audi negro.” Quien viajara en el coche le daría lo que su novio necesitaba. Susana no preguntó más.
Un poco antes de mediodía vio aparecer el coche. Las ruedas giraban despacio sobre el camino de grava y las piedras, del tamaño de una avellana, saltaban con ruidos secos.
– Por fin.
El coche se paró justo detrás de la tumba de Augusto Pérez. Un hombre de casi dos metros, con una chaqueta y un pantalón vaquero negro se bajó. Llevaba un paquete envuelto en papel marrón debajo del brazo. Su mirada no se fijaba en nada, llevaba los ojos rápido de un elemento a otro del paisaje del cementerio, evaluando cada objeto. Su cabeza rapada, reflejaba el sol del mediodía en gotas de sudor microscópicas.
El hombre rodeó el mármol blanco agitando el ramo de flores en equilibrio encima. Llegó hasta Susana y estiró el brazo ofreciendo el paquete envuelto en papel marrón que llevaba.
Susana no alcanzó a rozar el paquete. El hombre lo retiró. Un chirrido cercano le puso en guardia. El hombre giró la cabeza a ambos lados y Susana vio como varios coches, tan negros como el Audi aparecieron por todos los senderos que llevaban a la tumba de Augusto Pérez.
El hombre retrocedió un par de pasos y sonaron unos disparos.
Susana no entendía nada. ¿Quién era esa gente? ¿En qué se había metido? Las balas silbaban a su alrededor. Susana, agachada junto a la lápida de mármol vio como aparecían agujeros en el lateral del coche. Sus ojos se abrieron mucho mientras la adrenalina corría por sus venas, como si quisiera captar cada detalle de la escena.
El hombre corría agachando la cabeza hacia el coche. Se protegía el cráneo afeitado con su brazo derecho. En el otro brazo sujetaba el paquete. Susana gateó unos metros hasta encogerse entre un árbol y la lápida de mármol. Cuando volvió a mirar al hombre casi había llegado al coche. Un agujero se abrió en su chaqueta, a la altura del omoplato derecho. Sus rodillas se doblaron y se inclinó hacia delante. Antes de caer al suelo dos disparos más le alcanzaron, uno en el culo como a Forrest Gump y otro entre las costillas.
Susana gritó. Seguía sin entender como había acabado allí. El paquete marrón cayó al suelo entre ella y el hombre muerto. Dos tipos más, de la misma constitución y aspecto que el muerto salieron del coche y respondieron a los disparos. El suelo estaba lleno de aceite, o eso pensó Susana, por el olor.
– ¡Traidores! – oyó Susana gritar a los asaltantes.
Susana se tapó los oídos con las manos y pegó la cabeza a las piedras blancas alrededor de la tumba de Augusto. Un poco más allá veía el rostro desencajado del hombre del paquete y el pequeño estanque de sangre que le rodeaba. Entre medias, el paquete recibió un disparo y explotó en una nube de polvo blanco. Susana se puso a toser.
Los disparos cesaron. Susana no entendía nada ¿Quién habría ganado?
Una mano fuerte le agarró del pelo y le puso de rodillas delante del mármol de la lápida. El hombre, otro personaje del mismo aspecto que los muertos, le apuntó con una pistola a la frente. Susana comenzó a llorar y a soltar hipos cada ocho segundos. El hombre miró a sus secuaces y se rieron.
– ¿Quién eres? – preguntó.
Tres veces lo preguntó mientras Susana lloraba incapaz de contestar.
– ¡Bah! – dijo – Que importa quién seas.
Descargó la pistola en el cerebro de Susana. La sangre tiñó el blanco mármol como un pintor que tira pintura con pasión sobre un lienzo blanco. Susana cayó, con la frente perforada, sobre la tumba.

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4 comentarios

  1. 1. ZU VAZQUEZ dice:

    Que buen relato de acción, aun me parece ver cada bala frente a mi.
    No tengo nada más que felicitarte, en lo personal me gusto mucho.
    Sigue así.
    Te invito a pasar por el mio estoy en el 202

    Escrito el 18 abril 2017 a las 00:23
  2. 2. Gaia dice:

    La acción siempre atrae al lector y también cumpliste con el reto
    Puedes pasar por mi Susana en el 145

    Escrito el 21 abril 2017 a las 01:46
  3. 3. Polilla dice:

    Hola Pablo!
    La verdad que tu relato me dejo con la boca abierta…
    No me esperaba que mataran a la pobre Susana!
    Me gustó mucho y me hizo gracia tu evocación a Forest Gump.
    Solo dos cosas, que son a nivel personal, buscaría un sinónimo para la palabra “coche” para que no aparezca tantas veces y, por otro lado, en la parte que dice: “Llegó hasta Susana y estiró el brazo ofreciendo el paquete envuelto en papel marrón que llevaba.” cambiaría el orden de la palabra “llevaba”, pondría, por ejemplo: “Llegó hasta Susana y estiró el brazo ofreciendo el paquete que LLEVABA envuelto en papel marrón.”
    Pero es solo una apreciación personal.
    Por lo demás, me tuvo en vilo hasta el final y, como ya te comenté, me quedé así… con la boca abierta!!
    Un abrazo!

    Escrito el 21 abril 2017 a las 10:46
  4. 4. lilian ht dice:

    Hola Pablo, tu relato con algo de acción me pareció bastante emocionante,los detalles de las descripciones de los personajes y los escenarios hacen que mi mente los dibuje y que sienta lo que ellos.
    Disfruté mucho leer tu relato, espero que leas el mío para compartir criterios y darme algunos consejos ya que es la primera vez que participo soy el Nro. 178.
    Saludos

    Escrito el 5 mayo 2017 a las 20:25

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