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A dos pasos de distancia - por Isabel Aduren

– Tengo un encargo para ti. –El redactor jefe me miraba divertido. Tenía esa costumbre de sentarse en la esquina de mi mesa y sonreírme incómodo. –Esta mañana hemos recibido un informe, no es más que un reto para ti. Pasarás la noche fuera, tienes una habitación reservada.
– Pero, ¿de qué se trata? –Le interrumpí.
– Sebas te enviará un correo con la información. Si llegases a necesitarlo no dudes en llamarnos a cualquiera, ¿de acuerdo?– Genial, me envía a la boca del lobo. Los ojos de mi redactor jefe denotaban nerviosismo, se delataba a sí mismo aunque solo fuera un instante antes de que se diese la vuelta y se dirigiera de nuevo a su despacho.
– Por cierto –Antes de desaparecer de mi vista me dirigió una mueca que no supe descifrar y unas palabras que no pude expresar sino en un pequeño escalofrío. –Recoge tus cosas. Estarás en Azuzeca en un par de horas.
Increíble, me toca cubrir un asesinato. No comprendía el carácter noticioso del mismo, pasaba inadvertido al encontrarse escondido entre montañas y apenas superaba los mil habitantes. Habría preferido mil veces un mitin político antes que desplazarme hasta ese maldito pueblo.

Ya solo me quedan diez minutos para imprimir el informe que me ha enviado Sebas y coger un taxi.
– Elisa –Casi parecía que gritaba mi nombre para impedirme que me fuera, pero seguro que eran imaginaciones mías. –Llámame en cuanto veas algo extraño. Y, por favor, no te fíes de nadie.
Trago saliva. Sólo afirmo con la cabeza, no sé si para calmarlo a él o a mí misma. Pero el taxi me está esperando. Vamos, es sólo una noticia. Sólo tengo que reunir los datos necesarios. Reitero mi idea de que no es más que un pueblo diminuto en el que, de acuerdo, nunca ha pasado nada parecido, pero cada día ocurren miles de sucesos como ese en el resto del mundo. Aunque podría tratarse de una mera reencarnación de Hannibal Lecter, eso lo haría mucho más interesante, y también escalofriante. O incluso, sin darme cuenta, podría estar hablando con el propio causante del delito. Pero, ¿qué estoy diciendo? ¿Acaso soy una becaria de un periódico local o Agatha Christie a punto de resolver un misterio de novela negra?

“A dos pasos de distancia”. En el reverso explica que es justo la longitud que impide a la víctima escapar de su asesino. Esta maldita escritora japonesa escribió hace solo un año una novela de suspense que en este momento podría definirse como una descripción de su propio asesinato. Maldita sea Sebas, ¿cómo llegaste a esa conclusión y dónde te metes? Su informe es muy completo, parece que supiera más sobre esa mujer que la propia policía.

El hostal es de los más cutres que he visto. Menos mal que es solo una noche.
– Buenos días, tenía una habitación reservada para esta noche. Soy periodista del diario Centro.
– Su compañero de habitación ya está arriba. No dude en confiar en nosotros para lo que necesite. –¿Tengo que compartir habitación con alguien? ¿Confiar? ¿Pero a qué clase de pueblo me han enviado? Me dispongo a llamar a mi redactor jefe mientras subo las escaleras hacia lo que iba a ser mi habitación, seguro que se trata de un error. Genial, en este maldito pueblo apenas hay cobertura. Tendré que enfrentarme a ese dichoso inquilino yo sola. Cuento hasta tres y golpeo el armazón de madera que me separa de un desconocido, o no.
– ¡Eres tú! Me quitas un peso de encima. No sabía que venías, ¿decisión de última hora? Por cierto, me ha sorprendido tu informe, es muy completo, no sé qué más añadirle.
– ¿Acaso no te has leído el final del libro? –Sebas me interrogaba con la mirada. Claro que no lo había hecho, sólo me había limitado a leer el informe. Dio dos pasos hacia delante y dejó una distancia prudente entre nosotros, no paraba de mirarme. Qué cosa tan extraña. Podía haberle pedido que me lo contara, aunque odio que me destrocen las historias. En este preciso instante desconfío de él. No puedo evitar bajar la vista y, por cautela, retroceder un paso para alejarme de él. De repente dibuja una media sonrisa en su rostro.
– Justo lo que andaba buscando. –Me cuesta asimilar a qué se refiere aunque su expresión me esté dando la respuesta. Pido tablas, aunque otros ya han cantado jaque mate. –Estás a sólo dos pasos de distancia.