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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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Su último libro - por Diego F.P.

Henti Pakaro, escritora ambiciosa y solitaria, ha sido una figura sempiterna en el final de la época estival de Fertun. Su delicado estilo literario reflejaba con fidelidad su decorosa y perfumada imagen de la bohemia Japonesa, calzada con zancos y kimono entero de colores pálidos era reconocida en toda la vecindad por sus largos paseos a la luz de la luna, sus solitarias charlas consigo misma y su pluma estilográfica con una hoja de roble atada a su extremo apuntando al horizonte como quien señala añ destino el camino correcto hasta la inspiración de lo que sería un nuevo éxito literario.

El pasado Lunes la villa despertó sobrecogida, la hoja de roble de Pakaro sobre volaba lo alto de la colina Sombría mientras su pluma reposaba ensartada entre costilla y costilla de la fastuosa escritora. Como si se tratase de una paradoja del destino, la pluma que tanta intriga, emoción e incertidumbre trajo a todas las personas que seguían de forma acérrima la prosa de la japonesa lo había conseguido de nuevo, había creado por enésima vez la historia más intrigante jamás vista, había escrito el último capítulo de una vida como prólogo de la gran novela de la muerte.

Periodistas, turistas, policía, aquello era un hervidero de titulares morboso, miradas atónitas y sarcasmos detestables que no podía soportar. Dispuesto a arrojar algo de luz sobre el asunto no tardé en hablar con mi buen amigo Joss, jefe de la policía local. Recuerdo perfectamente aquella conversación.

– ¿Se sabe algo de quien ha sido, Joss?

– Creemos que ha sido un accidente, que se ha caído sobre ella con la mala fortuna de clavársela hasta darle muerte, no tenemos huellas ni indicios de que hubiese más personas en el lugar, ha tenido que ser un accidente.

– ¿Cómo? ¿Un accidente? ¿Me hablas en serio?

– Por favor, Fin, aléjate, vuelve a casa. Esto es cosa nuestra ya.

– Sin duda ha sido intencionado Joss, nadie es tan estúpido de clavarse una pluma hasta lo más profundo de su corazón y menos Henti.

– Márchate por favor.

Cada palabra se me clavaba como si mil plumas con sus mil hojas de roble atadas en el extremo aterrizasen sobre mí intencionadamente para dar muerte a mi asombro. No podía ser cierto, no me lo creía y sobre todo no quería creérmelo. La que hasta la fecha había sido la mejor escritora de intriga de todos los tiempos había dejado el último libro de su vida resuelto en el primer capítulo.

Muerte por accidente, muerte por accidente, muerte por accidente me repetía en aquel momento… No era capaz de asimilarlo, tantas horas inmerso en sus libros, tantas horas dedicadas a sus embrollos oscuros y tenebrosos para encontrar su gran final en un simple accidente. No sé cómo fue, pero en aquel preciso instante, aquella mañana de Lunes tan oscura y sombría, mi mente se iluminó y mi voz la acompaño gritando a los cuatro vientos .

– ¡Qué alguien me enseñe la hoja de castaño de su pluma!

Un niño, más bien endeble y sobrecogido por todo aquello se acercó a mi sigilosamente y me enseñó aquella pequeña hoja oscurecida e intacta que había sobrevolado durante largo tiempo la colina, con prisa y el corazón bombeando recuerdo como agarré al niño por las manos y le arranqué con mucha brusquedad de entre sus manos lo que creía iba a traer la paz a aquel pueblo y la tranquilidad a mi persona. Acerqué mi mirada y descubrí unas letras…

“La muerte perpetúa la vida de lo que nunca fue real. Hoy te doy muerte para cumplir tu sueño, llegar a la eternidad. Firmado M.J.”

Respiré como nunca antes había conseguido hacerlo. Sin duda se trataba de un asesinato. Mezquino, traidor, cruel y enigmático asesinato. Ante la mirada atónita de todo el pueblo recuerdo como sonreí con una alegría desbordante mientras entregaba la hoja con el texto a la policía. Era descabelladamente feliz, mi querida Henti Pakaro no me había defraudado, le devolvió el libro al mundo, me lo devolvió a mí, su último libro.