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UN GRITO DE AUXILIO - por DIASPORA

Mikayla esperaba que el sol terminara de ocultarse mirando por la ventana de su casa. Se distraía con el azul del cielo, y con una que otra nube blanca filtrando tenuemente los rayos vespertinos. Sus recuerdos hacían nido en los alegres momentos de la escuela: los profesores, los compañeros, y sus ilusiones de ser enfermera. Ese era el mundo de ensueño infantil recientemente destrozado por un gobierno que alegaba ser fabricante de la paz, por medio de la guerra. Quedaba su madre como único soporte de la vida.

Como ya era habitual en algunas barriadas del país, de repente, el cielo cual gigante rencoroso soltó un silbido característico. La niña se volvió hacia su madre mientras se tapaba los oídos con las manos.

—Mika —gritó su madre desde el corazón— cierra esa ventana.

La pequeña fue obediente y corriendo fue hacia ella. Un estruendo ensordecedor se escuchó y de inmediato la sala perdió toda claridad. La densa nube de polvo, más los escombros ahogaron los gritos de auxilio de su madre. Un error táctico del avión bombardero.

—Mamá, ¿qué te han hecho? —gritó Mikayla, y su dolor se elevó al cielo, y traspasó fronteras, al ver la imagen espectral de su madre con el rostro ensangrentado bajo un enorme block de concreto.

—Hija, ¿estás viva? —Susurró su madre con el último aliento que le quedaba. Giró la cabeza y quedó con los ojos fijamente abiertos. Una vida menos en la zona de guerra.

Semanas atrás el padre había perdido las dos piernas en su lucha callejera en contra del gobierno. Aunque conservó la vida, el trauma físico y la enajenación mental lo mantenían silenciado en uno de los pocos hospitales existentes.

La niña observó una ráfaga de luz que ingresaba, por lo que minutos antes, era la puerta que daba a la calle. Corrió envuelta en sollozos pidiendo ayuda para liberar a su madre del asesino concreto. Afuera se escucharon voces que venían hacia ella. Un señor de aspecto envejecido la tomó del brazo y casi le ordenaba:

—Tranquila, quédate aquí, todo va a estar bien. Pronto vendrá la Cruz Roja.
—Ya ¿para qué? Mi mamá está muerta, malditos asesinos, así les pase a ellos, a sus madres y padres —gritaba horrorizada Mikayla mientras daba pasos hacia la calle para no asfixiarse. Los escombros se amontonaban en las aceras y parte de la vía.

Minutos después, a lo lejos, una ambulancia soltaba los bramidos de una sirena que se detenía escasamente a pocos metros de lo que fue su hogar. En el parabrisas un rótulo artesanal decía: Cruz Roja. Simultáneamente un carro de una agencia de noticias internacionales se acercó al grotesco escenario. Mikayla caminó hacia ellos, aún con el polvo como segunda piel. Una fotoperiodista saltó del automóvil, sacó su cámara, ajustó el teleobjetivo y apuntó hacia la niña. De inmediato la pequeña se detuvo, bajó la mirada, y alzó sus brazos en señal de rendición.

La foto de Mikayla circuló en los principales diarios del mundo como exclamación suprema de auxilio. Irónicamente, mientras la imagen desgarraba el corazón de millones de personas, el comando mayor del país, planificaba el próximo ataque.

Las tinieblas de ese día, serían la sombra perpetua en la existencia de Mikaya. Tiempo después, sus lágrimas y sus pesadillas nocturnas en el refugio subterráneo, no eran suficientes argumentos para detener la guerra.

El pueblo siempre en desventaja moría asfixiado por sus propias carencias. Sus voces afónicas no eran escuchadas. Nada se respetaba, las fuerzas armadas del gobierno no se iban a detener. Insistían en que las escuelas, colegios, y otros sitios considerados santuarios, eran escudos de los rebeldes. El desbalance de poder era evidente. La élite gobernante, en sus palacios de soberbios mobiliarios y cortinas de seda, se inspiraba en imperios del pasado, donde la soberanía del terror ahogaba todo intento de oposición.

