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Amanda. - por MARÍA JESÚS

Recuerdo cuando Amanda me revolvía el pelo mientras me miraba con sus ojos picarones y su dulce sonrisa, y me decía que tenía el cabello más lindo del mundo. Hoy he perdido casi todo, pero el recuerdo de sus manos jugueteando con los mechones permanece intacto.

Yo tenía diez años cuando la conocí, ella tenía veinticuatro, y era la enfermera que mis padres habían contratado cuando contraje la hepatitis. Amanda venía a casa cada día a ponerme las inyecciones, y su dulzura obraba lo imposible, que yo permaneciese quieto mientras me hincaba la aguja, distrayéndome con palabras de consuelo que eran como suave seda para mis oídos.
Todo en Amanda era ideal para mí, poseía unos rasgos nórdicos poco comunes en España, ya que era muy rubia y tenía unos ojos muy azules que sonreían cuando lo hacían sus labios. Pronto se convirtió en mi amor platónico, y esperaba ansioso su llegada y me desolaba su marcha.
Amanda a veces se quedaba más tiempo conmigo. Sucedía cuando mi madre necesitaba salir para hacer alguna gestión, entonces le pedía que ejerciese de canguro por un poco más de dinero, y ella siempre accedía. Para mí eran días jubilosos que pasábamos jugando al Scrabble o al Rumming. A veces papá llegaba antes que mamá y se nos unía a la partida. Era fabuloso. Sin embargo, cuando mamá llegaba, a ella no le parecía tan divertido y solía despedir a Amanda con sequedad. Su actitud me parecía injusta.

El fin de mi enfermedad, puso fin también a las visitas de Amanda. Estaba contento por hallarme de nuevo sano, pero dejar de ver a mi enfermera me resultó muy doloroso. Ella se despidió de mi jovialmente.

—¡Ya nos veremos por ahí! —fue su escueta despedida.

A partir de ese momento mi vida se centró en recuperar el tiempo perdido en el colegio y las actividades deportivas, y poco a poco mi “amor” por Amanda fue cayendo en el olvido, al fin y al cabo, yo no era más que un niño.

Fue también por aquella época que la relación entre mis padres se hizo más distante. Ellos se cuidaban mucho de discutir delante de mí, pero yo me daba cuenta de que algo pasaba, se podía palpar la tensión que había entre ambos, pero no me atrevía a preguntar, ya que consideraba que esas cosas eran asuntos “de mayores”, que a mí no me concernían. Estaba bien aleccionado por ellos a ese respecto.

La separación de mis padres unos meses después, fue un palo para mí; tenía amigos con padres separados que tenían como una sombra de tristeza permanente en sus ojos, y a los que compadecía, y, el hecho de verme yo en la misma situación, se me hacía muy intolerable. Mi padre se mudó a un apartamento y aunque se esforzó por procurar un espacio agradable para mí, cuando me tocaba estar con él, no podía disimular mi disconformidad con esa nueva situación familiar.

Una de esas tardes me encontré a Amanda en el apartamento. Mi sorpresa fue mayúscula, y supuse que mi padre le había mandado venir para levantarme el ánimo. Lo pasé genial ese fin de semana, fuimos a cenar a una pizzería y jugamos a una de esas partidas de Scrabble, que tantos buenos ratos nos hizo pasar en su día. Cuando volví con mi madre y se lo comenté, ella torció el gesto, pero no me dijo nada. Sin embargo, esa noche la oí llorar en su habitación. Me sentí extraño, no entendía nada.

Las visitas de Amanda al apartamento de mi padre se fueron haciendo cada vez más frecuentes, la verdad es que su presencia me alegraba el día. Era la persona más optimista y cariñosa que yo había conocido. Ya no sentía por ella ese “amor platónico” del principio, pero su persona me agradaba igualmente. Agradecía infinitamente a mi padre que tuviese el detalle de invitar a Amanda tan solo para tenerme contento.

Una noche, cuando volví con mi madre y, como venía siendo habitual, le relaté lo que habíamos hecho ese día, ella se echó a llorar amargamente, dejándome completamente perplejo. Fue en ese momento cuando me enteré que Amanda no me había embrujado solo a mí, mi madre, cansada de fingir, me lo contó todo.
Desde esa noche, en la que se me cayó la venda de los ojos, la idealizada Amanda murió para mí, y aunque tardé mucho en perdonar a mi padre, a ella jamás la perdoné.

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9 comentarios

  1. 1. Maria Jesús Hernando dice:

    Hola tocaya del relato anterior, ¡qué triste el fin de la inocencia!. Tierno relato. Desde el punto de vista formal, no tengo nada que comentar. Me parece que podrías haber profundizado más en mostrar la decepción del niño al descubrir la infidelidad de su padre y la solidaridad que muestra hacia la madre. Pero el espacio es limitado. Muchas gracias por comentar el mío. Nos leemos.

    Escrito el 17 mayo 2017 a las 21:07
  2. 2. Carmen Ramacciotti dice:

    Hola Maria Jesús. Tu relato transmite mucha ternura y candidez. La sequedad de los celos en el trato, la idealización de los sentimientos del padre y la decepción final. El fluir de los sentimientos en el relato. Me agradó mucho.
    Si quieres leerme, estoy en el 153.
    GRACIAS

    Escrito el 18 mayo 2017 a las 02:40
  3. 3. LUIS dice:

    Hola María Jesús, soy luis(63) . Un relato muy emotivo y triste a la vez. Se lee con fluidez. Mantienes la intriga hasta el final. Felicidades. Un abrazo.

