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Misterioso asesinato - por RUBIO

Miraba una vez mas la bonita puesta de sol de mi pueblo. En verano el sol se esconde siempre por el centro del valle que forman dos montes situados en el cercano horizonte. El cielo se torna rojizo y los rayos de sol recortan las siluetas de los árboles. Lástima que el verano llegue a su fin. Los turistas se marchan y se convierte en un pueblo casi fantasma. Cuando el sol ya se aproximaba al valle me sorprendió ver como una bandada de pájaros salía volando de entre los árboles. Me pareció verlos salir cerca de una vieja casona abandonada situada en un paraje cercano a 100 metros detrás de mi casa. Me extrañó que salieran huyendo de esa forma pues no se escuchó ningún ruido. Tal vez alguien paseaba por aquel lugar.
– Mamá, me voy a casa de Cristina
– Porque?.
– Es que termina sus vacaciones y el viernes se marcha. No la volveré a ver hasta el verano que viene y me invitó a cenar.
– Bueno esta bien, pero a las 12 tienes que estar aquí.
– Vale mamá.
Salgo, corriendo. Cristina siempre pasaba las vacaciones durante el mes de agosto en la misma casa, muy cerca de la mía. La conocí hace 4 años, yo tenía 11 por aquel entonces. Es una mujer muy simpática y me pidió que le ayudara conocer mejor mi idioma. Lo pasamos muy bien. Su pasatiempo favorito es pintar. Pasamos horas en las afueras observando los maravillosos paisajes del entorno conversando mientras pinta lienzos. Ella dice que le ayuda a desconectar de su trabajo, a reciclarse para afrontar un nuevo proyecto cada año. Siempre me dice que hay que descansar de la rutina habitual de vez en cuando para comenzar de nuevo con mas ganas, renuevas fuerzas, recuperas energía para afrontar nuevos retos, se despeja la mente. Por eso creo que me pidió que no leyera un libro que este año me trajo y que escribió ella misma.
Al llegar al portal pulso el timbre repetidas veces pero no esta. Me extraña pues insistió muchísimo en que viniera a cenar, quería cocinar un plato típico de su país. Decido esperar un poco pues tal vez fue comprar algún condimento que le faltó en el último momento. Pregunto a un vecino que sale del edificio pero dice que no la ha visto. Veo acercarse a dos vecinos mas. Caminan con paso firme hacia mí. El alumbrado es pobre y no les veo la cara. Se detienen a unos metros de mi. Sus rostros quedan ocultos en la sombra, la farola mas próxima les ilumina tenuemente hasta la cintura.
– ¿Vives en este edificio? – pregunta uno de ellos con un acento similar al de Cristina.
– No, es que estoy esperando a una amiga – decido no decir su nombre por si las moscas.
– ¿Conoces a Cristina Miyu?.
– Si – decido responder pues estoy preocupado por ella.
– La buscamos para regresar a casa – me dice el otro con el mismo acento japonés.
– Pues no esta, no creo que tarde por que me invitó a cenar – les digo con naturalidad.
– Somos su familia y tiene que regresar urgentemente a casa.
– Por que, ha sucedido algo grave? – en ese momento sonaron las sirenas de la policía y la ambulancia que se acercaban por la calle de abajo. Pasaron de largo y recordé la bandada de pájaros que huyó en la casona y precisamente la policía circulaba por la calle que iba hacia allí. Una sensación extraña me invadió. Debió notarse en mi rostro pues ellos se acercaron y con mirada inquisidora me preguntaron
– ¿que está ocurriendo?
– No lo se, pero me preocupa a mi también
Salieron corriendo y yo detrás de ellos. Llegaron ellos segundos antes y oí como gritaban desconsoladamente en su idioma. Entonces la vi, Cristina yacía ensangrentada. No comprendía quien podía haber sido capaz de matar a una persona tan buena y agradable. Se montón un gran revuelo en el vecindario y no pude hacer otra cosa que regresar a casa. Sentado en mi cama decidí abrir su libro pues Cristina ya se marchó. Se titulaba La contienda del pueblo. Noté que había algo entre sus páginas. Busqué y hallé una pluma blanca casi al final del libro. Decidí leer en esa pagina intrigado: Algo terrible descubrí en la cúpula del estado. Atando cabos comprendí que mi vida estaba en peligro, debía huir…