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Trucos para corregir el estilo de tu relato

La entrada de hoy es especial porque no la escribo yo (Iria), sino nuestra amiga Ana Escudero, de El Rincón de Anael. No es habitual que en Literautas publiquemos posts invitados, pero en este caso nos pareció que los consejos de Ana encajaban muy bien con el contenido de esta web y, además, podrían ser de utilidad para los participantes del taller. Así que ¡vamos allá! Os dejo con Ana (Anael) y sus consejos para corregir el estilo de vuestros relatos y novelas:

¡Hola, compañeros de Literautas, y saludos a mis malabaristas de palabras!

Hace tiempo que participo en el taller de esta página (de forma un poco intermitente, he de reconocerlo), y he podido crecer gracias a vuestros comentarios y a vuestros relatos. Porque lo cierto es que no hay mejor afilador para la técnica del escritor que corregir textos de otros. Y eso es lo que hago yo con vuestras historias, más que comentarlas. Los que hayáis recibido algún comentario mío sabéis que me gusta tocar las comas.

Hoy, en agradecimiento por todo lo que he recibido de esta página, vengo a daros una serie de truquillos para revisar el estilo de vuestros textos antes de sacarlos del cajón. Muchos de vosotros escribís de maravilla, así que lo que os traigo ni siquiera trata tanto de detectar errores (eso lo podéis estudiar en la gramática y ortografía de la RAE), sino de pulir lo que no es un acierto para llevar vuestros textos a otro nivel.

Después de dejar reposar vuestras historias y corregirlas es importante que reviséis con calma cada uno de estos aspectos:

Puntuación general:

La puntuación tiene mucho de estilo, pero también bastante de normativa. Los puntos y las comas sirven para guiar al lector en un mar infinito de letras y es importante darle puertos en los que respirar. No es un tema complicado, sino más bien un tema de bloques. La regla básica es recordar que un enunciado se compone de sujeto y predicado, y que es necesario separar cada enunciado del siguiente con un punto o una coma y un nexo como «y», «pero», etc.

Literautas tiene más de un par de trucos para normas sobre comas. Para cuestiones de puntos, hay quien recomienda que las frases no sobrepasen las treinta y cinco palabras de media.

Un error frecuente: poner coma entre sujeto y predicado. Esto suele ocurrir en frases largas en las que acabamos perdiendo la referencia, por eso yo recomiendo escribir frases de tres o cuatro enunciados seguidos con coma y nexo como mucho, a no ser que la intención estilística sea perder al lector. Spoiler: ni suele ser el caso ni suele gustarle al lector si lo es.

Ejemplo:

Mal: El chico que llevaba botas azules, cogió el correo y se marchó.

Bien: El chico, que llevaba botas azules, cogió el correo y se marchó.

Bien: El chico que llevaba botas azules cogió el correo y se marchó.

Puntuación de diálogos:

Desde encontrar el símbolo de la raya de diálogo (porque no, no se trata del guion ni del símbolo menos del teclado numérico, sino de una combinación de teclas tan aleatoria como Alt+0151) hasta saber dónde colocar los espacios y puntos, puntuar bien los diálogos se convierte en todo un reto incluso para el escritor experimentado. Cada vez que tengáis que revisar alguno, abrid bien los ojos. En este artículo de Literautas, Iria entra en detalle sobre las formas correctas de puntuarlos.

Trucos para puntuar diálogos:

1. Asociad un atajo en vuestro teclado para la raya. Yo he configurado mi auto corrector (disponible en las opciones de revisión de Word) para que, cada vez que pulso dos veces el guion del teclado, él me escriba automáticamente la raya de diálogo. Así no tengo que andar insertando el símbolo con un copia y pega o teclear la combinación rebuscada que alguien diseñó en su día y que varía en función del programa que utilicéis.

2. Si tenéis dudas a la hora de colocar espacios o puntos, pensad en las rayas como paréntesis y acertaréis la mayoría de las veces, al menos siempre que estéis usando los verbos dicendi.

