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TESTIGO PRESENCIAL - por Pedro

Sé quien mató a la escritora. Lo sé porque la visitaba asiduamente. Siempre fue una persona comprensiva, amable con el resto de los vecinos del pueblo. Por eso no puedo creer que ahora haya muerto.

Por supuesto, yo también soy del pueblo, uno de tantos. Cuando llegó aquí, creo que se enamoró del pueblo nada más pisarlo. Al principio, toda la comunidad nos mostramos un poco recelosos de ella. Lógico, era una forastera. Aparte, nosotros ya sabíamos quién cuidaba de uno y quién no. Pero ella se ganó nuestra confianza y afecto casi al cumplirse dos semanas.

Yo la conocí más o menos al terminar el mes, cuando el verano llegaba a nuestro querido pueblo. Por aquel entonces, vagaba mucho por las calles, a veces me detenía a comer en casa de algún vecino que me daba de sus viandas o, simplemente, me reunía con algunos de mis compañeros al atardecer y esperábamos a que saliera la luna y empezaran a cantar los grillos. Pero al mes de llegar, como dije antes, me acerqué para su casa para curiosear (pues es algo que los autóctonos de un pueblecito perdido en la montaña sabemos hacer muy bien) y me recibió de manera afable y con una sonrisa de oreja a oreja. Me invitó a comer y me dijo que necesitaba un descanso de la novela que estaba escribiendo ahora. Me contó que había tenido un bloqueo creativo y pensaba que un cambio de aires le sentaría bien. No pude estar más de acuerdo con ella. Algunos de mi círculo ya le habían visitado alguna vez, pero ninguno se digno a decirme nada de aquella amable escritora japonesa.

Así fue como pasó casi todo el verano, sin nada digno de mención. Algún día, que no todos, me dejaba caer por su casa y me invitaba a tomar algo, o a comer y, mientras me observaba alegremente me decía que su libro avanzaba de manera prodigiosa. Me dijo que de todos los que conocía en el pueblo, yo era sin duda quien más se acercaba para saludarla; eso me pareció muy halagador, pues parecía contenta de recibir visitas desinteresadas.

Y entonces fue cuando llegó el fatal desenlace.
Yo estaba paseando con algunos compañeros por la calle a la luz de la luna, como algunas veces solíamos hacer. Pasamos en ese momento por la calle de la escritora y vimos que, a esas horas de la noche, había luz en su ventana; pero se trataba de una luz muy tenue, casi como velada. Mis compañeros no se percataron de ello y dejé que continuaran. Les comuniqué que me reuniría con ellos enseguida. Fui a la ventana y me asomé para poder atisbar a mi nueva amiga si estaba trabajando a esas horas o no. Pero lo que vi fue un cuadro bastante distinto.

La pobre mujer yacía en el suelo en una posición laxa con el cuello en un ángulo bastante feo. A su lado, en el escritorio, se sentaba alguien que conocía muy bien. Estaba fisgoneando en el ordenador en el que siempre se sentaba ella para escribir o tomar notas de su novela. Sacó de su bolsillo una especie de bolígrafo y lo introdujo en una ranura. Acto seguido espero a que el ordenador hiciera algo… Creo que estaba copiando el archivo de su novela. Se mostraba muy nervioso, moviendo espasmódicamente la pierna y respirando con algo de dificultad. Miró a un lado y a otro, asustándose de los juegos de luces y sombras que proyectaba la escasa luz en la casa. Cuando miró por la ventana, agaché la cabeza. Esperé un poco, por si me había visto pero no pareció advertir mi presencia. Luego me asomé más cautamente. Acabó de hacer lo que hizo y se largó utilizando el pañuelo para borrar huellas que, creía yo, anteriormente había servido para estrangular a mi desdichada amiga. Tardó tres minutos en salir, cerciorándose una vez más de que no había nadie por la calle. Luego salió.

A la mañana siguiente el chico que le llevaba el periódico se extrañó de que no saliera a recibirle, así que entró y me encontró allá junto a ella. Tras no menos de una hora vino la policía y dos horas mas tarde los periódicos y los informativos. Al día siguiente de encontrar a mi amiga muerta y a mi junto a su cadáver, salió la noticia en todos los medios:

“ESCRITORA JAPONESA ASESINADA EN C______. Su presunto gato se halló junto a ella al morir.”