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Itzal - por Cecilia

Es el año ochocientos noventa de la era de Bake. Soy Jaione, nodriza del último estadio de gestación de la planta de producción “de Nuevos” del macizo de Gorbea. Mi tarea consistía en monitorear los paneles de temperatura y homeostasis de los embriones dentro de los vientres auxiliares, detectar posibles (aunque siempre creí improbables) señales de alarma y finalizar el proceso llegado el momento.
Este es el modo en que nos multiplicamos los sin sombra. Una especie semejante a los humanos, que habitamos la Tierra desde la Era Oscura del siglo XXI y ocupamos su lugar cuando se extinguieron. Físicamente nos parecemos a ellos, pero debido a nuestra escasa densidad no proyectamos sombra. Surgimos de experimentos genéticos, cuando científicos humanos lograron la reparación espontánea de las cadenas nucleares de datos. Así adquirimos grandes ventajas evolutivas, como una marcada resistencia a las radiaciones y una independencia casi absoluta. Tenemos escasas necesidades de subsistencia, prácticamente no descansamos y nos alimentamos cada semana o diez días de un caldo hipernutritivo parenteral. Los nuevos, generados en Gorbea, no necesitan familias. Son monitoreados por nodrizas para su correcto desarrollo y una vez alcanzada la edad de doce años, se trasladan a las hilanderías. Allí se convierten en obreros. Cada uno, hombre o mujer se ocuparán a lo largo de su vida del cuidado de doscientos capullos de gusanos de seda de Oriente y deberá producir trescientos sesenta y cinco kilogramos de seda anualmente. Esa suma cubre las necesidades de subsistencia individual planetaria permitiendo así el equilibrio del sistema productivo. Se genera lo que necesitamos para sobrevivir. No más ni menos.
Nuestros días son invariablemente iguales, ha sido así durante más de ochocientos años. La razón de la era de Bake, de esta paz inacabable es que no nos movilizan los deseos ni las pasiones porque no los tenemos. Sabemos que esos fueron los males que destruyeron a los hombres y lo hemos superado evolutivamente.

Pero ese día sería distinto, y el primero del resto. Debía alumbrar tres gestantes, acabando un proceso absolutamente controlado de cuarenta semanas de cultivo en un medio proteico y tibio, semejante en función y forma al útero humano. Estaba finalizando con el último cuando por primera vez en mis veintisiete años de trabajo observé la señal luminosa de alarma. Pensé en un error del sistema ignorándolo momentáneamente, pero luego de algunos segundos también se activó una alerta sonora. Al acercarme a las tinas de cultivo, observé que el embrión dos mil ochenta y seis, de treinta y nueve semanas de gestación, empujaba de modo autónomo desde adentro la bolsa gestacional. Luego de varios intentos, logró perforarla con su puño cerrado derramando el medio de cultivo que chorreó sanguinolento sobre el piso de acero. Al tomar contacto con la habitación fría el recién salido comenzó a chillar y a derramar agua por sus ojos. Estaba paralizada, nunca había presenciado algo semejante. Según el protocolo ante una alerta de este tipo debía proceder a la neutralización química del defecto, pero no lo hice. Mi corazón iba muy rápido y mis piernas avanzaron hacia la tina sin que yo hiciera algo para evitarlo.
Sin evaluar los riesgos lo tomé en brazos y lo acerqué a mi pecho. El agua continuaba brotándole por los ojos. Tomé un poco con el dedo y la probé. Era salada, como el agua del mar. En ese momento el pequeño dejó de gritar, estaba ocupado tirándome de un pezón, que segundos más tarde comenzó a liberar un líquido desconocido, viscoso y tibio que lo tranquilizaba. En ese momento mis propios ojos espontáneamente comenzaron a derramar la misma agua salada que el pequeño. Lo apreté con más fuerza, lo envolví en una manta y sin saber la razón abandoné con él la planta y nunca más volvimos.

Han pasado ya tres años de aquel día. Vivimos en una zona deshabitada y logramos subsistir aunque no sé hasta cuándo porque los peligros son demasiados. Volver no es una posibilidad porque sería condenarnos a la muerte, yo por desertora y el pequeño Itzal porque en ningún sitio pasaría desapercibido. Es que luego de que comenzó a caminar al principio casi imperceptible, luego delineada y opaca, tras del niño se proyecta una sombra.

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10 comentarios

  1. 1. Isan dice:

    Hola Itzal:

    Supongo que tu nombre termina en ELE pero se presta a confusión entre la i mayúscula y la ele minúscula, Añadido a que el nombre de Itzai existe como bien sabrás mejor que yo.

