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La frivolidad la trajo la televisión - por Across

La frivolidad la trajo la televisión.

Desde detrás de un cristal cualquier drama no lo es tanto. O, al menos, eso debía de pensar María, una mujer de sesenta años que, desde la comodidad de su casa, miraba absorta a través de la ventana como trabajaba la policía científica cuatro pisos más abajo. Llevaba unos minutos en silencio, hasta que escuchó unos pasos a su espalda. No se volvió, pero sí que comenzó a hablar.

-¿No te parece todo esto fantástico? -dijo con cierto entusiasmo infantil-, precisamente ahora que los niños se han vuelto al trabajo, que los extranjeros se han ido, que empieza el frío, que nos quedamos solos, pasa esto.

Hubo un silencio que se prolongó por unos segundo.

-María -Tomás, que había quedado atónito ante tan frívolo comentario de su mujer, tardó en reaccionar-, no, no me parece fantástico que algo así haya ocurrido. ¡Ha muerto una persona! Así que deja de decir tonterías.

-Era una china, ¿sabes? Me lo dijo Susana, la del segundo, anoche -respondió sin hacerle el menor caso.

-Y, ¿cambia algo el hecho de que sea china? -suspiró, exasperado, y reanudó su tarea-. Además, no es china, sino japonesa. Me extraña que no lo sepas, porque lo han dicho en el programa de tu querida Ana Rosa.

-¿¡Qué!? -exclamó y se pegó al cristal como un niño cuando busca un rayo de sol entre las nubes después de dos días seguidos de lluvia encerrado en casa-. ¿Los de AR están aquí? No los veo. ¡Ay, Tomasito! ¿Te imaginas que me entrevistan? Con lo guapa que es la Quintana, y lo glamurosa.

-Sí, María, sí. Guapa y glamurosa, sí -respondió de manera automática, después de cuarenta años casado con ella, había interiorizado un amplio catálogo de respuestas predefinidas que soltaba sin pensar.

-¿Te imaginas que Nacho Abad viene y me pregunta? Qué momento, sería la envidia de todo el bloque. ¿Han dicho algo más de la pobre china? -husmeó al tiempo que seguía intentando localizar a los periodistas de AR.

-Japonesa, era japonesa -replicó su marido después de soltar un bufido de frustración, estaba buscando algo por toda la habitación y no daba con él; pero lo peor, es que se le estaban acabando las localizaciones-. Han dicho que era escritora, que había venido al pueblo a encontrarse con alguien.

-¿Escritora? Seguro que era una espía -por el ruidito de protesta que hizo, no le convenció la idea demasiado, así que prefirió jugar con otra historia-… no, no, seguro que se iba a encontrar con algún famoso, espera… -entonces fue cuando esta especulación le convenció, y decidió completarla con la realización de uno de sus sueños, concretamente con el que más horas le robaba al resto de sus pensamientos-. Tomás, mira que si es así, lo mismo los del Sálvame vienen -ya no buscaba al equipo de AR, sino al de Sálvame-. No los veo. ¡Ay!, mira que si vienen… Creo que me voy a bajar en un rato por si me los cruzo. ¡Qué suerte que la china haya muerto aquí!

-María -Tomás fue a reprobar el comentario de su mujer, pero en el estado de excitada abstracción en el que se encontraba no lo escucharía, así que hizo un gesto de derrota con la mano y siguió con lo suyo.

-En el plató, con la Estaban… la pobre lo ha pasado muy mal, primero el Jesulín, luego el Fran… pobrecilla -expresó con verdadero pesar-. Yo le diría… -se detuvo cuando otro pensamiento se le cruzó por la mente, comenzó a reírse-. Te imaginas, yo con la Lozano bailando en el plató, o acariciando a Jorge Javier, ¡es como un osito de peluche! -El gestó le mutó en una mueca de desaprobación al recordar la figura de Kiko Matamoros-. Ahora, eso sí, al Matamoros ni lo pienso saludar, eso lo…

Su monólogo se vio interrumpido por el estruendo de algo pesado que, al caer contra el suelo, se hizo añicos. Se giró para ver qué había ocurrido, y se encontró a su marido de rodillas en el suelo, protestando en voz baja y recolectando los restos más grandes de lo que fue un gran jarrón.

-¿Qué estás haciendo?

Tomás echó la cabeza hacia atrás y resopló. Miró a María.

-Estoy buscando el libro que me dejó Pedro.

-¿Y pensaste que estaría dentro del jarrón? -Tomás enmudeció e incluso se sonrojó, cuando vio la ceja arqueada de su mujer-. En cualquier caso, ya puedes dejar de buscarlo, Fran le devolvió el libro la semana pasada.