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Lo importante. - por manuti

La mujer estaba descuartizada más allá de lo necesario, era evidente el ensañamiento. La más viejos del lugar tenían claro que aquello no lo había hecho ningún animal «salvaje». Lo de salvaje había sido una aclaración del veterinario, aunque luego el boticario también quiso aclarar que ni salvaje ni doméstico, a lo que el veterinario replicó que si pensaba que los humanos éramos vegetales o minerales. Aquello derivó en un silencio incómodo, mientras cada uno mantenía en mente aquellas dos palabras, animal y humano. No nos gustaba verlas juntas, pero era evidente que aunque no nos gustase allí había una prueba real del animal que llevamos dentro.
Mientras llegó la policía, acordonó el lugar del crimen y echaron a los mirones, pasó suficiente tiempo para que corriese la voz por el pueblo. Los niños llegaban en bicicleta, y aunque las personas más responsables trataban de apartarlos, al final fueron insuficientes los brazos para detener la curiosidad. Tampoco sirvieron las amenazas del tipo: pero que haces aquí muchacho, mira que conozco a tu padre y no le va a gustar viendo esto.
Tal vez el momento más desagradable fue cuando apareció el primer teléfono móvil en alto.
Grabando.
Hasta ese momento todos estaban tan absortos en la barbarie que se habían olvidado de lo más importante. Más allá del desagrado, del prestar atención a los detalles para luego contarlos, nadie se había atrevido a tomar una foto o un vídeo del horror.
Finalmente, cuando llegó la policía ya fue tarde. Los ojos que habían visto aquello no eran solo los del pueblo, no era solo que aquel día de final de verano el pueblo estuviese especialmente lleno, eran los móviles, los malditos móviles enseñándole a todo el mundo la doble degradación humana de la violencia y su conversión en espectáculo.
La policía, en realidad, al final hizo lo mismo que el resto de la gente, miro con detalle la escena e hizo fotos.
Sin embargo a todo el mundo se le había escapado un detalle fundamental. Que aquel asesinato trascendía la mera noticia de sucesos, la persona muerta era una famosa escritora japonesa.
Así que tras la primera oleada de curiosos locales llegaron los forasteros, primero de los medios escritos, luego la televisión y la radio que en un intento de cubrir la noticia con sus equipos profesionales se vieron obligados a sufrir la tortura de subir al pueblo por la nueva carretera de montaña con capacidad para sus unidades móviles, pero también con un recorrido más largo que la antigua.
Por medios escritos ya se entiende cualquier cosa, en realidad al final había más blogueros y periodistas prestos a enviar por twitter cualquier cosa antes de tratar de analizar o interpretar lo ocurrido. A nadie le importó nada más allá de la truculencia y el salvajismo. A nadie le importó que la escritora, a pesar de su edad hubiese estado propuesta para el Nobel, que ya no recibiría, ni que hubiese venido al pueblo a escribir una novela que luego se supo estaba ambientada en él, con lo que eso hubiese supuesto para la economía local.
Las primeras investigaciones dejaron claro que la mujer había muerto la noche antes y las cámaras de seguridad de los túneles que llegaban hasta el pueblo por la carretera nueva o la vieja no grabaron a nadie saliendo desde hacía casi veinticuatro horas antes de descubrirse el cadáver. El asesino era del pueblo, o al menos seguía allí. Sin embargo esto no sirvió de nada, no es que no hubiese pruebas, es que había demasiadas. No solo no se pudo identificar bien que era relevante y que no, sino que lo que tal vez formase parte de la escena del crimen había acabado mezclado con las huellas de los curiosos y había sido mermado por los fetichistas que se llevaron cualquier tontería que tuviese una mínima gota de sangre.
El crimen nunca se esclareció, la novela inconclusa de la aspirante al Nobel nunca se publicó y salvo una mención en un blog sobre crímenes en serie, nadie se percató de que era la séptima persona que aparecía asesinada en ese pueblo y que la única diferencia era que en todas las ocasiones anteriores si que hubo un culpable. Un lobo, una manada de perros cimarrones, un perturbado mental, un desgraciado accidente, siempre hubo un porqué.
Sin embargo este último crimen y el misterio que lo rodeó colocó al pueblo en un macabro mapa del turismo más negro. Y eso fue lo único que importó.