    Del macizo del Gorbeia no puede salir nada malo, así que nuestro Itzal está predestinado a grandes gestas, supongo. Está claro que aun en estos mundos tan controlados queda margen para la libertad.

    Parece que este tipo de gestación controlada va a ser una constante en los relatos. Está en el tuyo, en el mío y en un par más que he ojeado. La idea del ser sin sombra, sin necesidades, está bien pensada, me ha gustado la originalidad.

    Hay alguna cosa que no la veo bien. Dices producción “de Nuevos”. No sé por qué debe ir entrecomillado y por qué Nuevos va con mayúscula. Si no he entendido mal son nuevos seres y si no lo son, deberías explicarlo mejor.

    En cuanto al final “Es que luego de que comenzó a caminar al principio casi imperceptible, luego delineada y opaca, tras del niño se proyecta una sombra.” no lo llego a entender bien. Entiendo que va a resultar que no es un ser normal, que va a resultar un humano como los de antes. Creo que le faltaría algo más. Diez o quince palabras que añadieras, completarían un buen final.

    Felicidades. Buen relato. Se nota que te has documentado y lo has trabajado.

    Escrito el 17 mayo 2017 a las 19:15
  2. 2. Isan dice:

    Perdón con el nombre. Quería decir CECILIA, y me refería al protagonista.

    Escrito el 17 mayo 2017 a las 19:16
  3. 3. Isan dice:

    Perdón, parece que no acierto una. En la transcripción de los apuntes se me ha olvidado comentar algo. Son los tiempos verbales. Empiezas en el presente comentando cómo es la situación, pero resulta que eso pasó hace tres años y el relato cambia de tiempo.

    Escrito el 17 mayo 2017 a las 19:25
  4. 4. Carmen Ramacciotti dice:

    Hola Cecilia. Tremendo tu relato. Me emocionó. Se nota que has trabajado mucho el texto. El trato sutil a la sombra al comienzo y el desenlace basado en ella es muy bueno. Felicitaciones.
    Yo estoy en el 153, si quieres leerme.

    Escrito el 18 mayo 2017 a las 02:14
  5. 5. Galia dice:

    Buen día Ceci: un cuento propio de una bióloga, se nota mucha ilustración sobre el tema. Realmente es espeluznante, pero espero que no, es hacia donde apunta la humanidad. Pero al final, siempre hay una esperanza. Fíjate en el detalle de los tiempos verbales que ya te han hecho notar: soy y consistía.
    Nos seguimos leyendo, estoy en el número 37. Un beso.

    Escrito el 18 mayo 2017 a las 13:51
  6. 6. LUIS dice:

    Hola Cecilia soy Luis(63) Bonita historia de fantasía con un final conmovedor. Felicidades.

    Escrito el 18 mayo 2017 a las 20:54
  7. 7. ortzaize dice:

    hola Cecilia me ha parecido que has llevado muy bien el tema, me da pena que el Gorbea hoy precioso, este estropeado, yo quisiera que mis montes esten tocando el cielo resplandecientes, tanto invierno como verano.
    manejas muy bien el nacimiento del ser. y espero que esa sombra muy bien llevada no necesite esconderse.
    saludos

    Escrito el 19 mayo 2017 a las 10:00
  8. 8. Cecilia dice:

    Hola a tod@s: gracias por sus comentarios. Con respecto a los tiempos me queda clara la corrección pero me complicó resolverlo. A último momento lo pasé a la primera persona y creo que eso me complicó los tiempos verbales.
    con respecto a “los nuevos” entre comillas la verdad sobran, son decisiones que en un momento te parecen correctas y cuando el texto decanta te das cuenta que no estaba tan buenas. Gracias por su tiempo

    Escrito el 19 mayo 2017 a las 12:47
  9. 9. Osvaldo Mario Vela Sáenz dice:

    Hola Cecilia te agradezco la visita a mi texto. Siempre recibo claras las buenas vibras que envías.
    En cuanto a tu relato el mundo diferente que describes es fascinante. Trajiste a mis recuerdos aquellas historias de vampiros en las cuales sus figuras no se reflejaban en el espejo.

    Pero nada que ver con la ternura que tu le das al nacimiento de un nuevo ser por su propia cuenta , lo gobernaba en ese momento las ganas de vivir: característica muy humana.

    Te felicito y nos seguimos leyendo.

    Escrito el 22 mayo 2017 a las 21:16
  10. 10. Laura dice:

    Hola Cecilia.
    Dejando al margen los desfasajes con los verbos, la historia me ha gustado muchísimo.
    Quedan algunos detalles como la posibilidad de dar de mamar sin haber pasado por el proceso de gestación, pero puede ser.

    Escrito el 25 mayo 2017 a las 12:33

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