Literautas

Palabrería: el fruto prohibido

Para los que no conozcáis esta sección del blog, en “palabrería” rindo homenaje a palabras que me gustan por su sonoridad, su origen, su significado… Hoy quiero hablar de una palabra que todos usamos con frecuencia y, seguramente, la tenemos ocupando un lugar en nuestras casas. Una palabra sencilla, con tan sólo una vocal, muy sonora, muy redonda: Manzana.

La palabra “manzana” es una evolución de “mazana” que, a su vez, proviene del latín Mattiāna y tiene distintos significados:

Una manzana es un espacio urbano, un bloque de edificios delimitado por calles. La Gran Manzana es el apodo de la ciudad de Nueva York. La “Manzana de Adán” es otra forma de llamar a la nuez de la garganta y, además, manzana es el nombre con el que se conoce al pomo de las espadas.

Sin embargo, de todas sus acepciones, la más conocida por todos es la que da nombre a la fruta más célebre de la mitología y la literatura.

Además de ser el símbolo de la tentación que provoca la expulsión de Eva y Adán del paraíso, nos encontramos también muchas manzanas famosas en la mitología griega: las manzanas de las Hespérides, la “manzana de la discordia” que Paris le entregó a Afrodita y acabó desencadenando la guerra de Troya, o el árbol mágico de manzanas de oro que otorgaba a sus poseedores la vida eterna y estaba custodiado por las Ninfas del Ocaso.

Fue una manzana también lo que Guillermo Tell puso en la cabeza de su hijo para demostrar su puntería. Jim Hawkings, el muchacho protagonista de La Isla del Tesoro, estaba escondido dentro de un barril de manzanas cuando descubrió el motín de Silver y, hablando de manzanas famosas, nunca podemos olvidarnos de aquélla que nos hizo sufrir a todos en nuestra infancia: la manzana envenenada de Blancanieves.

Como véis, las manzanas no sólo son ese sano alimento que nunca falta en un frutero, sino que también han sido fuente de inspiración para muchos narradores. La próxima vez que os comáis una, recordad que de ella también puede salir una buena historia.