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El hallazgo. - por Elina

El autor/a de este texto es menor de edad

Ya eran cerca de las tres de la mañana y estaba cansada de andar.
El verano estaba acabando, y ya se podía sentir el viento fresco proveniente de las montañas.
Visualicé el cartel a eso de las cuatro menos veinte, y pude sentir una ansiedad incontrolable.
Finalmente iba a conocer a una de las personas que más me había inspirado en la vida.
Natsuki Funakoshi, -una de mis escritoras favoritas- se encontraba en el pueblo. Era una escritora maravillosa, en cada libro te trasportaba más a la cultura Japonesa y sus novelas te hacían volar a otra realidad, siempre había sido criticada por su naturaleza fatalista, en la mayoría de sus libros ocurrían cosas que son difíciles de imaginar en la realidad actual. No había libro con el que no te dejara pensando, a excepción del último, que había escrito y publicado bajo presión, y por el cual había recibido terribles críticas.
A mi todo eso no me importaba, a pocas personas admiraba como a ella y una historia mediocre no haría que dejara de ser así.
Llegué a eso de las cuatro, y me senté en una de las mesas que daba hacia la ventana.
Observé todo con lujo de detalle, pero no parecía haber señales de su presencia.
Decidí esperar, tener paciencia por si llegaba más tarde o había salido por unos minutos.
Casi eran las siete y veinte y ya no podía conmigo misma, estaba enojadísima. Todas mis expectativas se habían esfumado y me sentía totalmente engañada. Empezaba a pensar que todo había sido un truco para quitarme de encima; alejar a la acosadora que no hacía más que preguntar por la señora.
A las ocho decidí irme con toda la furia que llevaba conmigo, necesitaba dormir y olvidarme de lo que había pasado; quería irme al hotel y hacer lo imposible, en la tarde siguiente, para conocer el paradero de Natsuki.
Salí a tanta velocidad del bar que al llegar al auto noté que había olvidado mi bolso en la mesa del bar.
Volví a buscarlo, rogando que nadie me lo hubiera robado.
Agarré el bolso y cuando lo levanté, encontré debajo un libro en terribles condiciones.
Me fijé si tenía información de algún tipo, pero nada. Leí el primer párrafo y lo reconocí, era el último de Natsuki. Cuando proseguí noté que estaba cambiado, no era igual a la edición original, y mi intriga crecía muchísimo.
¿Quién y por qué, transformaría un libro ya existente de una escritora como Natsuki, y lo dejaría debajo de un bolso ajeno en un bar en el medio de la nada?
De algo estaba segura: ese libro no estaba ahí cuando me había sentado en la mesa esa madrugada.
Lo estaba examinando, pero sabía que no podía quedarme ahí, así que decidí llevármelo, con algo de culpa, pero mucha curiosidad.
Cuando llegué al hotel comencé a leerlo con mucha atención.
Tenía algo extraño, algo apasionante que hacía que no pudiera dejar de leer, necesitaba terminarlo, saber cómo finalizaría esa historia, que conocía e ignoraba al mismo tiempo.
No dormí en lo poco que me quedaba de mañana, ya eran casi las 11 y estaba terminando, me había olvidado de todo el cansancio y el enojo que me habían invadido algunas horas antes.
Salí a comprar algo de café para seguir adelante en ese día, que ya había decidido, no iba a desperdiciar.
El pueblo estaba revolucionado, había muchísima gente en la calle, como nunca se ve, y mucho barullo.
No entendía nada, no sabía qué había pasado ni cómo había llegado tanta gente en tan poco tiempo. Llegué al almacén y cuando estaba pagando, le pregunté al cajero qué era lo que había pasado.
-¿No se enteró? Esta mañana hallaron el cuerpo de Natsuki Funakoshi en las afueras del pueblo, fue asesinada… nadie sabe por qué, pero se rumorean mil cosas.
En segundos se me vino el mundo abajo. No podía creerlo, no lo entendía… ¿Cómo?, ¿Por qué?
Se me llenaron los ojos de lágrimas y no pude emitir palabra. Salí corriendo y vi que en el diario ya habían publicado la terrible noticia, era primicia, nadie dejaba de hablar de eso.
Las personas no hacían más que recordar lo buena persona que era, lo bien que trataba a todos y lo talentosa que era para escribir.
Ante eso, comenzó a resonar en mi cabeza una última frase que estaba escrita en el reverso de aquel misterioso libro: “Yo debía elegir su final”.