Para Mikayla todo estaba consumado: le habían robado su escuela, su hogar, su infancia y a sus padres. Quizá la muerte sería un alivio para ella. No fue así, quedaba un poco de misericordia en el mundo. Como huérfana, Mikayla formó parte de la masiva migración hacia tierras extrañas. Se llevó sus tristes recuerdos. Sabía que la vida de su madre era irrecuperable, pero a pesar de ello, en el equipaje había espacio para la tenue luz de un deseo que le rompía el pecho: ser la voz en otras conciencias para que un día saliera de las cenizas lo que a ella le fue negado.

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7 comentarios

  1. 1. Thelma López Lara dice:

    Hola, Diaspora.

    Me ha gustado tu relato. Describes muy bien el ambiente de guerra y el sufrimiento de las personas.

    Considero que has cumplido el reto opcional. Qué ironía, la supuesta búsqueda de la paz a través de la guerra.

    Saludos.

    Escrito el 17 mayo 2017 a las 20:04
  2. 2. Mariana Sánchez dice:

    Hola. Me gustó tu historia. La figura de esa niña me hizo acordar a la foto de la niña pidiendo ayuda en la guerra de Hiroshima. Me gustó mucho la forma descriptiva que tienes. No encuentros errores considerables de redacción que señalarte.
    Nos leemos, soy tu vecina, Piquillín

    Escrito el 17 mayo 2017 a las 20:13
  3. 3. Roster dice:

    Hola Diáspora:
    Muy bueno, estupendo, de lo mejor.
    Así, tranquilamente cuentas lo mas espeluznante. No te sobra ni te falta una palabra.
    Espero seguir leyéndote.
    Roster Nº 48

    Escrito el 19 mayo 2017 a las 17:59
  4. 4. Laura dice:

    Hola Diáspora.
    Gran relato, realista por completo.
    Felicitaciones.

    Escrito el 20 mayo 2017 a las 12:52
  5. 5. Doralú dice:

    ¡Hola Diaspora!

    Tu texto me pareció muy bueno. Tiene buen ritmo, un lenguaje fluido, muy bien ambientado, pareciera que estas allí. Me impactó el tema que plasmas en tu historia, es muy doloroso la vivencia de Mikayla, gracias a Dios no le colocaste la edad, ese “pequeñito detalle” hace una gran diferencia al imaginarla en ese trance tan doloroso.

    Esta frase me pareció muy poética: “Sus recuerdos hacían nido en los alegres momentos de la escuela… Y esta es muy llamativa y descriptiva “…de repente, el cielo cual gigante rencoroso soltó un silbido característico.” Ahora, esta frase “…con el rostro ensangrentado bajo un enorme block de concreto.” Me pareció no creíble. Si es un enorme block ¿cómo gira la cabeza y se le ve los ojos?

    Es un relato que está cuidado en cuanto a ortografía y uso de las reglas de escritura.

    ¡Un abrazo!

    Escrito el 24 mayo 2017 a las 03:55
  6. 6. DIASPORA dice:

    Gracias Doralú. Aprecio tu comentario a mi relato. Desde luego tomo en cuenta tus observaciones.

    Escrito el 25 mayo 2017 a las 05:16
  7. 7. lilian ht dice:

    Hola Diaspora,
    Tu relato realmente me conmovió. Las descripciones simples del entorno en el que se encuentra Mikayla son tan reales que puedo sentir el dolor y desesperación. Lamentablemente, muchos niños hoy en día viven o sobreviven a las penosas circunstancias de su propio país.
    Espero leer pronto tu próximo relato y, también que puedas leer el mío para compartir opiniones, soy el número 115.

    Saludos.

    Escrito el 26 mayo 2017 a las 21:05

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