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Primeros pasos - por Lun

El autor/a de este texto es menor de edad

El sol navegaba entre los árboles, sin rumbo fijo, como cualquier mañana de finales de verano, acariciando con sus sombras doradas el suelo ya amarillo. Sin embargo, persistía el silencio allí donde deberían estar las melodías de la naturaleza. La sensación de que algo completamente extraordinario había ocurrido allí persistía en las hojas y en las nubes. El cuerpo había sido encontrado a media tarde, en las proximidades de una pequeña granja familiar. Y como la verdad todavía no se había puesto los pantalones, los rumores corrieron a esconderse en las cabezas de los lugareños : primero el cadáver era un hombre joven, después se concreto que en realidad era esa escritora extranjera, del Japón, bastante famosa según decían, aunque nadie la conociera de antes. También había discordancia de opiniones en cuanto al motivo de la muerte. Oficialmente, la policía seguía investigando y no había proporcionado datos concretos, pero se barajaban infinitas posibilidades, tales como la del rito satánico o una venganza amorosa. Pero él sabía la verdad. ¿O no? Sentado en su habitación, le daba vueltas y más vueltas a una idea de la que apenas podía ver los extremos. Tenía todas las seguridades necesarias para conseguir aclarar lo que la policía no podía ni sospechar. Salvo una. Y era esa una la que hacía que no se atreviera a dar un paso fuera de su refugio. Es cierto que nadie reparaba en él. Y también era así como había ido recogiendo las distintas piezas del puzzle, primero la verdadera identidad de la fallecida, su relación con Bárbara y por último el libro. Pero tenía miedo, porque había alguien que sí podía reconocerlo, y que no dudaría en silenciarlo si tenía oportunidad. Sin embargo, contradiciendo todos los razonamientos que había desarrollado en su reclusión, se levantó y bajó las escaleras del motel, dirigiéndose con paso firme hacia el recibidor, donde esperaba el inspector de policía apoyado en la pared con actitud preocupada.

– He reflexionado. Creo que tengo la solución muy cerca, inspector. – susurró él, mirando ansiosamente a todos lados, como si esperase una interrupción repentina. – A través de mis investigaciones he logrado comprobar que la teoría que rondaba por mi cabeza desde que se descubrió el cuerpo era a todas luces errónea. La verdad era completamente distinta. Desde que la vi discutir con Teddy por culpa de su relación con Bárbara algo me dijo que su estancia aquí no era solo casualidad. Pero no presté atención a ese dato hasta que esta mañana, cuando Bárbara, obviando mi presencia en el salón, se dedicó a revisar todos los libros que el día anterior la fallecida había estado ordenando. Y eso me hizo recordar su interés en colocar en orden perfecto los cojines del sofá. Y touché. Allí estaba. – Mientras pronunciaba esas palabras, sacó de su bolsillo un pequeño cuaderno. El inspector, tras un breve exámen, le devolvió el libro. Él continuó hablando.- Un diario. En él, la fallecida había escrito sus deseos de conocer a su primera hija, que había tenido que dar en adopción. Y, como podrá imaginar, era Bárbara. Llegados a este punto, existían tres posibles soluciones a su repentina muerte : Bárbara, movida por las ansias de vengarse de aquella madre que la había abandonado antes siquiera de saber su nombre; Teddy, a consecuencia de la reacción en contra de su relación con Bárbara y por último, algo que todavía se nos escapaba. Y ese algo lo vi claro después de….

Un ruido repentino interrumpió la conversación, seguido de unos pasos apresurados que bajaban las escaleras.

– ¡Tiiiiiiiiiiiiiiiiiiiim! – gritó una estridente voz femenina – ¡Ven ahora mismo, o no tendré más remedio que castigarte!

Apresuradamente, el niño se dirigió a la cocina, dejando caer descuidadamente el pequeño soldadito que hacía de inspector, al lado del libro de cuentos de su hermana pequeña. En las escaleras, semiescondido, aguardaba un osito de peluche, agazapado y oculto, probablemente sorprendido en el acto de escuchar a hurtadillas la resolución del primer caso del principiante, pero no por ello menos efectivo, detective Tim.