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La medida de la inspiración - por Heosphorus

El sonido del teléfono le hizo levantarse como un resorte, tras un momento de confusión, cogió el teléfono y al contestar notó que su voz sonaba ronca y pastosa. A los pocos minutos colgó, se vistió mecánicamente y fue a la habitación de su padre. Procuró no despertar a la pequeña Julia, que aunque se había movido debido al sonido del teléfono, seguía durmiendo. Ignoraba la hora de la noche en la que se encontraba, pero había pasado su infancia entre aquellos muros y conocía los pasos a la habitación de su padre en la oscuridad. Lo despertó con un leve vaivén en el hombro y le explicó la situación con pocas palabras y al filo del susurro, y aunque intento aparentar neutralidad, su voz se resquebrajaba a cada momento que pasaba. Lo mismo le ocurrió a su padre, vio como las grietas se iban ensanchando en sus ojos, y como una pequeña supernova explotaba en el iris para luego dejar que una parte de su corazón muriera para siempre.
El taxi llegó pronto, recorrió una ciudad fantasma y por los colores del amanecer que se asomaban en el horizonte, supuso que no pasaría mucho tiempo para que las riadas de las personas ocuparan las calles. El vuelo se le hizo fugaz, solo despertó de su ensoñación cuando vislumbró los Alpes desde las alturas.
En la aduana le esperaba un hombre con gabardina y sombrero. Se presentó como el detective Joss Abercrombie y sería su conexión policial con los EE.UU. Al momento se encontró en otro taxi, recorriendo rápidamente las calles de Suiza hasta un pequeño hotel. Entró, guiado por el detective, a la habitación y se dejó caer en un mullido sillón frente a un anafre apagado.
—Usted es Hugo ¿no? hijo de Baltasar, residente en Nueva York y la fallecida emmm…Hiyo… ¿Hiyori? ¿Es correcto?
—Si detective. ¿Me puede explicar que ha pasado? No me han dado muchos detalles.
—Al parecer, encontraron a la fallecida en medio de la nieve. Pese a su cuerpo congelado, se pudo distinguir un corto profundo alrededor de su garganta.
—Eso es…terrible.
— ¿Qué hacia su madre tan sola en estos parajes?
—Como sabrá, es una escritora reconocida. A veces se aislaba cuando comenzaba con nuevo proyecto. Ahora necesito descansar.
—Claro, mañana le llevaré para el reconocimiento del cuerpo, le acompaño en el sentimiento.
El detective abandonó la habitación dejándola prácticamente vacía. Hugo pasó unos minutos en estado de incredulidad hasta que sonaron unos golpes en la puerta. Creyó que sería el detective que había olvidado algo, pero se encontró con un tipo con traje negro y de piel pálida:

— ¿Sabe? Hay muchas situaciones que incomodan a los seres humanos. Una de ellas es la muerte. Sé que la gente no se muere con el objetivo de incomodar a nadie, pero es algo violento porque nos recuerda que a nosotros también nos puede ocurrir. ¿Puedo pasar? — Preguntó sin esperar una respuesta.
Hugo estaba confuso, no entendía esa violenta intromisión.
— ¿Sabe que el nombre de Hiyori significa serena, apacible, moderada…? Su madre lo era.
— ¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? ¡¿Váyase por favor?! — respondió Hugo.
— ¿Conoce la “contradicción del mago”? creo que fue lo que le ocurrió a su madre— dijo aquel hombre tomando asiento.
— He dicho que se vaya o…—comenzó a decir Hugo. Aquel hombre se levantó de forma violenta y su voz cambió junto con lo que ahora era un rostro amenazador. — Le he preguntado por la “contradicción del mago” — dijo volviendo otra vez a la calma.

Hugo se acobardó y escuchó como ese hombre se explicaba. La contradicción del mago es el sentimiento de un ilusionista: hace que el resto de mortales crean en la magia, pero como precio por el conocimiento, él deja de creer. Aquel hombre estuvo hablando durante horas de las magnificencias de su madre, pero de cómo echaba de menos “creer” en la vida que ella detallaba tan bien en sus libros. Solo pudo abrazar el frío del cuchillo y la nieve.
—Tiene que tener en cuenta que “nosotros” somos los encargados de dispensar la inspiración, como musas pero sin tanto encanto y mucho más burócratas. Y ahora…tenemos una vacante. Si le interesa — dijo mientras depositaba un libro — aquí está todo explicado.

Hugo se tomó unos segundos para pensarlo. Sopesó el tomo. La inspiración no es tan etérea como pensaba. Le devolvió el libro, prefería seguir siendo del público engañado