Eliminar el ruido:

El ruido es todo aquello que disminuye la potencia del mensaje que queréis transmitir. Se compone de palabras vacías de significado que reducen las posibilidades narrativas de vuestro relato cuando hay límites de palabras (como en el taller de esta misma página) y, aunque algunos no lo creáis, también cuando no lo hay.

Contener una historia en su mínima expresión es un reto para muchos de nosotros, pero necesario en un mundo inundado de información. Detectar las expresiones que generan el ruido y cortarlas intensificará el protagonismo del contenido al evitar que el lector tenga que leer de más para llegar a la misma conclusión.

1. Conectores: ya sabéis, esas palabras que unen enunciados de forma tan elegante en los textos… académicos. Puede que no sean tan buenas en uno narrativo. Especialmente si vuestra historia está llena de expresiones chicle. El exceso de conectores suele frenar el ritmo de la acción, y la fluidez lectora aumenta cuando cambias algunos de ellos por punto o coma y nexo (sí, sí, no los borréis todos, que ya sabéis que me gusta defender el valor del punto medio).

2. Repeticiones: usar la misma palabra o derivadas en un mismo párrafo o página puede dar la impresión de pobreza léxica y suele generar cacofonías. Os recomiendo buscar sinónimos, siempre que no sean demasiado rebuscados o arcaizantes. De la misma forma que la repetición llama la atención sobre sí misma, un sinónimo poco adecuado también sacará al lector de la historia, así que a veces la mejor forma de solucionar las repeticiones es eliminar una de ellas.

Ejemplo:

· Se negarían a parar solo por eso, alegando que era una pérdida de tiempo. Tal y como estaban las cosas, era cierto que el tiempo no les sobraba. Había también algún pequeño árbol dando sombra a algún animal.

· Se negarían a parar solo por eso. Tal y como estaban las cosas, el tiempo no les sobraba. Había también pequeños árboles, dando sombra a algún animal.

3. Redundancias: esas cosas que son repeticiones… sin serlo. Se dan cuando el concepto principal ya implica el contenido de la aclaración que lo acompaña, volviéndola innecesaria a no ser que haya una intención de énfasis. Mejor lo vemos con ejemplos:

· Agarró con fuerza (no es frecuente que a alguien lo agarren con suavidad…).
· Golpeó violentamente (si un golpe no es violento, probablemente no sea un golpe sino una caricia).
· Nunca antes (por mucho que me la estudio siempre acaba apareciendo en mis historias. Si es «nunca» está claro que tampoco es «antes»).
· Subir arriba, bajar abajo… (¿hace falta que diga más?)
· Una sonrisa en el rostro (no va a ser en el… bueno, mejor me callo y seguimos antes de que Iria me eche por deslenguada).

4. Palabras innecesarias: hay muchas palabras vacías de significado que no aportan nada a la historia. Cada uno tiene sus palabras fetiche, pero suelen ser palabras generalistas que restan potencia a las frases. Os dejo las más frecuentes y ejemplos para que veáis a qué me refiero:

Todo
También
Algo
Muy
Un poco
Mucho
Por completo
Completamente
Total
Totalmente
Poder + verbo
Ser + verbo
Hacer + verbo
Haber + verbo
Tener que + verbo
Casi (este es mi personal enemigo porque suele aportar protección inconsciente del escritor a su personaje. «Casi se cayó». No. «Se cayó». Y le dolió. Y el lector sufrirá con el personaje y se implicará más en la historia)

Ejemplos:

· Palabras vacías de significado que no aportan nada a la historia. La frase tiene una doble negación que no aporta énfasis ni es necesaria. Por lo tanto, «nada» fuera: «Palabras vacías de significado que no aportan a la historia»).

