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Un suceso inesperado - por Petra

El asesinato de la escritora japonesa trastornó la vida del pueblo. Era tiempo de prepararse para el duro invierno, gran parte del cual permanecían aislados debido a los temporales de nieve. Se abastecían las despensas. Los leñeros se llenaban. Y las mantas y ropas de abrigo pasaban a ocupar los lugares preferentes en los armarios. Pero debido al trágico suceso se habían visto desbordados de visitantes en esa fecha inusual. El pueblo se había convertido en un destino turístico tras el rodaje de un anuncio de cosméticos que lo dio a conocer al mundo. Pero acabada la temporada solo unos pocos habitantes quedaban en él. Periodistas de diversos medios, policías, editores, deambulaban por el pueblo en busca de información. La escritora finada se había alojado en la casa de huéspedes de Adoración. La habitación que había ocupado la asesinada había sido precintada por la policía por lo que la casa solo contaba con ocho habitaciones libres, reservadas todas ellas por policías e investigadores. Hacía dos días que la perseguían las palabras asesinato, pruebas, víctima y asesino. En ese momento se dirigía a toda prisa con su falda recta negra y su camisa gris, pues le pareció una nota de respeto hacia la difunta, a la casa de hospedaje de Consuelo. Sujetaba el bolso contra su pecho con fuerza, y su expresión denotaba intranquilidad. Cuando llegó, Consuelo la recibió con las manos ocupadas con una bandeja, que tenía que llevar a la habitación en la que se hospedaba, el dueño de la editorial que publicaba los trabajos de la escritora.
– Ahora mismo bajo Dori –dijo Consuelo- o al menos eso espero porque éste solo habla japonés e inglés y tú sabes que yo los idiomas los llevó regular. ¡Ojalá que le guste la tostada de aceite, tomate y jamón que le llevo y no me enrede demasiado!
– Tengo algo importante que enseñarte Consu ¡No tardes! –dijo Adoración.
Adoración fue a la sala particular de su amiga, se sentó y apretó con más fuerza el bolso. A los pocos minutos llegó Consuelo.
– Ya estoy aquí, al final no ha sido tan difícil. ¿Qué te tiene tan preocupada Dori? Tienes la cara descompuesta.
– Mira lo que he encontrado –Adoración abrió el bolso y sacó de él un libro que le pasó a Consuelo.
– Dori, tu sabes que yo no leo más que las revistas de cotilleos –le devolvió el libro.
– Consu hija, algunas veces eres muy bruta –dijo enfadada-. Este libro era de la difunta, se lo dejó olvidado en el comedor y yo lo encontré esta mañana entre los cojines de uno de los sillones.
– No entiendo qué tiene eso de misterioso.
– He encontrado esta nota dentro –sacó la nota y se la entregó.
Consuelo cogió el papel y lo abrió. Después miró a Adoración y luego otra vez el papel.
– Está en japonés Dori –dijo insegura pues no quería volviera a decirle bruta.
– Sí –contestó expectante Adoración.
– No entiendo lo que pone y tú tampoco –dijo enfadada por la actitud de su amiga.
– No, pero tenemos que averiguarlo –dijo con firmeza.
– ¿Por qué?
– Porque quizás diga quién es el asesino.
– Creo que lo mejor sería que se la dieras a la policía.
– Pero ¿y si piensan que yo le robé el libro a la escritora? ¿O que tengo algo que ver con su muerte? ¿Y si me acusan de ocultar pruebas? –dijo presa del pánico-. No. Tengo que saber qué dice la nota si es importante se la entregaré a la policía si no, no diré nada.
– Está bien –accedió Consuelo ante el estado de nervios de su amiga- Vamos a buscar a Rosi. A ella le gusta mucho trastear con el ordenador. Seguro que sabe alguna forma de traducir esta carta.
Se pusieron en camino. Tardaron cinco minutos, las distancias en el pueblo eran cortas, en llegar al hostal de Rosario. Ésta las recibió encantada pues las tres eran buenas amigas. Le explicaron lo ocurrido y sin demora se pusieron manos a la obra. Dos horas después, y gracias a los traductores de la red desvelaron el secreto de la nota. Decía así:

"Mi querida guerrera Samurái,

Tu próximo libro está terminado. Ardo en deseos de cobrar por mi trabajo. No tardes y no te olvides de la negligé rosa.

Robustiano"

– ¡Señor!¿Sabíais que Robus hablaba japonés? –preguntó Consuelo.
-¿Podría ser el asesino? –apuntó Adoración.
“¡¿Una negligé rosa?!” Chillaron las tres.