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Susana esperaba - por Teodoro López

Susana esperaba la muerte.

Esperaba con la paciencia de quien espera que una rosa florezca. Como quien observa largamente un paisaje sin pensar en nada. Sin embargo, Susana pensaba.

Pensaba en su familia a la que apenas veía desde que había cambiado de residencia. Ahora estaba más lejos, y aunque estaba más agusto, apenas había ocasiones en que se reunirse más. También pensaba en sus aficiones que había ido dejando aparcadas poco a poco. Primero el deporte, luego las caminatas, la jardinería, las series policíacas y al final incluso la lectura. Ahora solo esperaba.

Esperaba tranquila, sin desgana, inmersa en la rutina de las comidas, la contemplación y las charlas ocasionales. Con la quietud de quien sabe que tiene todo el tiempo del mundo para descansar y pensar sin preocuparse de nada. Porque cuando esperas morir el resto de preocupaciones se relativizan bastante.

Podría haberse preocupado. Aunque para ello tendría que haber estado más conectada con el mundo y su entorno. Saber que ocurría en la vida de sus seres queridos, haber tenido pasiones sobre las que preocuparse. Ahora lo único que alternaba sus silencios eran las corcheas ocasionales de los pájaros que cantaban, los grillos, un ruido inesperado en el pasillo o el murmullo de la sala de estar.

Aún así, repito, no es que se encontrase a disgusto. Ya había vivido todo lo que quería y más. Ahora su rutina le bastaba.

Levantarse por la mañana, ducharse, vestirse con la ropa del día preparada el día anterior y bajar a desayunar al comedor. La charla ocasional con las cuidadoras, normalmente hablaban sobre el tiempo o su estado de ánimo. Después pasar a la sala de estar a mirar la tele sin verla. Su momento favorito formaba parte de estas horas, en que muchos compañeros acudían a las actividades organizadas y ella podía simplemente sentarse a esperar sin nadie alrededor que rompiera su estado de concentración en el que se sumergían las horas.

Tras esto venía la comida, con los intercambios de comentarios normativos con el personal y sus compañeros. Lo buena que estaba la comida, lo mala que estaba, recetas comentada por otras mujeres que parecían no darse cuenta de que allí a nadie le iban a hacer más falta.

Luego, la siesta, tenía un sitio en una mecedora cerca de una ventana que abría ligeramente a despecho de que al personal no me gustaba. Podía resfriarse con la corriente decían. Como si fuera una niña a la que hay que enseñarle cuando en realidad se parecía más a una nieta explicándole a su abuela como coser. Sin embargo, ella esperaba y asentía sin hacer comentarios.

Entre el amodorramiento de la tarde y sus pensamientos que iban y venían sin demasiada conexión.

Y al final alguien venía a buscarla para asegurarse de que se acostaba. Hoy vino la chiquilla rubia que tanto se parecía a su hija, aunque cuando llegó la verdad es que no se lo parecía, cosa extraña.

– ¡Buenas noches doña Susa! – Le dijo con su alegría habitual. – He venido a buscarla para acompañarla a su cuarto. ¿Estaba usted esperándome?
– Sí, hija. Sí. Esperaba.

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4 comentarios

  1. 1. drow_jack dice:

    Hola.

    “apenas había ocasiones en que se reunirse más.” ¿Cómo?

    Cambiaría alguna puntuación, pero en general bien.
    En cuanto al contenido, creo que la premisa del taller de este mes te ha estado rebotando dentro de la cabeza más de la cuenta. Susana espera, Susana espera, Susana espera. Es el enfoque que le has querido dar, ya me imagino, pero da la sensación de que te has dejado arrastrar.
    En cuanto a nuestra protagonista, describes bien cómo es la vida en una residencia, si es que a eso se le puede llamar… vida.
    Mejor no pensar.

    Escrito el 18 abril 2017 a las 03:40
  2. 2. Pilar dice:

    Hola, Teodoro!!

    ¡Wow, menuda frase para comenzar un relato!

    Me esperaba algo más emocionante, la verdad, y las expectativas se me han ido desinflando como un globo pinchado… Pero, pensándolo bien, no todos los relatos tienen que tener un ritmo trepidante con un final inesperado: a veces una escena sencilla llega más a la fibra sensible que otras más rebuscadas. La parte positiva es que la sensación que he tenido al terminar tu relato es justo la que tú querías transmitir: languidez, monotonía y desesperanza por lo que, en ese aspecto, has conseguido coordinar bien las palabras con el tono conformista de la vida de tu Susana.

    Aún así, resulta algo machacón las veces que utilizas el verbo esperar. Podrías haber utilizado sinónimos: aguardar, permanecer, demorar… o cualquier otra expresión que lo diese a entender.

    Otra cosa que advierto son las prisas al enviar el relato sin revisarlo lo suficiente o leerlo en voz alta: el uso demasiado cercano de las palabras día, comentario/comentada, ocasionales, o esta frase que no queda muy clara: “Luego, la siesta, tenía un sitio en una mecedora cerca de una ventana que abría ligeramente a despecho de que al personal no me gustaba.”

    Teodoro, no te desanimes, por favor, la idea no es mala (de hecho a mí todas me parecen válidas) solo que te ha faltado pulirla un poquito y cuidar esos detalles. Estoy segura de que puedes hacerlo mucho mejor, así que no dejes de escribir y me apunto tu nombre para el mes que viene.

    Saludos!!!
    Pilar, 172

    Escrito el 18 abril 2017 a las 12:30
  3. 3. Ana Luna dice:

    Hola Teodoro!
    Estoy de acuerdo con Pilar, creo que te ha faltado repasarlo un poquito ya que resulta un poco repetitivo y algo lento.
    Pero la idea está bien.
    Estoy en el 173, por si quieres pasar.
    Me vienen bien las críticas.
    Saludos.

    Escrito el 18 abril 2017 a las 16:55
  4. 4. Teodoro dice:

    Gracias a todos por vuestros comentarios. Los problemas que comentáis ya los preveía. Cuando escribí la escena lo hice desde el movil por falta de medios y tiempo.

    En cuanto al ritmo y a la repetición del verbo esperar eran intencionales, si bien es posible que haya sido una mala elección. Cuando disponga de un ordenador y algo más de tiempo me pasaré por vuestros relatos.

    Escrito el 18 abril 2017 a las 18:35

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