    Escrito el 19 mayo 2017 a las 17:21
  4. 4. Tavi oyarce dice:

    Hola María Jesús

    Quiero comentarte algo:
    Tengo un comentario en mi relato (N°75) De María Jesús, así, tal como se escribe. Como el sistema de búsqueda (control +F) da la posibilidad de encontrar un compañero, escribí tu nombre y me dice que no existe y la única María Jesús que encontré, es MARÍA JESÚS, tal cual, con mayúscula. De ahí que no estoy seguro, si eres tú la que comentó mi relato, pero ante la duda decidí pasar por el tuyo-.

    Vamos a tu historia:
    Una buena trama redactada con mucha dulzura. Las separaciones siempre son traumáticas, sobre todo para los menores.
    Lo principal es que logras emocionar.

    Te sugiero eso sí que revises algo que llamó mi atención:

    1.- la repetición exagerada de la conjunción “y”. Por si no lo sabes, Word te da la posibilidad de revisar esta situación:
    En la página de Word, arriba, a la derecha: Has clic en “buscar-búsqueda avanzada-escribir la letra o la palabra-resaltar todo”. Te va a asombrar la cantidad de “y” que tiene tu relato. No digo que todas estén mal, sino que debe dejar las necesarias, unas se pueden cambiar por coma, otras por punto y seguido.
    Te doy dos ejemplos nada más:
    …me miraba con sus “ojos picarones y su dulce sonrisa, y me decía”. En este caso las “y” las puedes reemplazar por coma y quedaría así: “…me miraba con sus ojos picarones, su dulce sonrisa me decía…
    Otra:
    Ella tenía veinticuatro, “y” era la enfermera que mis padres habían contratado…
    Quedaría así: ella tenía veinticuatro, era la enfermera que mis padres habían contratado…

    Lo otro
    Tu historia es muy bella y universal, pero intenta mantener la intriga. En tu relato hay varias formas de hacerlo.
    Te muestro uno:
    Ya en el párrafo que comienzas con “ella tenía veinticuatro…” tú dejas al descubierto el final.
    Una forma sería traspasar más adelante esta oración:
    “Cuando volví con mi madre y se lo comenté, ella torció el gesto, pero no me dijo nada. Sin embargo, esa noche la oí llorar en su habitación. Me sentí extraño, no entendía nada.”

    Junto con postergar la intriga descubrirás que se repite dos veces que la madre lloraba.
    Otra que debiera eliminar porque estás insinuando lo que viene, es “pero su persona me agradaba igualmente”. Sobre todo ese “pero”.

    Bueno me he extendido demasiado, espero que de algo te sirvan estas acotaciones, tu relato encantador, lo merece.
    Si no eres tú la María José que comentó mi relato es el número 75. Si ya lo hiciste, te lo agradezco.
    Saludos

    Escrito el 20 mayo 2017 a las 00:17
  5. 5. ANGEL CLIMENT dice:

    Hola Maria Jesús, Tu relato me gusto, ternura, intriga, bien escrito y te hace ganas de leerlo hasta el final. Es posible, como dice Tavi, que a lo mejor el mantener más la intriga lo mejorara. pero a mi tal como esta tambien me gusto,
    Nos leemos.

    Escrito el 20 mayo 2017 a las 11:25
  6. 6. Henar Tejero dice:

    Hola María Jesús,
    Es un tierno relato, donde se ve la inocencia de los niños y la idealización que se hace a ciertas personas que nos gustan. Se lee con fluidez y hay cierta intriga hasta el final. Quizás el final un poco flojo, para mí gusto.
    Pero por lo demás me ha gustado.
    Espero que nos sigamos leyendo!!!
    Un abrazo (nº 86)

    Escrito el 20 mayo 2017 a las 16:50
  7. 7. M.L.Plaza dice:

    Hola María Jesús.
    Gracias por tus comentarios a mi texto.
    Tu relato me ha parecido muy bonito. Creo que has recreado estupendamente la personalidad de un niño de diez años, con esos sentimientos tan bien matizados.
    Con lo que no estoy muy de acuerdo es con la frase final:”…a ella jamás la perdoné”. Tal vez el niño no la perdonara, pero creo que el adulto lo hizo hace mucho, de ahí la ternura del recuerdo que cuenta.
    Me ha encantado leerte.
    Saludos

    Escrito el 20 mayo 2017 a las 20:09
  8. 8. BerundGaar dice:

    Lo primero, muchas gracias por pasarte por mi relato y comentar.
    Lo segundo… imposible criticar, aún constructivamente. Es una historia preciosa, una amalgamar de sentimientos muy tiernos. Incluso la decepción del chico no está exenta de una especie de cariño agridulce.
    Y tal y como dice ML Plaza, el adulto ya hace tiempo que superó todo. Si no, fíjate en la descripción del principio. La forma en como habla de ella.
    He disfrutado sinceramente.
    Saludos. Nos leemos.

    Escrito el 21 mayo 2017 a las 09:32
  9. 9. Laura dice:

    Hola María Jesús.
    Has logrado un tierno relato donde muere la dulce inocencia de un niño. La lectura no presenta dificultades, es muy fluida.
    Nos encontramos el próximo relato

    Escrito el 21 mayo 2017 a las 16:30

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