· En casi diez años el condado se había enriquecido bastante, aunque aún quedaban unos cuantos flecos de pobreza que Marian estaba dispuesta a eliminar. Ninguna de las palabras destacadas aporta matices necesarios para la comprensión del mensaje. Tijeretazo al canto: «En diez años el condado se había enriquecido, aunque aún quedaban flecos de pobreza que Marian estaba dispuesta a eliminar».

5. Vicios léxicos: todos tenemos muletillas al hablar, esas expresiones que nos definen y se cuelan en nuestros textos sin que lo notemos. Las mías suelen ser «me da la impresión», «después de todo» y «de hecho». No puedo descubriros las vuestras, pero solo tenéis que investigar un poco en vuestros relatos y fijaros en las expresiones que nada tienen que ver con la historia o el narrador que estáis empleando y se vuelven constantes a lo largo de vuestros textos… Esas muletillas son vuestros vicios. No se trata de eliminarlas todas, pero tampoco genera mucho impacto tener un «de hecho» cada dos párrafos, ¿no creéis?

6. Parejas de adjetivos: esa tendencia a calificar un sustantivo con parejas de adjetivos que además son sinónimos entre sí solo ralentiza la lectura sin añadir información. Recordad, cuando se trata de adjetivos, 1+1 = ½. Elegid el que mejor califique al sustantivo y cortad el polizón que lo acompañe, que le quita fuerza a la idea que intentáis transmitir.

Ejemplo:

· Vivía en América, la tierra de los sueños y las oportunidades de oro.

· Vivía en América, la tierra de las oportunidades de oro.

Leer en voz alta

La última revisión de vuestro texto debería ser una lectura en voz alta. Es una revisión diferente a las demás porque nuestro cerebro funciona de forma diferente cuando estamos en silencio y cuando estamos callados. Esta lectura te permite detectar:

1. Erratas: Tubo mucha suerte.

2. Problemas de ritmo: Cogió el bate marrón. Golpeó fuerte la pelota. Consiguió el home run. Le coronaron mejor jugador. Qué monotonía de frases. Todas tienen igual extensión.

3. Palabras de más o de menos: «No se dio cuenta de llegaban tarde» en lugar de «No se dio cuenta de que llegaban tarde». O «Cada día que se mira al espejo se se ve más guapa» en lugar de «Cada día que se mira al espejo se ve más guapa»

4. Problemas de musicalidad, como cacofonías o rimas internas no intencionadas.

Cacofonía: Fernando flirteaba frívolamente fiándose de su fabuloso físico.

Rima: Sabía que llegaría el día en que su identidad se descubriría.

En conclusión, no os abruméis por la cantidad de detalles a revisar en el estilo de un texto. Al principio parecen muchos, pero con la práctica os daréis cuenta de que sois capaces de detectar muchos de ellos al mismo tiempo, como verdaderos correctores. Y lo mejor de todo es que la mayoría se solucionan sacando tijeras y cortando las palabras que sobran. El trabajo de revisión es doloroso, pero sencillo.

Eso sí, siempre se os escapará algún detalle, porque ¿sabéis qué? Yo misma sigo sacando estas cosas de textos míos que he corregido más de diez veces. Y es que ni siquiera un corrector profesional es un corrector objetivo de sus propios textos. Pero siempre podemos intentar hacerlo mejor, porque una historia se compone de forma y contenido, y cuidar la forma es lo que hace desaparecer las palabras y saca brillo al contenido. Es la práctica la que hace al maestro.

Y esto es todo por hoy. Os deseo inspiración en vuestras historias, buena pluma para escribirlas y sabias tijeras para pulirlas. ¡Hasta pronto, compañeros de letras, nos leemos!

Ana Escudero (Anael)

Graduada en Psicología y con un Máster en Edición Literaria, Ana Escudero corrige y edita para Ayaxia Ediciones y escritores autónomos mientras escribe sus propios libros. Lectora apasionada y cantante, siempre la encontrarás con un libro en las manos, una historia en la cabeza y una melodía en los labios.

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