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Deus Ex Machina: ¿qué es y cómo evitarlo?

Hoy quiero compartir con vosotros una entrada con un tema que tenía pendiente desde hace algún tiempo: el error de emplear un «Deus Ex Machina» a la hora de resolver un conflicto en una historia. Y que conste que hablo con conocimiento de causa, pues yo misma he incurrido alguna que otra vez en ese error. Así que veamos exactamente qué es eso del «Deus Ex Machina» y cómo podemos evitarlo.

El origen de la expresión «Deus Ex Machina» se remonta al teatro de la Grecia Clásica cuando, al final de la obra, aparecía colgado de una grúa (como la del dibujo que hay sobre estas líneas) uno de los dioses del Olimpo para solucionar la trama. ¡Y Santas Pascuas!

Claro que entonces, con su sistema de creencias, esta forma de resolver la situación estaba más o menos justificada. Hoy en día el lector (o espectador) espera un poquito más de las obras a las que se entrega.

¿Qué es el Deus Ex Machina?

Se denomina «Deus Ex Machina» a toda trama que se resuelve a través de un elemento, personaje o fuerza externa que no haya sido mencionado con anterioridad y nada tenga que ver con los personajes ni la lógica interna de la historia.

Para entendernos: imaginemos que estoy contando el drama de una familia, con una serie de conflictos entre los personajes y todo con un tono realista. La tensión de la historia va en aumento hasta que, de repente y porque yo lo valgo, me saco de la manga que un personaje tiene poderes mágicos y lo soluciona todo. ¿Cómo se os quedaría el cuerpo? ¿No sentiríais que os estoy tomando el pelo?

Tanto si hablamos de narrativa como si hablamos de cine, me gusta pensar que la ficción es un juego en el que se establecen una serie de reglas al principio de la historia. El lector acepta esas reglas y decide jugar sumergiéndose en la trama, no importa lo fantástica que ésta sea. A cambio solo pide que no le hagan trampas.

Nada frustra más en la ficción que esa sensación de que el escritor ha tomado un atajo para solucionar uno de sus conflictos. Te sientes estafado. Por eso hemos de tener cuidado con lo de resolver una trama a través del «Deus Ex Machina», o correremos el riesgo de que el lector se sienta así.

¿Ha de tratarse de algo sobrehumano?

En absoluto. Aunque la expresión mantenga la palabra “dios” en honor a su origen, su significado se extiende más allá de las deidades o las fuerzas sobrenaturales. Puede ser algo tan sencillo como un personaje que sale de la nada, el ejército que aparece de repente y sin previo aviso para solucionar todos los problemas, o un accidente fortuito que resuelva la trama sin más, puro azar.

Por ejemplo, imaginemos que estamos leyendo una novela negra en la que el detective se pasa toda la historia persiguiendo una serie de pistas y, hacia el final, se descubre por casualidad (y sin que venga a cuento con ningún elemento de la historia) que el asesino era un personaje que vivía en el piso de arriba de la víctima pero del que no teníamos noticia hasta ese instante. Aunque es posible que en la vida real esto pudiese suceder así, en la ficción resulta molesto. Es un juego, como comentábamos antes. Si no ponemos todas las piezas sobre el tablero, el lector se sentirá estafado.

¿Cómo detectarlo a tiempo?

Aunque no siempre nos demos cuenta, a veces existen pistas que podrían avisarnos a tiempo de que nos dirigimos de cabeza hacia una resolución a través de un «Deus Ex Machina». La mejor forma de detectarlo es planteándonos un par de preguntas sobre la trama que estamos desarrollando:

¿Nos estamos metiendo en camisas de once varas? Es decir, reflexionemos sobre lo que contamos. Si estamos montando una trama a la que le vamos añadiendo conflictos y drama con la única intención de mantener la tensión en el lector aunque no tengamos claro cómo salir luego del embolado, es posible que llegue un momento en el que no sepamos cómo resolver la situación y tengamos que añadir un elemento externo para solucionarlo.

¿Tenemos claro el final? Si no hemos pensado de antemano cómo vamos a solucionar la trama o tramas de la historia, puede que acabemos por llegar a ese punto de no retorno donde no haya más salida que el «Deus Ex Machina». Mejor tómate tu tiempo, planifica las tramas aunque sea con un esquema general, y podrás entender a tiempo la mejor forma de resolverlas.

¿Cómo evitar el Deus Ex Machina?

¿Y qué pasa cuando descubrimos que hemos creado una de esas tramas que ya solo pueden resolverse a través del azar o de un elemento externo a la historia? ¿Qué podemos hacer para evitarlo? ¿Cómo convertir en verosímil su resolución?

Pensemos en aquel buen consejo que nos dio Chéjov y que decía algo así como: no muestres una pistola cargada en el primer acto si no piensas dispararla en el último. El «Deus Ex Machina» es justamente lo contrario, ya que consistiría en disparar una pistola en el último acto sin que nadie hubiese tenido noticia de ella en toda la obra.

La mejor forma de evitar caer en el «Deus Ex Machina» es introducir la pistola en el primer acto (por cierto, tomemos la pistola como lo que es: una metáfora de ese elemento externo que dará un desenlace a la trama. No hace falta que sea una pistola de verdad). ¿Cómo podemos hacer esto?

1. Reescribiendo las reglas del juego: es decir, si te has dado cuenta de que la resolución de tu trama es, por ejemplo, un golpe de azar, introduce el azar como un elemento lógico desde el comienzo. Cambia las reglas del universo narrativo (esas que se establecen en las primeras páginas de la historia) y haz que el azar sea determinante también en otros momentos.

2. Dándole una trama o una sub-trama propia: ya sea un personaje, una pistola, una fuerza de la naturaleza o cualquier otro elemento externo, una buena forma de que no moleste cuando nos la saquemos de la manga al final, es dándole peso en la historia previamente.

Por ejemplo, en aquella novela negra de la que hablábamos antes, la clave estaría en introducir al asesino (el vecino de arriba) en una sub-trama anterior. Podría encontrarse con el detective por las escaleras y charlar con él, darle incluso alguna pista falsa, o que el detective llegue a sospechar de él pero luego lo descarte… Lo que sea que se nos ocurra, pero dejemos que el lector lo conozca antes, para que luego pueda sorprenderse (en lugar de enfadarse) cuando descubra que es el asesino.

Eso sí, hazlo siempre con sutileza. Si haces demasiado hincapié en el vecino la primera vez que la mencionas, el lector se dará cuenta de que es el asesino y ya no le sorprenderá el final. La escritura es como un juego, pero el escritor ha de ser como un mago: todo el mundo sabe que estás usando trucos, pero no deben darse cuenta de cuáles son o el espectáculo será un fracaso.

¿Y a vosotros? ¿Os ha pasado alguna vez? ¿Se os ocurren otras formas de evitar caer en la trampa?

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