Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

La dueña del libro - por Chusovi

Félix ya había estado antes postrado frente a los restos de Minae Shikibu. Desde aquella fresca mañana de finales del verano del 64 había pasado mucho tiempo y habían pasado demasiadas cosas. Entonces era sólo un niño de ocho años que no pudo dejar de llorar al ver a Minae recostada sin vida sobre el escritorio de la casa de verano de la familia. Ahora tantos años después; ahora que se sentía preparado para afrontar ese viaje necesario tantas veces negado; ahora que estaba orgulloso de sí mismo como para presentarse a honrar a lo más parecido a una madre que había tenido; ahora también lloraba desconsoladamente como hiciera tantos años atrás.
Como había hecho cada una de las mañanas de aquellas maravillosas vacaciones, Félix subió al despacho de su padre después de desayunar a ver trabajar a Minae. Era tan distinta a todas, era tan distinta a todo. Era preciosa, blanca, suave, delicada. Siempre alegre. Cuando invadía el despacho ella ya le estaba esperando con su deliciosa sonrisa. Le llamaba y se ponía a hablarle con ese acento tan raro que le hacía tanta gracia. Todo lo contrario que su padre, Minae sí dejaba que la acompañase en sus mañanas de trabajo. Sacaba un folio del secreter y se lo extendía a Félix para que pintase lo que fuera. Minae fue en sus inicios la traductora de los libros de su padre para el Japón. De aquellos años y de tantas y tantas llamadas de trabajo y fiestas de presentación de la editorial había quedaba una vieja amistad que se había visto reverdecida en los últimos tiempos. La madre de Félix había sido quien les presentase años atrás, ya que su madre era, a su vez, la agente de su padre, un autor de bastante éxito, sobre todo en el extranjero. Un accidente dejó huérfano a Félix a los tres años, así que el recuerdo que tenía de ella se limitaba a las fotos que había por todas partes en la casa de Madrid. Dos viajes muy seguidos de su padre a Japón por el último libro y estas vacaciones en la casa del pueblo habían incluido a Minae en la familia. Le había enseñado todo lo que el joven Félix creía saber. Sus paseos por las tardes eran lo mejor del día y disfrutaba su nueva vida ahora sí en familia. Por ello encontrase con su cuerpo encima del escritorio le marcó definitivamente. Eso y encontrase con el primer manuscrito de la primera novela de Minae bajo su cadáver. La dedicatoria hacia Félix y hacia el amor y devoción a su padre fueron muchas veces investigadas e interpretadas. El libro postumamente publicado fue un gran éxito. El morbo de la muerte y que Minae describiera su propia muerte en el capítulo final hicieron su parte. Ahora años después Félix le devolvió el libro a su tumba, a su dueña.